En las últimas semanas ha habido tres noticias importantes que, aunque pueda parecer que no existe ninguna relación entre ellas, todas tienen el mismo denominador común*. Pero antes de señalarlo, vamos a centrarnos en las tres noticias, en los hechos.
- El domingo 19 de noviembre, se estrenó en televisión 50 sombras de Grey. Se trata de la adaptación cinematográfica de la novela homónima. El argumento es sencillo si nos quedamos en los hechos: Un hombre rico conoce a una estudiante de Filología. Siente atracción sexual por ella. Esta atracción le lleva a entablar una relación que al principio se basa en controlar todos sus movimientos para continuar encontrándose con ella. Ella, Anastasia, cree que poco a poco lograrán construir una relación afectiva, amorosa. Él, Cristian Grey, le destina un papel bien distinto: convertirse en su esclava sexual. Pronto se lo hace saber, lo que provoca en ella un sentimiento extraño e incómodo pero, sin embargo, vuelca sus esperanzas en poder establecer con él la relación afectiva con la que sueña. Nada de eso ocurrirá. De hecho, Grey pronto le vuelve a aclarar sus intenciones. Esta vez sin rodeos. Le expresa que no siente amor por ninguna mujer, sólo deseo de convertirlas en sus sumisas, y nada más, tal y como ha hecho con sus quince “relaciones” anteriores. Eso sí, y aquí viene el elemento crucial del análisis que nos proponemos realizar después: si ella acepta ser su sumisa sexual como insistentemente él le ha propuesto, debe primero firmar un contrato con él. El contrato, redactado por el protagonista, contiene de forma perfectamente detallada y explícita todo tipo de prácticas sadomasoquistas –las únicas que él desea– a las que Anastasia, después de firmar el contrato, deberá prestarse sin posibilidad de negarse ni oponer resistencia. Se le exige, de hecho total disponibilidad sexual y se le arrebata la posibilidad de decir “no” desde el momento en que firme dicho contrato. Le permite introducir algunas modificaciones en las cláusulas y él le ofrece, como recompensa, la cesión de hacer un día a la semana el plan “amoroso” que ella elija. Una vez firmado, se convierte en su esclava sexual. Esta novela ha superado los 150 millones de ejemplares vendidos y ha alcanzado 4 millones de espectadores/as el pasado domingo. (Muy a mi pesar, he contribuido a engrosar la cifra, pero era imprescindible para poder efectuar una crítica como la que sospeché que podría merecer semejante bazofia).
- Un abogado de familia español ha creado recientemente una aplicación descargable para teléfonos móviles (ya ha sido retirada por Google) llamada ISex. Su objetivo, tal y como explica el abogado, es impedir la proliferación de denuncias falsas por violación que las mujeres interponemos –según él– sistemáticamente contra los hombres. Su uso es sencillo. Antes de que un hombre tenga relaciones con una mujer, ha de descargarse la APP (los más “precavidos”, suponemos, la llevarán ya instalada). Antes de iniciar la relación sexual, el usuario de dicha APP pedirá a la mujer que firme un contrato cuyo modelo está en la aplicación. Ella lo firmará introduciendo su nombre y sus apellidos y su correo electrónico. Lo mismo hará él. Realizado este trámite, la APP enviará automáticamente un documento adjunto a ambos firmantes donde queda constancia del consentimiento expreso de la mujer. De este modo, si ella denuncia una violación él tendrá esperando en su bandeja de entrada un documento firmado por ella manifestando su pleno consentimiento.
- Se ha celebrado o se está celebrando el juicio por la “presunta” violación de San Fermín. Como sabemos, se trata de una “supuesta” violación múltiple perpetrada por cinco amigos a una joven que entonces tenía 18 años. Ellos mantienen que fue sexo grupal consentido y que nunca hubo la más mínima coacción, amenaza o abuso por parte de los cinco hombres. Muy al contrario aseguran que ella estaba “disfrutando en todo momento”. Sin embargo, reconocen que el consentimiento, que afirman tajantemente que hubo, no fue verbal. “fue mediante gemidos”, dicen, según recoge Eldiario.es
Hasta aquí los hechos. Vamos al denominador común. Y este lo podemos enunciar así: “la apelación al consentimiento sexual de las mujeres”. Concretamos más: el consentimiento de las mujeres a mantener “relaciones sexuales” con hombres. Vamos a afinar más: más que una preocupación de los hombres (o, mejor dicho, por una parte importante de estos) por asegurarse del consentimiento sexual de las mujeres para mantener relaciones sexuales con ellos, lo que se busca es una prueba fehaciente y evidente que demuestre que consentimos tener relaciones sexuales con ellos. Y aún más concretamente: se busca, en última instancia, una prueba física, firmada o filmada. Un documento material que poder presentar, si se requiriese, ante un juzgado. Un papel que les autorice a lavarse las manos.
Pero antes de sostener este argumento, vamos a citar otra posible lectura. Habrá quien les presuponga, a los hombres que sufren un repentino ataque de contractualismo, buena voluntad: la necesidad y la capacidad de consenso y acuerdo con una igual. Habrá quien incluso vea aquí la materialización misma de las reivindicaciones feministas entendiendo que estos tres casos, especialmente el narrado en 50 sombras de Grey y el que se nos presenta con la APP Isex, suponen el reconocimiento y la satisfacción de nuestra demanda en cuanto a tener relaciones sexuales libres, seguras y consensuadas: sin tabúes ni imposiciones. Partiendo de estas premisas, la conclusión lógica de quien las acepte será la de entender que la novela es una ficción erótica que abre la puerta a todo tipo de prácticas sexuales perfectamente legítimas si se producen entre adultos en plenas facultades mentales. También se concluirá, respecto a la app que qué mejor forma de tener en cuenta el consentimiento de las mujeres que proponerles que lo expliciten, si quieren y sólo si lo desean, de modo claro. Pero este es, en el mejor de los casos, un análisis profundamente ingenuo, y en el peor, una argumentación deliberadamente destinada a justificar lo que se ha dado en llamar la cultura de la violación, insoportablemente instalada en nuestra vida cotidiana, incluso en parejas de relación aparentemente idílica, si bien no en todas.
Retomemos nuestra tesis. La presentamos directamente: no se busca el consentimiento de las mujeres, se busca una justificación, una coartada, una estrategia perfectamente diseñada para mantener impunes los ilegítimos privilegios y los abusos sexuales que ejercen los hombres, como grupo, y que están siendo interpelados y desenmascarados por el feminismo de un modo tan absolutamente impecable que la violencia ya no les basta, a los hombres que abusan, para seguir imponiendo sus deseos sexuales.
Cuando alguien necesita y sobre todo, le importa y quiere tener el consentimiento de otra persona para mantener con ella relaciones sexuales, por supuesto que buscará que éste sea explícito. Debe hacerlo, inexcusablemente. Pero no lo hará, como se ve en los casos anteriores, para tener una coartada. No lo hará para lavarse las manos y asegurarse impunidad ante el abuso que planea, sino por absoluto respeto y sensibilidad hacia el bienestar, los deseos, sentimientos y hacia la voluntad de esa otra persona. Para eso, efectivamente, hace falta un contrato. Pero éste consiste en el diálogo, el consenso y la empatía. En saber que él no es no en cualquier momento y circunstancia. Sólo un machista necesita cubrirse las espaldas con una firma que le asegure “vía libre” antes de tener sexo.
Ante estos hechos, las redes se han llenado de comentarios irónicos que banalizan el consentimiento de las mujeres para mantener relaciones sexuales. Varios se preguntaban si es que entonces ahora es necesario preguntar a las mujeres si consienten tener relaciones a cada instante e incluso durante la relación misma. Pues, efectivamente, ¡SÍ!
Estas tres situaciones y todas las que tristemente ocurren cada día y cada hora en todas las partes del mundo y que tienen como denominador común el sufrimiento de las mujeres, ponen de relieve cuánto queda por hacer, cuán lejos estamos de concebir, siquiera, unas relaciones igualitarias afectivas y sexuales entre los sexos. Sería absurdo negar los avances, arrancados tras batallas muy agrias contra el patriarcado, que el Feminismo ha logrado. Tan absurdo como pensar que estamos a punto de lograr la igualdad. Conductas inadmisibles, que sistemáticamente suponen la violencia y la humillación contra las mujeres, no sólo están normalizadas y admitidas en nuestra sociedad evidentemente patriarcal sino que son celebradas, deseadas y defendidas a capa y espada por buena parte de la misma.
Sólo el feminismo puede liberarnos de una vida tan insoportablemente injusta y dolorosa. Sólo interpelando la raíz misma que permite que estas relaciones de dominación entre los sexos se produzcan, –y esa raíz es el patriarcado– podremos deshacernos de estas humillaciones constantes que millones de mujeres sufren frecuentemente en sus propias carnes y la totalidad de nosotras sufrimos indirectamente o en formas menos intensas a menudo. La esperanza, como siempre, está en el conocimiento profundo, teórico y práctico, de todo lo que nos enseña el feminismo. Y en su inclusión en la educación ético-cívica y afectivo-sexual de todas las personas. No existe otra alternativa. Sin él, la historia se continuará sobre el sufrimiento de las mujeres, a través de la humillación constante, de la violencia sistemática contra nosotras, contra todas nosotras. Con él, un mundo más justo se abre ya paso. Con él, la dominación se cambiará, entonces de verdad, por la comprensión, la empatía y el consenso. Pero para ver ese mundo igualitario nos queda aún toda una montaña que subir, y subirla arrastrando el peso del patriarcado, del que cuesta mucho librarse. Esperemos que algún día dejemos de ser Sísifo. A veces lo dudo.
*Sería imposible escribir este artículo sin la reciente lectura de Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, de Ana de Miguel y sin el trabajo y el estudio constante que compartimos muchas compañeras feministas. Buena parte de las reflexiones sobre la libre elección y el consentimiento son heredadas de este estudio y del trabajo compartido.