La maravillosa Sra. Maisel o cómo superar con alegría la mística de la feminidad

Octavio Salazar Benítez
Octavio Salazar Benítez
Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba. Feminista, cordobés, padre QUEER y constitucionalista heterodoxo.
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Con demasiada frecuencia puede parecer que la lucha de las mujeres por la igualdad, y que incluso las propuestas teóricas y vindicativas que conlleva el feminismo, están reñidas con la alegría y, no digamos, con el sentido del humor. Estamos tan habituados a poner el énfasis en la condición de víctimas de las mujeres que hasta en ocasiones me temo que el patriarcado usa esta dimensión como una estrategia más para reinventarse a través de miradas paternalistas. Por supuesto que es necesario tener presente, analizar con rigor y trabajar para superar las terribles discriminaciones que han sufrido y sufren las mujeres, pero no es menos cierto que deberíamos subrayar mucho más su reconocimiento como agentes, su valor como seres autónomos y, en íntima conexión con ello, la enorme alegría que supone vivir el feminismo como una ética emancipadora. Algo que le añade sin duda una épica que nada tiene que ver con el heroísmo tradicionalmente monopolizado por los varones.

Por todo ello, y después de haber sufrido enormemente con ficciones televisivas tan pegadas a la realidad como El cuento de la criada, resulta tan reconfortante disfrutar de una serie como La maravillosa sra. Maisel (emitida por la plataforma Amazon). La historia de Miriam, una judía norteamericana que a finales de los años 50 decide coger las riendas de su vida después de que su marido le es infiel con la secretaria, es toda una reivindicación de la felicidad que supone para las mujeres escapar de los roles establecidos y construir, pese a todas las dificultades que sin duda hayan por el camino, su propio proyecto de vida. En este sentido, esta serie bien podría ser la versión luminosa y casi musical de Una habitación propia.

El gran acierto de esta serie no es solo que nos plantee cómo la protagonista trata de liberarse de tantísimas cadenas, sino que justamente lo haga a través de un territorio tan poco femenino como el de los humoristas

Con una cuidadísima ambientación, y con una prodigiosa banda sonora que nos sitúa perfectamente en la época y que es un personaje más de la historia, La maravillosa Sra. Maisel retrata a la perfección el contexto que le tocaba vivir a las mujeres norteamericanas de los años 50/60, ese que daría lugar a una de las obras imprescindibles del pensamiento feminista: La mística de la feminidad de Betty Friedan. Miriam es justamente una de esas mujeres concebidas y educadas para convertirse en la perfecta “señora de”, la reina de una casa decorada como en un cuento y dueña de una cocina en la que no falta un detalle, la amante esposa y la madre cuidadora, en fin, la nuera soñada y la hija hipervigilada por una madre que siente la responsabilidad de la tradición no se quiebre. La serie está llena de brillantes diálogos y de escenas perfectamente coreografiadas en las que se nos dibuja a la perfección la estructura familiar – judía y pudiente, por más señas – , los roles que desempeñan cada uno de los sujetos y el tímido pero progresivo avance de una sociedad en la que las mujeres empezaban a ser conscientes de que una vez por todas debían liberarse del “mal que no tiene nombre”.

El gran acierto de esta serie no es solo que nos plantee cómo la protagonista trata de liberarse de tantísimas cadenas, sino que justamente lo haga a través de un territorio tan poco femenino como el de los humoristas que en shows nocturnos ponían al descubierto las miserias de un mundo aparentemente, solo aparentemente, de película. Justamente es a través del humor, un humor que no queda en sus aposentos sino que lo comparte con el público, como Miriam consigue ir reconstruyéndose y dibujándose a sí misma. Todo ello con la ayuda inestimable de la que se convierte en su agente, otra mujer disidente, y con la que vemos como vive un envidiable ejercicio de sororidad. Justo el opuesto al papel que representa la madre que es guardiana de las costumbres.

Por todo ello, y porque como producto cinematográfico es impecable, merece la pena ver y disfrutar de esta señora Maisel. Protagonizada por una maravillosa Rachel Brosnaham, justamente premiada en la pasada edición de los Globos de Oro, y creada por Amy Sherman Palladino, la responsable de la serie de culto Las chicas de Gilmore, La maravillosa Sra. Maisel es una de las sorpresas televisivas del año más encantadoras y divertidas. La antítesis, diría yo, de nuestras Chicas del cable, y un buen ejemplo de cómo la lucha por el empoderamiento femenino también puede contarse desde el humor y desde la alegría que supone comprobar cómo la protagonista va dejando de ser la señora de Joel Maisel y se va convirtiendo en Midge. Una chica deslenguada e irónica, brillante y libre, a la que es imposible no adorar desde su libertad.

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