Estoy hasta el gorro de oír al listo o lista de turno, profesional del cine o aficionado, que pone en duda o justifica de alguna manera el acoso que sufren las mujeres en el mundo de la cultura, las actrices sobre todo, aludiendo que eran adultas, tenían que haber parado los pies a los acosadores, no entienden porque no han denunciado antes la agresión y, con cierta prepotencia, aseguran que no hay razones para tardar diez, veinte o treinta años para poner nombre al agresor, ese recurrente, ¿Por qué ahora?. Por otras muletas de apoyo es la banalización del daño diciendo que en la farándula la moral es mas distendida y se subraya las supuestas ventajas que han conseguido estas mujeres gracias a estos feos chanchullos.
Estas personas suelen redondear su metafórica faena de negación de esta realidad criticando la gran ambición que atesoran algunas de las mujeres que han alcanzado el éxito en el mundo del cine o de la televisión. Aunque no lo crean, con este discurso pueden seguir durante horas, días, años, siglos.
En cambio, casi nadie se pregunta cuántas mujeres han abandonado su carrera porque no han soportado el acoso o han dicho no, cuántas se han estampado contra el techo de cristal una y otra vez incapaces de manejar este escabroso asunto o cuántas se han aislado en sus parcelas privadas y han escrito, pintado, fotografiado… para sus entornos, incapaces de vencer al sistema.
Estos hombres y mujeres ignoran o no tienen en cuenta, el sufrimiento que han acumulado estas artistas derrotadas, con carreras raquíticas que merecían claramente más reconocimiento, creadoras que han querido desarrollar sus carreras profesionales agarrándose al talento y al esfuerzo, pero sí esparcen, sin ningún pudor, los beneficios que han obtenido algunas mujeres que han utilizado sus sexualidad como única arma de intercambio. Por supuesto, no aceptan que ese modelo de trueque, modelo predominante, de sexo a cambio de favores profesionales, comida, protección… es una estructura patriarcal e internacional que funciona a las mil maravillas por todo el mundo. El ejemplo más vil es sin duda el que han ofrecido recientemente algunas ONGs.
Por otro lado, desde aquí, pido que esa comisión de cultura que se ha formado para gestionar el desequilibrio que se da en el ámbito cultural entre hombres y mujeres, sea abierta y tenga en cuenta a las mujeres independientes, porque es muy feo ver circular listados de militantes de partidos, sindicatos, asociaciones, protegidas de algunos profesionales del sector….
Las reivindicaciones y la lucha ha sido de todas y los cambios tienen que llegar a todo el colectivo, sin contaminar ese esfuerzo por subsanar el error con comportamientos de reparto del pastel o del poder, similares a las de las estructuras añejas que queremos desterrar. El lema tendría que ser: Por supuesto, no nos vale de cualquier manera.