Icíar Bollaín: «Cada película es una apuesta»

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Fototeca JGB/Raul

Tras ocho películas y su último largometraje a punto de ser estrenado en diciembre, la directora española Icíar Bollaín confiesa, en una entrevista con Efe, estar en su mejor momento profesional y sentirse «más segura que nunca» en un oficio que define como una apuesta continua.
«Me siento más segura que nunca. Ya son ocho películas y tienes la sensación de que controlas tu oficio, de que tienes un oficio. Cada película es una apuesta, nunca sabes por dónde va a salir o si va a salir bien, sobre todo si es poco ortodoxa», afirmó.
Bollaín (Madrid, 1967) participó en Edimburgo en un encuentro con espectadores tras la proyección de su película «El olivo» dentro de los actos de la semana española organizada por la Biblioteca Craigmillar en colaboración con el Festival de Cine Español, que en octubre celebra su quinta edición en la capital escocesa.
Durante la charla con Efe, la creadora dijo encontrarse «en un momento bonito» y «con mucha energía», a pocos meses de estrenar el que es su último trabajo, «Yuli», un recorrido por la vida del bailarín cubano Carlos Acosta, quien fue durante años la estrella del The Royal Ballet británico.
Tras bajarse de los escenarios, Acosta, «un chico que no quería bailar y al que su padre lo obligó», explicó Bollaín, creó su propia compañía en La Habana y ahora se interpreta a sí mismo en el nuevo largometraje firmado por la cineasta madrileña.
Una cinta arriesgada, reconoció su directora, en la que hay tres personajes que encarnan al artista y en la que se mezcla la interpretación con escenas de baile.
«Cuando la rodábamos decíamos, esto es una apuesta que si funciona es muy bonita, pero puede no funcionar.
Entonces, aunque tengo la sensación de que mi oficio lo conozco y lo domino, en el momento en que apuestas, estás tirándote a la piscina e igual no hay agua», añadió Bollaín.
Estas historias que nacen en gran medida de la realidad que observa y que trasmiten mensajes universales han llevado a Bollaín a ser una cineasta con gran proyección internacional.
Desde la aclamada «Te doy mis ojos», ganadora del Goya a la mejor película en 2003, sobre la violencia de género como un problema social que traspasa el ámbito doméstico, hasta «También la lluvia» (2010), en la que contó, con un guion de Paul Laverty -colaborador habitual de Ken Loach y pareja de la realizadora-, la Guerra del Agua que vivió Bolivia en el año 2000.
Luego llegarían «En tierra extraña» (2014), un documental en el que daba voz a los españoles que emigraron a Edimburgo en busca de oportunidades laborales tras el estallido de la crisis económica de 2008 y «El olivo» (2016).
En esta última, escrita también por Laverty, denunciaba la venta de olivos milenarios que son arrancados de campos españoles y llevados a otros países, una práctica que Bollaín definió como «una metáfora impresionante del mercantilismo», que permite que «te puedas comprar hasta el paisaje».
«Desde el momento en que hablas o no de la realidad ya te estás posicionando. Todo el cine tiene valores porque al final la política son valores que defiendes. Hay mucho cine supuestamente ‘mainstream’ que en realidad está poniendo en valor la riqueza: la gran casa, la gran boda, el gran coche. Todo eso es política», destacó.
Bollaín reivindicó que el etiquetar ciertas cintas como «cine social» es una manera de situarlas «en una esquina» y darles menor visibilidad frente al «cine de aventuras» que se considera «general».
Como «testigo de nuestro tiempo», prosiguió, el cine puede ser una potente herramienta de transformación social, dirigida a lograr la verdadera igualdad entre hombres y mujeres, haciendo que ellas se adueñen también de la trama.
«Se siguen representando en gran medida unos roles muy antiguos ligados al patriarcado en los que la mujer tiene poco protagonismo y el hombre siempre está en el centro de la acción», señaló.
La industria cinematográfica, concluyó Bollaín, juega un papel central a la hora de promocionar personajes diferentes «de mujeres reales, de mujeres que hacen exactamente lo mismo que los hombres».


Remei Calabuig

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