Jóvenes que se salen del estereotipo: la importancia de la perspectiva de género en el acoso escolar

AmecoPress
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Asociación Española de Mujeres Profesionales de los Medios de Comunicación
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Las construcciones clásicas de masculinidad y feminidad son una cuestión clave en la violencia que se vive en las aulas.
Por Laura Campillo Sánchez
“Marica”, “gorda”, “guarra”, “machorro”… Casi una cuarta parte del alumnado en nuestro país recibe estos insultos diariamente en su colegio o instituto, según el Informe Cisneros X. Se trata de niñas y niños rechazados por el mero hecho de expresarse tal y cómo son, o por algún rasgo físico que no encaja en los patrones hegemónicos del mundo adulto.

No existe un perfil concreto de las víctimas de acoso escolar, cualquier persona puede sufrirlo a lo largo de su vida académica, pero sí suele tratarse de jóvenes que “se perciben como distintos y vulnerables, generalmente con menos apoyos dentro del grupo”, según explica Josep Soler, psicólogo colaborador de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE). Pero, además de rasgos físicos, razas, nacionalidades o religiones distintas, gran parte del bullying está ligado al género y la identidad sexual.
Los estereotipos machistas y homófobos están muy presentes en el imaginario de la población joven. Los insultos van dirigidos a aquellas personas que se separan de la construcción clásica de la masculinidad o de la feminidad. “El ambiente en los grupos de adolescentes tiene sus propias dinámicas, en ocasiones sorprendentemente retrógradas”, explica Soler.
Lucía siempre tuvo claro qué se esperaba de una chica, y ella encajaba en el estereotipo, sin embargo, un día sus propias amigas consideraron que había cruzado la línea. «El novio de mi mejor amiga me dijo que quería dejarla por mí. Yo le advertí de que no quería estar con él, pero aun así decidió cortar con ella.” Cuando la noticia llegó al instituto los rumores se extendieron como la pólvora, “me convertí en la guarra del grupo, aunque yo no había hecho nada».
Y es que las formas de ejercer este tipo de violencia cambian dependiendo de si la realizan chicos o chicas. “Ellas ejercen un acoso psicológico, como el hacer el vacío o conseguir que se hable más de la otra. Además se aprecia que las niñas también reciben un mayor porcentaje de ciberbullying. Hay veces que, aunque la víctima cambie de colegio, los rumores llegan al nuevo centro a través de las redes sociales y se perpetúa el acoso”, explica Sophie Álvarez-Vieitez, psicóloga y subdirectora del programa Alerta Bullying-GINSO.
Los varones, según apuntan los expertos, tienden a encabezar una violencia más física, con agresiones más directas o insultos duros. Ellos acosan tanto a personas de su mismo sexo como a las del contrario, en cambio, es muy extraño que una chica lidere el bullying realizado a un varón.
Según explica la psicóloga, los grupos de niñas suelen servir de apoyo a aquellos chicos que son criticados por tener una personalidad alejada del concepto de masculinidad, pero entre ellas se penalizan mucho más las características poco femeninas o las actitudes impropias de lo que se espera de una mujer. “Cuando las chicas dan de lado a una víctima de bullying, el abandono es absoluto, esa persona se queda sin ningún apoyo, porque los chicos no suelen ofrecer ese respaldo”.
Fue lo que le sucedió a Lucía. “Un día llegué a clase y habían ocupado mi pupitre, como si yo ya no existiera. Terminé sentándome en una esquina en la última fila, escuchando cada minuto murmullos y risas mientras me señalaban. Era incapaz de concentrarme en las clases”, recuerda.
Ataques a la sexualidad femenina
Contra ellas, los ataques se refieren al aspecto físico, a posibles rasgos de masculinidad y a cómo viven su sexualidad. Álvarez-Vieitez explica que las adolescentes se preocupan mucho por no ser rechazadas por su apariencia. Por este motivo, se realizan muchas fotografías y pasan mucho tiempo eligiendo cuáles suben a redes sociales. Una práctica cada vez más común es la conocida como sexting. Se da cuando una pareja se envía mensajes con imágenes eróticas, “ellas lo hacen mucho más por esa necesidad de agradar, y se arriesgan”. Y es que este intercambio de fotografías se convierte en acoso escolar cuando una de las partes decide enviar el contenido a una tercera persona o a toda la clase, y suelen sufrirlo mucho más las jóvenes.
Además, según cuenta la experta, “existe un bullying sexual, que no es acoso sexual pero lo roza. Si a ti te molesta especialmente que te pellizque el culo, yo lo voy a hacer más. No porque quiera acosarte sexualmente, sino por el significado que le das a esa parte del cuerpo”. Desde la asociación NACE también han identificado agresiones altamente sexualizadas, como insinuaciones, tocamientos o comentarios de carácter sexual, a veces entre personas sorprendentemente jóvenes.
La sexóloga Laura Marcilla observa cómo en las charlas que imparte en los institutos las chicas consideran “una guarrada” hablar de sexo o conocer su cuerpo, y los chicos relacionan rápidamente expresiones como “tienen que esperar al amor para perder la virginidad” con el género femenino. Esta concepción de la sexualidad como un tema tabú hace que se convierta en una de las armas más destructivas para atacar a una joven y dudar de su moralidad.

«Eres una guarra”, “menuda estrecha”, “estás gorda”… La Federación de Mujeres Progresistas reunió a un grupo de chicos y chicas de instituto y les colocó ante un corto en el que se enumeraban frases como esas, insultos construidos en torno a estereotipos de género. Yolanda Mateo, la psicóloga encargada de aquel proyecto, afirma que muchos de los participantes se reconocieron en ese tipo de comentarios y conductas de machismo más sutiles. “Ellos lo dicen como una broma, pero no habían sido capaces de ver el alcance que tiene para sus compañeras”, explica.
“Hay una normalización absoluta de la violencia. Hubo chavales que lo entendieron, una semilla de esperanza para hacer otro tipo de cosas, pero hay otros que están muy convencidos de lo contrario. Cambiar estas mentalidades es un proceso muy largo porque supone que los chicos renuncien a su situación de estatus. Ellos tienen un pase de estrella que no quieren perder, su masculinidad reina sobre los demás”, expresa Mateo.
LGTBfobia entre los jóvenes
Según los datos manejados por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) el 43% de estudiantes pertenecientes al colectivo han ideado alguna vez el suicidio, el 35% lo ha preparado con algún detalle y el 17% lo ha intentado en al menos una ocasión. La explicación la encontramos en la falta de educación en diversidad y afectivo-sexual en los cursos de primaria y secundaria.
La encuesta Colegómetro 2017, un estudio realizado en Andalucía con estudiantes de entre 12 y 18 años, revelaba que el 41% de la población más joven cree que la homosexualidad es algo “que se puede curar o cambiar” y el 69% afirma que prefiere saber si sus amistades son LGTBI “para evitar situaciones incómodas”. Según explica Visitación González, coordinadora de Educación en la FELGTB, esto provoca un completo aislamiento, ya que los iguales se posicionan al lado de quien ejerce el acoso por miedo a ser estigmatizados como la víctima.
Óscar es un chico trans que sufrió cinco años de insultos, desplantes, soledad, ridiculizaciones y vacíos. Todo comenzó cuando estaba en tercero de primaria y confesó que le gustaba una niña. A sus ocho años, Óscar aún no era consciente de su transexualidad, por lo que, con esta afirmación, estaba declarando su homosexualidad en el colegio.
Acudió a su profesor, pero éste le trató de convencer de que “bullying era una palabra muy fuerte” y le restaba importancia a la violencia que cada día sufría en las clases. Finalmente, tuvo que intervenir el centro educativo enviando una carta de amonestación a las familias de cada estudiante que le acosaba, pero esa medida resultó infructuosa ya que también despreciaron y minusvaloraron la situación que sufría Óscar. “Respondieron que si esto iba a funcionar así, irían también a quejarse al colegio cada vez que insultaran a sus hijas e hijos”.
La FELGTB explica que casos como los de Óscar empeoran cuando la víctima no ha hablado con su familia de su orientación sexual o su identidad de género o si la familia es LGTBfóbica. “Por este motivo hay que cambiar los protocolos contra el acoso escolar que hay en las comunidades, porque lo que indican es que hay que informar a la familia en primera instancia y, en nuestro caso, esto puede empeorar la situación”. Además, apuntan que el caso de las personas trans el bullying “muchísimo más duro, porque a lo anterior se le une el aspecto físico, que es mucho más notorio que en el resto de los casos”.
La transexualidad y el bullying
“Existe mucho desconocimiento en torno a la transexualidad y muchos miedos ligados a ese desconocimiento”, explica Saida García, presidenta de Chrysallis Madrid. Su asociación trabaja con familias de menores trans que solicitan apoyo ante el temor de que sus hijos o hijas sufran acoso escolar.
García asegura que la mayor barrera que se encuentran estas familias está en las instituciones. “El tener que ir a un centro escolar a convencer a profesorado y directiva de que respeten tu nombre, aunque en tu DNI ponga que tu nombre es otro, pelear para que en clase te mencionen correctamente… Todo eso, ya es violencia”.
Algunas comunidades autónomas, como Madrid, ya cuentan en su legislación con la obligación de formar en diversidad y facilitar una documentación transitoria que permita a la persona trans identificarse con su nombre y sexo sentidos mientras se tramita el cambio de su DNI. Pero, aunque esta ley ha sido aprobada, no se ha puesto en marcha por el Gobierno de la Comunidad, violando “los derechos fundamentales de las personas”, como defiende Chrysallis.

Mientras los textos aprobados no se cumplan, el alumnado trans dependerá de la voluntad de cada colegio para no quedar expuestos ante el resto de estudiantes como una persona que no son. Y precisamente, en alguna ocasión, han sido los centros educativos los que con sus decisiones han colocado a sus estudiantes en el centro de la diana del acoso escolar. Fue el caso de Aidan, un chico trans de Reino Unido cuya identidad de género no fue reconocida por la institución académica, y se le obligaba a llevar el uniforme femenino.
Saida García explica que la experiencia de Chysallis es que estos casos son “algo muy puntual”. “Hemos tenido quizá un par de situaciones que se han complicado un poco, de entre unas 800 familias que acuden a la asociación”. “Siempre se encuentran resistencias en la parte adulta que forma un centro escolar, pero la mayoría se vencen con pedagogía porque simplemente son por desconocimiento. Si son por algo más, hay veces que es mejor cambiar a la persona de colegio, porque aunque ganes esa lucha a nivel legal, la educación y valores que le van a transmitir a tu criatura no van a estar en la línea de lo que tú defiendes”, recomienda.
La presidenta de Chysallis Madrid apunta que los centros escolares de las familias con las que trabajan tienen su nombre y sexo sentidos reconocidos en las listas y documentos académicos. “Aunque la normativa vaya por detrás de la sociedad, las personas no se quedan sin sus derechos. Es la propia familia la que lucha para que se cumpla la ley”.
Educación en diversidad y afectivo-sexual
El 40% de la población joven entre 12 y 18 años considera que la homosexualidad es “algo que se ve”, que se puede reconocer por la manera de expresarse y el 11% cree que es algo contagioso. “estos datos reflejan las consecuencias de que no exista ninguna educación sexual. La gente joven tiene mucha información sobre sexo, pero mala, porque sus fuentes son sus amistades y la pornografía”, explica la sexóloga Laura Marcilla.
“Nadie les ha enseñado que lo que ven en pornografía es mentira. Saben que lo que ocurre en una película de ficción no puede suceder en la vida real, pero no saben que el sexo no es como se ve en esas películas”, defiende. Además, Marcilla recuerda que el porno más consumido perpetúa estereotipos y mitos patriarcales. “Aparece la creencia de que las lesbianas realmente desean a hombres. En la homosexualidad masculina uno actúa como se espera de un hombre y otro como se espera de una mujer. No se refleja sexo igualitario, el placer de las mujeres es inexistente o gira alrededor del varón…”, enumera.
La sexóloga considera que hay tan poco tiempo y tan pocos recursos disponibles para educar sobre estos temas en los institutos que el alumnado termina malinterpretando el mensaje. “Creen que diversidad son los que son diferentes a ti, lo que no entienden es que diversidad es absolutamente todo. Lo raro es querernos encajar a todos con unas mismas etiquetas”.
Como espectador de algunas de las charlas poco especializadas que se imparten en los centros educativos, Óscar denuncia que solo se explican aspectos “falocentristas”. “La conversación se centró en explicar cómo colocar un preservativo y en qué consisten las relaciones heterosexuales”.
La reacción de las familias
Las personas adultas influyen de forma trascendental en el imaginario de los niños y niñas, ya que sobre todo en los primeros cursos de primaria resultan una figura a imitar. Pero, si tampoco recibieron una educación con perspectiva de género, perpetuarán valores sexistas en las generaciones siguientes.
Así, según explica la psicóloga Álvarez-Vieitez, los padres suelen incitar más a sus hijos varones a responder agresivamente a una situación de acoso escolar. “Les animan mucho más a vengarse, incluso con violencia física”. Esto complica que los niños quieran compartir su experiencia. Pueden terminar relacionando la falta de rudeza con un rasgo negativo o desarrollar miedo a que su familia crea que está reaccionando de forma cobarde.
Otro error que suelen cometer los padres y las madres de las víctimas de bullying es el de restar importancia a los testimonios de las víctimas. “Suelen decir eso de ‘son cosas de niños’ o ‘todos lo hemos vivido’, y tardan mucho en darse cuenta del problema, excepto si se manifiesta con agresiones físicas, ahí sí que acuden rápidamente al centro escolar”, explica la subdirectora del programa Alerta Bullying.
El papel del profesorado
El instituto Duque de Rivas está presidido por una escalera con los colores del arco iris. En cada pasillo podemos encontrar un cartel que nos recuerda las múltiples formas que existen de querer, que normalizan las relaciones LGTB y que, además, advierten de que en el centro no se permite ninguna actitud discriminatoria.
Hace 15 años que Joaquín Álvarez se propuso que el instituto en el que trabaja como profesor fuera un lugar donde poder desarrollarse sin que el género o la identidad sexual condicione a sus estudiantes. Por ello, organiza cada semana un desayuno al que está invitado todo el alumnado, profesorado y las AMPAS. Allí se reúnen principalmente jóvenes LGTBI que cuentan sus experiencias, sus sentimientos y sus miedos en un espacio seguro donde se les apoya y asesora.
Álvarez asegura que la existencia de este espacio y la normalización con la que el centro afronta la formación en diversidad hace que sus estudiantes tengan valores más tolerantes, incluso se sorprenden cuando hablan con chicos o chicas de otros institutos. “Hay un déficit de falta de información. Se dan puntualmente programas a profesores, pero no se les anima a poner en marcha estrategias en el centro escolar. Nos quedamos a medias, recibimos la información pero no se facilita que se pongan en marcha iniciativas”, denuncia.
Este profesor reconoce que poner en marcha un proyecto así y mantenerlo durante tanto tiempo no ha sido fácil. “Había un sector del profesorado que no quería hablar de estos temas y pensaba que crearía un conflicto con las AMPAS. Les convencimos de que había un colectivo de adolescentes que no se visibiliza y que sufre porque no se les dan las claves para poder entenderse y aceptarse”.
Mientras se espera a que las leyes se cumplan, a una educación que deje de transmitir ideas cerradas de lo que es una mujer o un hombre y mientras jóvenes de todo el mundo sufren las consecuencias de haber vivido una etapa de cuestionamiento y soledad, Óscar, que ya ha pasado por todo aquello, manda un mensaje a quienes están viviéndolo ahora: “Tú mismo defines tu belleza. Que absolutamente nadie te diga cómo ser y sentirte, a menos que te digan que seas libre”.

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