El fútbol masculino ocupa tanto tiempo televisivo, tantos programas de radio o tantas conversaciones que es uno de los fenómenos más influyentes y cotidianos de la socialización masculina. Un fenómeno que está atravesado por valores y mandatos de la masculinidad hegemónica basada en la agresividad, la violencia, la competencia o la exclusión (casi) total de las mujeres. Actúa como escenario de representación de los roles patriarcales a veces de forma tan exagerada que casi parece un esperpento machuno.
Como sostiene el antropólogo Alberto del Campo Tejedor: «el fútbol es uno de los marcos más significativos y densos en el que se recrea, se construye, se vive la masculinidad tradicional androcéntrica, entendida más concretamente como machista, misógina y prepotente». Mientras los hombres son muy hombres, las mujeres son ¿muy mujeres? y aparecen como personajes secundarios. Cuando se trata de prácticas tan masculinas y masculinizantes como ésta, parece necesario instrumentalizar a las mujeres para que nadie ponga en duda esa hombría que está fuertemente vinculada a la heteronormatividad. Es decir, las fratrías de hombres muy hombres excluyen a las mujeres de sus rituales, pero necesitan instrumentalizarlas para seguir demostrando su hombría mediante la reproducción de la jerarquía de género.
Cuando se trata de prácticas tan masculinas y masculinizantes como ésta, parece necesario instrumentalizar a las mujeres para que nadie ponga en duda esa hombría que está fuertemente vinculada a la heteronormatividad.
En esa instrumentalización de las mujeres es donde tiene un papel fundamental la prostitución tanto para los aficionados como para los futbolistas. En el caso de éstos últimos, de vez en cuando nos encontramos con titulares en los medios que se refieren a escándalos sexuales en los que se desvela que algunos futbolistas han pagado por mujeres en prostitución mientras, por otro lado, se banaliza y normaliza que algunos famosos futbolistas aparecieran en una de las películas de Torrente en una escena ambientada un club de alterne. En el mundo del fútbol masculino muchos conocen el vínculo entre fútbol y prostitución de mujeres. Este vínculo que va desde prostíbulos a los que asisten famosos futbolistas hasta las fiestas privadas que los futbolistas organizan (o más bien les organizan otros) con prostitutas. Todo “normal”. Sólo aparece la necesidad de justificarse y negar la evidencia cuando se hace público su divertimento masculino (a costa de la explotación sexual de mujeres), como en el caso reciente de algunos jugadores de la selección mexicana.
es significativo que alrededor de estos eventos el mercado de la prostitución femenina crezca de forma exponencial.
Si nos centramos en las macro concentraciones futboleras, como el Mundial que acaba de comenzar, es significativo que alrededor de estos eventos el mercado de la prostitución femenina crezca de forma exponencial. Pareciera que en estas concentraciones, mayoritariamente masculinas, las mujeres que mejor son bienvenidas son aquellas vinculadas a la prostitución y a cambio de dinero, satisfacen las demandas de forofos y futbolistas. Es decir, aquellas que son representadas como personajes secundarios para satisfacer los deseos de estos hombres. Para los forofos, fútbol y prostitución aparecen en un mismo pack de ocio masculino: vea sus partidos favoritos y pase después por alguno de nuestros prostíbulos.
Mundial tras mundial la historia se repite, tanto en Sudáfrica en 2010 como en el mundial anterior en Brasil que lo hizo muy visible porque el propio Gobierno brasileño realizó una campaña previa a favor de la prostitución.
Ahora es Rusia, un país también con fuertes desigualdades sociales que se ha convertido en exportador de mujeres para el mercado de la prostitución de Europa central y occidental. Un país cuyo presidente Putin afirmaba en 2017 que las prostitutas rusas son “las mejores del mundo”, y eso que Rusia en un alarde de hipocresía genera graves vulnerabilidades entre las mujeres en prostitución porque tiene una legislación que criminaliza a las prostitutas mientras tolera que los hombres consuman prostitución.
Si nos detenemos en la trata de mujeres con fines de explotación sexual, según datos de ONU en el informe The Globalization of Crime en los últimos años la mayoría de las víctimas de la trata de personas identificadas en Europa provenía de la región de los Balcanes y de países de la antigua Unión Soviética, destacando que las redes de trata rusas utilizan métodos “especialmente crueles”. Al tratarse de actividades criminales no contamos con datos inmediatos, pero es altamente probable que muchas de las mujeres tratadas y prostituídas hayan sido retornadas a Rusia mientras dura el mundial porque cuando aumenta la demanda de prostitución de una forma tan masiva e intensa, a su vez, aumenta la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual para llenar la cantidad de espacios a los que acudirán muchos de los forofos entre partido y partido.
Por todo lo expuesto, podemos concluir planteando que la macroindustria transnacional de la prostitución garantiza (y necesita) que la masculinidad hegemónica siga reproduciéndose mientras ¿el “espectáculo” tan patriarcal de la explotación sexual de mujeres debe continuar?