Por Victoria Castro
La equilibrista Irene de Paz se subió a un alambre por primera vez hace trece años y desde entonces no ha vuelto a bajarse, es más, lo ha convertido en su medio de vida.
La artista andaluza que comenzó a hacer sus primeros equilibrios en la escuela de circo Carampa de Madrid, ha contado a Efe que de repente se topó con el alambre sin quererlo ni buscarlo, «al contrario, fue el típico momento en el que uno está perdido y de repente aparece algo mágicamente».
Así cuenta ella cómo fue ese encuentro suyo con el mundo del equilibrismo, dado que «hay cosas que se quedan en la vida y otras que van pasando… el alambre se quedó para siempre en la mía».
Estos días, Irene de Paz ha estado en A Coruña -donde se celebra el festival de circo contemporáneo Manicómicos- con La Madeja, un «solo de equilibrios» y un trabajo muy personal en el que, durante media hora, la equilibrista teje y desteje un espectáculo repleto de poesía.
De Paz aprendió a tejer de pequeña después de observar como su abuela se pasaba horas y horas con las agujas de ganchillo; transcurridos los años y tras comenzar a caminar por el alambre tuvo claro que quería hacer algo que uniese los dos mundos y así fue la manera en la que surgió La Madeja.
«En ese momento yo estaba tejiendo con trapillo, así que cogí varios hilos, me los llevé a una sala de ensayo y empecé a jugar con ellos sobre el alambre, así fue como empecé a probar y a enredarme», explica la artista.
Tanto cuando se sienta a tejer como cuando se sube a un alambre, Irene tiene una sensación muy parecida, «son como dos momentos muy introspectivos y por eso no me ha resultado difícil unirlos», cuenta.
Durante la media hora que dura La Madeja, Irene se enreda y desenreda sobre el alambre en un espectáculo que intenta reflejar ese juego de equilibrios que se hacen sobre ese otro alambre que es la propia vida.
A pesar de que asegura que La Madeja no es un trabajo autobiográfico reconoce que sí «dice mucho de cómo soy yo, de mis enredos y desenredos».
La Madeja es un espectáculo rojo, porque ese fue el color con el que la artista imaginó desde el primer momento el número y, por supuesto, la indumentaria elegida es un vestidito rojo de ganchillo.
A Irene no le resulta fácil definir qué es para ella el equilibrio, así que resopla primero y responde después: «Es un momento de fragilidad, es el intervalo entre los desequilibrios».
Continúa diciendo que «aparte de ser mi profesión y a lo que me dedico en la vida, es un camino que elijo y que me lleva a otros muchos lugares, es un camino muy fino que me abre otros muchos caminos».
Respecto a si se puede vivir o no del alambre, Irene afirma que «vivir siempre se vive aunque al final uno vive como puede, y es verdad que yo lo estoy consiguiendo pero, como para cualquiera que se dedique a una disciplina artística, no es fácil».
Reconoce que a veces no queda otra que compaginar esta profesión con otra cosa «con lo que vas pudiendo» pero «siempre vuelves» y confiesa que «aunque al final el dinero venga de otros lugares, siempre vivo con el alambre alrededor».
De Paz explica que el equilibrismo es una disciplina muy difícil de aprender pero en cambio, con respecto a la respuesta del público no es la más agradecida «puede llegar a aburrir ver a alguien caminando sobre una línea, pero mi espectáculo es más visual y dinámico y no están viendo solo a alguien que camina sobre un cable sino que están viendo también la historia».
Irene De Paz muestra sobre el alambre los «enredos» de la vida
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