Los estereotipos sociales y la ausencia de referentes son el principal freno a la matriculación femenina en carreras técnicas. Y esto empieza en casa.
El término STEM engloba a los grados universitarios relacionados con las Ciencias, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas, ahora mismo en España, al igual que en todas las universidades que facilitan sus datos en el mundo occidental, existe una brecha de género que llega a ser del 20% de mujeres frente al 80% de hombres, cuando por norma general se encuentra a más mujeres que hombres en la comunidad universitaria.
Entre los 15 y los 16 años, cuando se toma la decisión entre el bachillerato técnico, el sanitario o el de humanidades, ciencias sociales o artístico, aún quedan muchísimas chicas a las que les gustan las matemáticas. Es esa la edad a la que asumen mayor responsabilidad en los cuidados del hogar, la carga doméstica de las adolescentes llega a doblar a la de sus compañeros de clase, y los chicos comienzan a trabajar fuera de casa de repartidores, en un taller, en una obra… Las chicas lo harán limpiando escaleras, cuidando niños o de camareras.
A los hijos se les dota de mayor confianza, y campañas publicitarias como la de la cadena de supermercados Carrefour “C de coqueta y C de constructor” contribuyen a este rol.
Hay padres que desaniman a sus hijas a que se matriculen en una carrera técnica excusándose en que son carreras largas y difíciles, cómo si un carrera corta y fácil garantizase un puesto de trabajo tras la graduación, y obviando que las mujeres superan en la nota de selectividad a los hombres y en la matrícula de los Dobles Grados.
En la familia se sigue esperando que las hijas sean las cuidadoras del orden familiar, y se les anima inconscientemente hacia carreras asistenciales, que están peor remuneradas y tienen mayores tasas de desempleo.
Los datos de la OCDE nos dicen que solo un tercio de las titulaciones en Ingeniería tienen nombre de mujer. Sigue extendido el estigma sobre las que se atreven: son feas, son lesbianas, van a la universidad a buscarse un marido.
Son pocas las que se matriculan, y además son demasiadas las que abandonan la carrera, ser la única chica de la clase ante miles de ojos masculinos que han estado sobre motivados en su casa no debe ser nada fácil.
Y solo podemos observar ese mundo civilizado y occidental, pasando por alto que a las niñas que quieren acceder a la educación primaria en países como Afganistán les disparan en la cara. O que los embarazos de las adolescentes tras una violación suponen la expulsión de la educación secundaria en países de América Latina y el Caribe.
Empresas de telecomunicaciones y de suministro eléctrico intentan motivar a las estudiantes a decantarse por las carreras técnicas, y tienen muy identificado que no conseguirán su bonus por responsabilidad social en cuanto a género mientras sus campañas hacia la infancia repliquen los roles de género con los que ahora, solo hemos conseguido que haya en España un 37% de mujeres en Ingenierías y Arquitectura.
Las mujeres que participan de la Industria se aproximan desde la Economía o la Investigación Social, desde la Administración de Empresas, por lo que las adolescentes no tienen referentes claros de empoderadas en el sector graduadas en STEM.
No solo es una cuestión universitaria, también se reproduce en los ciclos formativos, y ahí sí que se está hipotecando claramente el futuro de las trabajadoras, que estarán condenas a un salario mediocre y a tasas de paro altísimas como peluqueras, mientras ellos podrán aspirar a una posición acomodada como mecánicos industriales.
Básicamente es una discriminación que se crea en casa, con los juguetes, películas y ofertas de ocio que se le proponen de forma diferente a niños y a niñas. Con las tareas domésticas que se les imponen a las niñas y de las que están liberados los niños, relacionado con el tiempo disponible que le queda a uno y a otra para desarrollar su creatividad y su curiosidad. Con quién acompaña a papá al taller del coche y quien acompaña a mamá al supermercado, quién tiene un maletín con herramientas de plástico y quien prepara tartas de plastilina.
No sé trata de que todas las niñas de hoy sean ingenieras mañana, desde las Ciencias Sociales seguiremos denunciado las desigualdades, desde las Humanidades reclamaran más autoras o desde las Sanitarias más atención a la salud de la mujer, porque lo que de verdad importa es que las niñas de hoy, mañana sean la mujer que les de la gana de ser.
Los frenos a la matriculación femenina en carreras técnicas
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