PARTE III: Punitivismo vs. antipunitivismo

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UNA EXPERIENCIA DE ACTIVISMO FEMINISTA. DIFICULTADES, CONTRADICCIONES Y POSICIONES INCÓMODAS
PARTE III: OTROS SITIOS INCÓMODOS. OTRAS TENSIONES NO RESUELTAS: Punitivismo vs. antipunitivismo:
Para terminar, querría hacer una alusión a una última cuestión que me preocupa últimamente: la deriva punitivista de determinados sectores -quizás los más visuales, visibles y mediáticos- del Feminismo.
En los últimos tiempos el reclamo de mayores y más gravosas penas para los delincuentes machistas se ha convertido en uno de los principales ejes de vindicación en las manifestaciones y, en general, en la respuesta social que el Feminismo da constantemente en las calles.
Por un lado, estoy segura de que no todo el Feminismo comulga con esta deriva (prueba de ello son los múltiples artículos, libros, ensayos… de signo contrario, que podemos encontrar y de los que yo recojo algunos en la bibliografía), pero es el sector más silencioso; el que menos interesa a los medios; y el que menos interesa al sistema y a los medios a su servicio.
Por otro lado, en las multitudinarias manifestaciones que han recorrido en el último año el Estado Español (25 de noviembre, 8 de marzo y, especialmente, las movilizaciones surgidas a raíz de la sentencia de La Manada) aglutinaron a muchas más personas de las que habitualmente integran el movimiento o el activismo feminista. Si fueron tan multitudinarias es porque a ellas también se unieron personas movilizadas, no tanto por una sensibilidad feminista o contraria a la hegemonía heteropatriarcal, sino más bien invadidas por la rabia, la indignación y el deseo de venganza (sentimientos todos ellos legítimos ante los crímenes perversos que nos azotan día tras día, con el correspondiente azuce de los medios de comunicación).
A los pocos minutos de hacerse pública la sentencia de La Manada se convocaron manifestaciones y movilizaciones en todo el territorio español. Todavía no habíamos tenido tiempo de leernos los casi 400 folios de la sentencia (a mi juicio estratégicamente larga y densa) y teníamos que decidir si salíamos a la calle o no, si Polamiúda se unía y secundaba a todo el Feminismo unido en bloque o no.
Nadie cuestionaba que había que salir, sólo se cuestionaba si podíamos salir desde el punto de vista de la logística (si íbamos a poder estar la mayoría y si nos daba tiempo a convocar y a difundir). Sólo yo tenía dudas de la oportunidad. Me sentí sola y me sentí mal. Sentí que quizás no estaba siendo todo lo feminista que yo me creía, que me estaba posicionando con tibieza frente a los violadores, que estaba siendo tremendamente injusta e insensible con la víctima.
Las dudas que yo exponía entonces en el grupo eran, por un lado, que no habíamos tenido tiempo de leer la sentencia (les pedí en un ataque de inconsciencia, que me dejaran leerla antes de decidir cómo actuar pero, obviamente, no pude leer ni la cuarta parte antes de media tarde y apremiaba tomar una decisión) y que las cuestiones jurídicas se rebatían con argumentos jurídicos (soy jurista); que salir en caliente a pedir más cárcel para los delincuentes es más propio de la Edad Media que de un supuesto Estado democrático y de Derecho en el que, por lo visto, dicen que vivimos; que yo siempre había sido crítica con manifestaciones similares surgidas al socaire de crímenes inmundos exigiendo venganza; y que la violencia machista no se solucionaba con más prisión, sino que requería de una intervención integral y transversal en todo el sistema, empezando por la Educación, en materia de igualdad.
Muchas de las compañeras coincidían en algunos aspectos pero no podían olvidar todo el sufrimiento que este proceso nos había ocasionado a las mujeres y que la tipificación del abuso sexual, y no de la violación, era la guinda de un pastel que no nos íbamos a comer. Esta vez no.
Finalmente, asumiendo el sentir mayoritario, convocamos una concentración a las 20 horas a la que vino un número no pequeño de gente (entendido en términos relativos atendiendo a la afluencia habitual de las escasísimas acciones reivindicativas y de protesta que tienen lugar en mi pueblo).
Finalmente convinimos una concentración en la que todas nos sintiéramos cómodas, acogiendo el rechazo a una resolución judicial machista –no poco dura, no escasamente ejemplarizante, no penológicamente blanda, no; sino machista- sin caer en el “ojo por ojo” ni reclamar una penalidad más dura (ni siquiera haciendo alusión a una penalidad concreta) ni dirigir nuestra ira a los victimarios.
Redactamos y leímos un manifiesto que acogía la posición que sí nos unía a todas obviando las cuestiones en las que había discrepancia. A todas –incluida a mí- nos parecía insultante que un Tribunal entendiera que no existía intimidación tras establecer como probados ese relato de hechos. No había nada más que juzgar. Nosotras no íbamos a entrar a hacer una valoración alegre de la prueba (de una prueba que se había practicado con todas las garantías durante toda la instrucción y durante todas las sesiones de juicio oral) en unos minutos; ni íbamos a regatear 15 años en vez de 9. Nosotras queríamos formar parte de una jornada clave, punto de inflexión en la historia del Estado Español, por su repercusión en la tradición machista y en la concepción machista de la Justicia. Nosotras queríamos sumarnos a un movimiento que pretendía poner en evidencia que un órgano encargado de impartir Justicia no puede ser parte del problema. Nosotras queríamos poner a este sistema contra la pared y darle un ultimátum: o invertimos esfuerzos serios en que cada persona que trabaje en la Administración Pública, especialmente si va a impartir Justicia, adquiera perspectiva de género, o vamos a hacer mucho ruido. Y de paso, mover y agitar todos los foros posibles para empezar a hablar de lo realmente trascendente: o nos tomamos la violencia sexual como un problema educacional, o acabaremos en una guerra de Manadas.
El tema es demasiado amplio como para abordarlo con rigor y profundidad, pero, grosso modo, coincido más con el Feminismo Antipunitivista o Anticarcelario que con este Feminismo tan ruidoso. Sé que no están bien vistos los posicionamientos blandengues, pero asumo el riesgo. Sé que el pacifismo no ha dado los frutos que esperábamos.
Sé que el buenismo carece a veces de fundamentos ajenos a la religión. Pero yo no hablo de buenismo, ni de misecordia, ni de compasión. Hablo de, por un lado, contemplar la pena de prisión como una herramienta gravosísima, poco eficiente en la erradicación de conductas antisociales y tremendamente desestructuradora de los individuos; y por otro, de contemplar la violencia machista como un problema estructural, antropológico y social, y no como casos individualizados de criminales machistas (que no dejan de ser “hijos sanos del Patriarcado”) y que, por tanto, requiere de soluciones integrales, complejas y radicales.
Mientras seguimos buscando mecanismos de realización de la Justicia alternativos a las prisiones (tantas veces referida como un “mal necesario”) debemos exigir, al menos, que la misma se aplique bajo el estricto cumplimiento del principio de intervención mínima.
Como propuestas, para iniciar una andadura por este interesantísimo camino, me quedo con Rita Segato y Angela Davis, ambas feministas antipunitivistas y anticarcelarias e inspiradores de parte de las reflexiones vertidas en este trabajo que debería haber terminado hace unos cuantos miles de palabras.


[1]
Fragmento del manifiesto leído el día de la concentración convocada con ocasión de la Sentencia de la Manada (traducido al castellano del gallego):
(Tras la lectura de los Hechos Probados) ¿Alguien de los aquí presentes puede cuestionar que en este relato hay violencia? ¿Alguna persona  sana puede pensar que aquí hay un consentimiento “viciado” en vez de una profunda intimidación  paralizante? ¿Alguien duda de que el tribunal ha equiparado ausencia de violencia e intimidación con ausencia de resistencia heroica?, ¿con instinto de supervivencia?
¿Qué más tenemos que demostrar las mujeres si ni cuando a los 18 años nos penetran, en grupo, por la boca, por la  vagina y por el culo; cuando  eyaculan varios hombres sobre nosotros; cuando al tiempo lo  graban y difunden en vídeo; se acredita que fuimos agredidas  sexualmente?
(…)
Esta agresión no sólo fue una de tantas, no fue sólo una más de las que cada 8 horas se denuncian en España… Fue también el acicate para que las mujeres gritáramos ¡basta ya! Basta ya de violarnos. Basta ya de tener que demostrar que somos puras. Basta ya de que se nos exija oponer una resistencia que nos cueste la vida si no queremos convertirnos en las  principales sospechosas y culpables de nuestras propias  violaciones. Basta ya de ser juzgadas y  vilipendiadas por los medios de comunicación, por las instituciones, por la judicatura y por un sistema que, en sí mismo,  rezuma machismo por  doquier.
Esta agresión sexual que cinco hombres cometieron contra una mujer de 18 años fue seguida de una campaña de descrédito que pretendía poner en entredicho la “honra” de la víctima. Pero  ¿qué honra señores? ¿qué honra? Que esto no va de honras, esto va de  indemnidad, de integridad y de libertad sexual. Del derecho que tenemos todas las mujeres a escoger cuándo, dónde y con quién mantenemos relaciones.
En un sistema cada día más punitivo, donde el derecho penal está totalmente alejado del principio de intervención mínima, donde se condena a prisión a  raperos,  twitteras, cómicos y  titiriteras. En este escenario, a nosotras, a las mujeres, se nos exige un esfuerzo  probatorio  ímprobo y, muchas veces imposible, para demostrar que NO ES NO. Porque después de ser violadas tenemos que demostrar que nos resistimos con todas nuestras fuerzas, tenemos que tener un relato coherente, persistente y sin  contradicciones de las 15 agresiones sexuales a las que nos acaban de someter cinco hombres, tenemos que tener marcas de la violencia, de la resistencia; y tenemos que dar muestra de que hemos quedado “suficientemente” traumatizadas después y de que fuimos “suficientemente” castas antes.
(…)
La Justicia emana del pueblo, pero es ejercida por jueces y magistrados; por señores que no siempre representan al pueblo, porque el pueblo también somos nosotras, en concreto la mitad de él. Por señores que desconocen el contexto en el que acontecen las agresiones a las mujeres, que vivieron siempre en la parte alta de la balanza, que no pueden entender que media manada sobraba para intimidar a la más valiente, que estamos demasiado acostumbradas, que tenemos demasiado  interiorizado, desde pequeñas,  cómo podemos responder a las agresiones; (…)señores que no saben que cuándo éramos niñas y un hombre nos mostraba sus genitales por la calle, ni siquiera lo decíamos en casa porque pensábamos que éramos nosotras las que habíamos hecho algo malo; Señores que nunca en su vida se verán desnudos en un portal, rodeados de cinco personas que les duplican el peso ansiosas por penetrarlos por todos los agujeros de su cuerpo… Señores que no saben  qué es la violencia ni  qué es la intimidación.
Señores que nos dicen, a nosotras, a las que ya fueron víctimas, a las que aún lo podemos ser, y a los eventuales agresores, que si no luchamos hasta la muerte, será que algo querríamos…
Nosotras no queremos venganza. Polamiúda no luchará por el endurecimiento de las leyes. Ni por penas más graves. Ni por más represión. Lo que queremos es justicia. Y es de justicia reconocer nuestro derecho a consentir y nuestra capacidad para decidir.
¡Por una justicia también para las mujeres!
 
 
REFERENCIAS Y FUENTES BIBLIOGRÁFICAS CONSULTADAS:
https://www.infobae.com/sociedad/2017/05/16/la-contradiccion-de-ser-feminista-y-no-querer-carcel-para-los-violadores/
http://www.mujeresnet.info/2012/02/feminismo-anticarcelario-angela-davis.html
https://campazgz.wordpress.com/ (web del Colectivo de Apoyo a Mujeres Presas de Aragón, donde se recogen varios artículos y reflexiones sobre feminismo antipunitivista)
http://ctxt.es/es/20170315/Politica/11576/Feminismo-Violencia-de-g%C3%A9nero-Rita-Laura-Segato-La-guerra-contra-las-mujeres-Nuria-Alabao.htm
https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map45_segato_web.pdf
https://losinrocks.com/feminismo-los-peligros-del-punitivismo-df1e397bf885
http://latfem.org/hiperlogica-patriarcal-la-reincidencia-de-las-violaciones-una-contestacion-feminista-al-punitivismo/
Davis, A., (Ed.)(2016). Autobiografía. Ed. Capitán Swing.

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