Esta es la historia de Silvia. Silvia vive en Barcelona.

Meritxell Cabezon Arbat
Meritxell Cabezon Arbat
Abogada de derecho penal y de familia. Feminista desde que aprendí lo que significaba. Ex Diputada por el PSC.
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Esta es la historia de Silvia. Silvia vive en Barcelona. Silvia siempre quiso ser madre, tener un hijo propio, pero la vida no le correspondió con una pareja adecuada para ello. Su novio, al que ella tanto quería, pero él la quería a su manera, no podía tener hijos propios.
Silvia, se sometió siendo soltera a un proceso de inseminación por medio de  donante y quedó en estado. Procedimiento que le regalaron sus padres porque “ese hombre que tanto la quería” no quiso involucrarse en el proceso.
Durante el embarazo, su novio “que tanto la quería” la rechazó y repudió porque engordó, porque le salieron estrías, porque ya no la deseaba, porque estaba embarazada de “otro hombre”. Influenciada por la familia se casó embarazada de 5 meses con ese “hombre” que tanto la quería, ese hombre que no la dejaba salir, que le controlaba el whatsapp, que no le dejaba tener amigas, que le manifestaba que su trabajo como funcionaria pública era una tontería; pero según la familia, “eso era normal”.
Silvia, le regaló a su hijo.
Cuando nació el niño, Silvia y su hijo sufrieron las iras de “ese hombre que tanto la quería” por las noches sin dormir, el repudio por la lactancia “no quiero tocarte, tus tetas supuran leche, me das asco”, “ese niño no es mío, no tengo por qué levantarme por la noche” llegando incluso a poner el niño a las 3:00 am de la madrugada en la ducha con agua fría porque había vomitado provocando daño al menor.
Ese “hombre que tanto la quería”, al fin se fue, se marchó; y no quiso ver al niño; pero cuando le manifestaron que se había contratado un abogado para tramitar una guarda y custodia materna y que le pertocaba abonar una pensión de alimentos, cambió todo.
Instó una demanda para solicitar la custodia compartida del menor, manifestando que Silvia no le dejaba ver al niño. Nadie cuestionó esa versión, nadie miró por el interés del niño, todo el mundo dio por supuesto que era verdad, cuando Silvia; continuó residiendo en su misma casa y el niño acudía al mismo colegio. Nadie escuchó a Silvia, nadie vio que el niño tenía tan solo 3 años y siempre le había cuidado Silvia. Nadie se cuestionó nada. Nadie quiso ver los vídeos del niño en los que lloraba amargamente cuando tenía que irse con “su padre”. Nadie quiso mojarse. Nadie la dejó hablar.
Nadie hizo nada cuando su hijo de 4 años le manifestó que su padre se duchaba con él y le había tocado el pene. Nadie le cuestionó. La asistenta social que llevó su caso le manifestó que o paraba o le quitarían a su hijo, que eso era que no quería que “ese hombre que tanto la quería” estuviera con su hijo, que era un buen padre.
Cuando “ese hombre que tanto la quería” lo reconoció y Silvia enseñó todas las comunicaciones con el padre, la asistente social cambió de versión y le manifestó que “ser un garrulo no le impide ser buen padre” y que “no hacía falta que tuvieran tanta comunicación, que le agobiaba”. Nadie hizo nada. Silvia está sola. Silvia sufre violencia institucional.
Ahora, Silvia, es una víctima de las violencias invisibles; y su hijo. Silvia ve como “ese hombre que tanto la quería” es incapaz de llevar a su hijo a las actividades extraescolares, por que como le manifiesta; “no quiere”.
Silvia, ve como “ese hombre que tanto la quería” no le deja hablar con su hijo cuando está con él, Silvia sufre cada día por que su hijo le dice “que ese hombre que tanto la quería” la odia; y su hijo lo sabe.
Silvia sufre por que su hijo es utilizado como moneda de cambio incluso llegando a cortarle el pelo en contra de su voluntad.
Silvia observa como “ese hombre que tanto quiere a su hijo” obliga a su hijo a llamar mamá a su nueva pareja.
Silvia sufre cuando su hijo le dice que quiere hablar con un juez y que le escuche.
Silvia sabe que nadie va a hacer nada por ella y por su hijo; Silvia sabe que “ese hombre que tanto la quería” sabe llegar hasta la línea roja del maltrato sin traspasarla.
Silvia ve como ella es solo una mera espectadora de la vida de su hijo.
Pero él no tiene reproche social. Él es un buen padre para la sociedad. Él se ha encargado de aislar socialmente a Silvia.
Silvia es difamada en el colegio, llegando a manifestar que es la madre quien le prohíbe acompañar a su hijo a las actividades extraescolares.
Silvia sabe que “ese hombre que tanto la quería” ha organizado a las madres para que sea aislada y le han manifestado que no quieren que sus hijos hagan extraescolares con su hijo porque ella es una mala madre y una mala persona.
Silvia tiene que justificarse ante el colegio siempre y en cada uno de los cursos que cursa su hijo porque dan por cierta la versión del padre.
Silvia tiene que enseñar el registro de Whatsapp con “ese hombre que tanto la quería” para que vean que ella siempre pregunta sobre la educación de su hijo y es “ese hombre que tanto la quería” quien se niega sistemáticamente a que su hijo haga ninguna actividad.
Silvia sufre el boicot social de una sociedad que no escucha ni cuestiona.
Silvia es una víctima de la violencia silenciosa, de una sociedad patriarcal, pero como Silvia no tiene un parte de lesiones ni tampoco ha muerto, porque es fuerte y lucha por su hijo; no importa.
Silvia es una mujer real, esta es su historia real; pero como ella hay muchas, y este es mi homenaje a una de las mujeres más fuertes que conozco. Silvia va a luchar, Silvia va a pelear, porque siempre quiso ser madre; aunque “ese hombre que nunca la quiso” no quisiera, y Silvia sabe que su hijo crecerá, y alguien; en algún momento, la va a escuchar.
 

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Comentarios

  1. Que texto tan triste, pero verdadero. No importa cuál sea nuestra versión, siempre van a creer la versión de ese hombre que «tanto nos quiere». Gracias por compartir. Un abrazo

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