Autocoñocimiento y feminismo:

EstherTauroni Bernabeu
EstherTauroni Bernabeu
Doctoranda en Políticas de Igualdad, Licenciada en Historia del Arte, Técnica en Igualdad, Activista, Ingobernable, Investigadora y Mujer.
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Cuando hablamos de feminismo, hablamos de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, de brecha salarial, coeducación, reparto de las tareas de cuidado, equidad, corresponsabilidad, visibilización de las aportaciones de mujeres, igualdad real y efectiva que ha sido imposible alcanzar en una sociedad patriarcal y machista.
Expresiones, bajo mi punto de vista, como “Por mis cojones” o “Por mis huevos” creo que además de rancias denotan una violencia y una carga autoritaria por razón de sexo con evidentes connotaciones misóginas y por lo tanto detestables desde el feminismo. Son frases a las que tras años  de tener interiorizadas desde el sometimiento y la abnegación hemos conseguido que sean censuradas y obviadas de los escenarios públicos por considerarlas ofensivas para las mujeres.
¿Qué sentido tiene que ahora las mujeres utilicen esos mismos términos con el “fin” de empoderarnos? ¿No resulta igual de tirana, vulgar, despectiva, discriminatoria y desigualitaria esa terminología?
Charlas sobre “autocoñocimiento”, “chocho charlas”, “locas del coño” “frikis de los coños” son familiares al concepto sexista que tantas veces hemos criticado de “coñazo” y que, sin embargo actualmente utilizan grupos de mujeres que se llaman feministas.
Una de nuestras luchas es el estudio del lenguaje sexista y otra la sensibilización sobre la utilización de un lenguaje inclusivo.
En el estudio de usos del lenguaje,  algo que utilizamos para demostrar la discriminación lingüística son los binomios perro-perra, lagarto-lagarta, zorro-zorra, guarro-guarra, ser la polla-ser un coñazo y descubrimos así la carga peyorativa que tienen determinadas palabras. Así pues ¿Qué estamos haciendo utilizándolas para identificarnos?
Si estamos luchando por la igualdad de oportunidades y desentramando el sistema sexo- género, así como la estereotipación, tratando de visibilizar las desigualdades históricas, culturales y sociales por este motivo, flaco favor nos hacemos, en mi opinión, adaptando ese lenguaje machista a la inversa.
Si hablar de falocencismo supone hablar de androcentrismo y por lo tanto de machismo, hablar de coñocentrismo nos llevará al mismo extremo y, en ninguno de los casos podremos hablar de igualdad y mucho menos de feminismo.
Vengan de donde vengan, y me refiero tanto a hombres como mujeres, los lenguajes que recurren a la sexualidad son sexistas e igualmente discriminatorios.
Quienes hablan en nombre de su coño, de su chocho o de jornadas de autocoñocimiento, deben hacerlo en nombre del hembrismo, no del feminismo puesto que ello además de perjudicarnos se opone con la lucha que desde hace años iniciamos.
Jamás el feminismo ha sido violento, sino amable, negociador, dialogante e inclusivo. En esa misma línea debemos avanzar.
 
 
 
 

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Comentarios

  1. Esther, soy una feminista que lleva años luchando, imagino que como tú, para conseguir, no sólo la igualdad de la que hablas, sino que se me visibilice, a mí, a mis luchas como mujer, a mis compañeras, nuestra sexualidad, nuestra diversidad, nuestro trabajo, nuestra voz. Desde el inicio de tu texto he echado en falta esa palabra: lucha. En el segundo párrafo encuentro el adjetivo «rancio» y continúo leyendo «ofensivo para las mujeres». Más adelante, tienes el valor de usa la palabra «vulgar», de quitar la etiqueta feminista, de insertar en negativo la «lucha por el lenguaje inclusivo», de usar el término machismo, el verbo discriminación y le pones el punto final con el término «hembrismo». Esto, Esther, es recurrir a un moralismo digno de revisión y no haberse enterado de nada. Es más, creo, desde una profunda tristeza, que argumentos como los tuyos, peyorativos, discriminatorios y muy alejados del feminismo que yo entiendo, son carnaza para el sexismo y el patriarcado que dices que enfrentas. No compañera, los tiros no van por ahí. Tu artículo me ha resultado un ataque, una opinión subjetiva peligrosa. Yo, en tu feminismo, no quiero estar.

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