En el último año, para quien no se haya percatado, la sociedad civil española ha estado envuelta en una Revolución. No es ese tipo de Revolución en la que el pueblo ejecuta a un enemigo común, es aquella en la que, a través del conocimiento, el lenguaje, la música, la literatura o la protesta pacífica se busca un cambio socio estructural. Nosotras estamos acudiendo a lo que muchas autoras reconocen como la nueva revolución del Siglo XXI: La Revolución Feminista.
El objetivo de la Revolución Feminista no es más ni menos que acabar con la dinámica sexista y patriarcal que desde siglos ha imperado en la sociedad española. Por desgracia las desigualdades de género afectan a todos los campos sociales, incluido el de la salud.
A las mujeres se nos ha impuesto una serie de roles complejos; se espera que seamos perfectas esposas, trabajadoras, madres y todo eso edulcorado con una presencia física perfecta. Es esa idea de perfección la que nos lleva a sentir presión y terminemos sufriendo enfermedades mentales, ¡pero esto no acaba aquí! Tenemos un segundo frente que puede llevar a trastornos mentales: el sufrir violencia de género por el simple hecho de ser mujeres y ser consideradas inferiores. Tal es el impacto que tiene dicha violencia en la salud de la mujer que se ha convertido en problema de salud pública.
A pesar de estas dos realidades, desde la psiquiatría y la psicología a las mujeres se nos ha tratado como hombres, sin entender nuestra realidad y nuestros roles. A pesar de tener pruebas de esas diferencias a partir de la Encuesta Nacional de Salud, el 25 % de la población femenina está en riesgos de sufrir enfermedades mentales frente al 14% de los hombres o que el 85 % de las mujeres con problemas de salud mental están medicadas frente al 15% de los hombres, todavía hay escasas actuaciones para incidir sobre ello.
La Revolución Feminista, debe hacer un espacio en su apretada agenda y luchar para que se incluya la perspectiva de género a la hora de tratar dichos trastornos. Una perspectiva que se debe de tener en cuenta desde el primer contacto médico- paciente, pasando por el tratamiento prescrito, hasta las políticas sociales que se elaboran. En definitiva, tener una visión integradora del asunto donde se tenga en cuenta que las mujeres existimos en el mundo de las enfermedades mentales.
Sin embargo, antes de llevar a cabo esa lucha es necesario dejar de considerar las enfermedades mentales como un tabú y acabar con la precariedad en los servicios públicos de psiquiatría y psicología; falta de recursos, de formación y de profesionales, valoraciones superficiales, tiempos en consulta que son insignificantes, citas que no llegan etc.
Es hora de un cambio en el campo de la mujer y la salud mental, quizás con la Revolución Feminista que estamos presenciando sea posible. Solo hace falta escuchar a esas voces que están demandando ser vistas y ser reconocidas por lo que son; mujeres y sus circunstancias.
Género y salud mental
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A las mujeres se nos ha impuesto una serie de roles complejos; se espera que seamos perfectas esposas, trabajadoras, madres y todo eso edulcorado con una presencia física perfecta. Es esa idea de perfección la que nos lleva a sentir presión y terminemos sufriendo enfermedades mentales, ¡pero esto no acaba aquí!, porque la moral de la civilización del perverso varón en la instancia de su superyo, como heredera de la influencia paterna adscribe importantísimas funciones, que encontramos en el sadismo masculino al reflejarse en la obligada imposición sobre la mujer a un rol pasivo masoquista.
“Tenemos un segundo frente que puede llevar a trastornos mentales: el sufrir violencia de género por el simple hecho de ser mujeres y ser consideradas inferiores. Tal es el impacto que tiene dicha violencia en la salud de la mujer que se ha convertido en problema de salud pública”, porque en la genocida civilización patriarcal preexiste la ambigüedad sexual sádico – masoquista particularmente intensa sometiendo a la mujer y satisfaciendo su perversión transformándola en un ser pasivo – masoquista; satisfacción del deseo masculino y al mismo tiempo una satisfacción masoquista de la mujer, siendo para el varón una satisfacción del impulso punitivo, es decir, una satisfacción sádica.
“A pesar de estas dos realidades, desde la psiquiatría y la psicología a las mujeres se nos ha tratado como hombres, sin entender nuestra realidad y nuestros roles. A pesar de tener pruebas de esas diferencias a partir de la Encuesta Nacional de Salud, el 25 % de la población femenina está en riesgos de sufrir enfermedades mentales frente al 14% de los hombres o que el 85 % de las mujeres con problemas de salud mental están medicadas frente al 15% de los hombres, todavía hay escasas actuaciones para incidir sobre ello”, porque el varón queda atrapado en su irresoluble perversión y ambigüedad sexual. La situación de la niña – mujer la imposibilita de padecer éste proceso y no lo es posible tampoco “convertirse” en una perversa irresoluble y una ambigua sexual en el sentido que presenta el varón fálico. Lo anatómico, es director irreversible. Percibir, considerar y estar pendientes de éste proceso en lo infantil, con la finalidad de resolver éste desencadenamiento del varón es prioritariamente lo educativo y sólo lo podría materializar el real poder de lo femenino; la mujer.
“Es hora de un cambio en el campo de la mujer y la salud mental, quizás con la Revolución Feminista que estamos presenciando sea posible. Solo hace falta escuchar a esas voces que están demandando ser vistas y ser reconocidas por lo que son; mujeres y sus circunstancias” y otras alternativas de “negociación” con el perverso varón entrarían en el terreno de la ilusión o más bien, de la alucinación. Con el poder que somete, no se debe negociar. Negociar con el perverso varón actual, sería para el feminismo el cese de una activa percepción y de la conciencia normal de la vida, en el área donde arrecian los sentimientos, deseos, intereses y actos del genocida patriarcado.
La incapacidad del genocida perverso patriarcado de la izquierda a la derecha para desarrollar una exposición ordenada del recorrido de la civilización en cuanto la misma coincide con su irresoluble perversión y ambigüedad sexual, integra una gran importancia teórica para la Ciencia de lo femenino.
Para que lo femenino pueda modificar la genocida perversa civilización patriarcal, es necesario aquilatar la acumulación de la gran cantidad de “experiencia” en sus sistemas mnémicos y la diversa fijación de las relaciones provocadas en este material mnémico, por distintas adaptaciones, en el transcurso de milenios por las sucesivas generaciones del varón; irresoluble perverso y ambiguo sexual.
El sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.
El discurso de la acción femeninológica, de mi ciencia de lo femenino (Femeninologia), expone al varón frente a aquello que ha silenciado en el pasado; el fundamento agresivo que encubre con su hipócrita moral y ética patriarcal, que se demuestran insostenibles en el presente.
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina