Asistí los pasados 27 y 28 de octubre al I Congreso Internacional en Coeducación y Género celebrado en Leganés. La profesora María Isabel Menéndez, de la Universidad de Burgos, durante su intervención respondía así a la pregunta ¿por qué coeducar?: “porque la educación es lo único que salvará a las niñas de la pobreza y de la violencia”.
Desde la fuerza y el entusiasmo de las mil mujeres (no llegaba al 10 por ciento el número de hombres) que allí nos reunimos a compartir experiencias y plantearnos retos para el futuro, me dirijo a toda persona que se dedique a la educación.
Si estás de acuerdo en que la violencia de género es una lacra en nuestra sociedad. Si miras con buenos ojos los proyectos educativos para el cuidado del medio ambiente, de educación vial, de educación para la salud o para la paz. ¿Qué te hace sospechar de cualquier iniciativa sobre feminismo, educación afectivo-sexual o prevención de la violencia machista?
Las leyes lo dictan: la LOMCE, la Ley para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, la Ley de protección integral contra la violencia de género. Y lo dicta también nuestra ética profesional no sólo ante las casi mil mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas desde 2003, sino ante los datos aplastantes sobre embarazos adolescentes, sobre el número creciente de agresiones sexuales y violencia machista entre menores, sobre pobreza, precariedad, paro y violencia que recaen sistemáticamente sobre las mujeres de nuestro país.
Me dirijo a ti que formas parte de un equipo directivo de cualquier centro escolar, a ti que das clase en un instituto, en un colegio de primaria o infantil. ¿Qué es lo que te detiene? ¿Te da pereza? ¿No sabes cómo empezar? ¿Tal vez te incomoda? ¿Te hace sentir cuestionada tu labor docente? ¿Incluso tu vida personal? ¿Es eso? ¿Te da miedo?
Aquí tienes algunas pistas para empezar:
- Revisa tus prejuicios sobre lo que esperas de niñas y niños, chicas y chicos, sólo por su género. Revisa cómo afecta esto a tu forma de dar clase, de relacionarte con tus estudiantes y de evaluar.
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Recapacita sobre los materiales que utilizas. ¿Son igualitarios? ¿Se visibiliza en ellos a las mujeres en la misma medida que a los hombres? ¿Quizás algunos de estos materiales contribuyen a perpetuar estereotipos de género?
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Presta atención a tu uso del lenguaje. Pregúntate si es inclusivo, si trasmites al hablar un trato igualitario y respeto a la diversidad.
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Proponte iniciar o participar en actividades que promuevan la reflexión sobre las desigualdades entre mujeres y hombres y faciliten la ruptura con estereotipos sexistas y la creación de nuevos imaginarios sobre cómo estar en el mundo.
Coeducar es educar en todo eso que habitualmente consideras asuntos muy importantes (los buenos tratos, la ciudadanía responsable, la solidaridad). No hacerlo es negligencia profesional. No coeducar es perpetuar la desigualdad estructural que perjudica a toda la sociedad pero sobre todo a las mujeres. Es mantener y reforzar en los chicos su situación de privilegio y sus actitudes de dominación y mantener y reforzar en las chicas su situación de inferioridad civil y sus actitudes de indefensión aprendida. No coeducar es normalizar la violencia y la desigualdad ante nuestro alumnado. Coeducar no es más que educar en el respeto a las demás personas.
Así que ponte a ello. Sacúdete la pereza, indaga cómo, fórmate, siente la incomodidad, acéptala, aprende de ella, asume el reto de cuestionarte, de mirar críticamente qué enseñas y cómo lo enseñas. Si eres profesional de la educación, debes coeducar. A las niñas y las mujeres nos va la vida en ello.
Julia Rípodas
Profesora de Educación Secundaria. Badajoz