Los hombres buenos del patriarcado

Maitena Monroy Romero
Maitena Monroy Romerohttp://www.autodefensafeminista.com
Activista feminista y profesora de autodefensa feminista
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Es frecuente escuchar en las causas contra los maltratadores y/o agresores sus bondades o que tienen muchas cosas buenas y, efectivamente, no son psicópatas ni hombres que no sepan controlar sus impulsos y seguro que tienen cosas buenas. Son, simple y llanamente, hombres machistas que saben dirigir y orientar su ideología hacia su objetivo: el control y subordinación de las mujeres, las “propias” y las “ajenas”. Mientras la derecha patriarcal cabalga por España y nos habla de los hombres buenos frente a esos locos que matan y asesinan. Mientras la derecha patriarcal cabalga por España, nos habla de los hombres buenos frente a esos locos que matan y asesinan; esa misma derecha que dice que los hombres también son maltratados y asesinados pero que no se sabe. Es difícil de saber los datos reales del maltrato por las propias características del mismo pero, oigan, los asesinatos son difíciles de esconder.
Frente a esa posverdad, de la construcción de la mentira como verdad, el asesinato de Laura Luelmo nos vuelve a golpear el corazón. Confiemos en que la indignación y la rabia que sentimos se conviertan en red de solidaridad y en compromiso individual y colectivo contra el machismo porque la reacción patriarcal ya está aquí.
En el caso de los agresores machistas, nadie espera que su hijo, su hermano o su vecino pueda ser un violador. A lo largo de la historia nos ha costado mucho entender los ejercicios de violencia y en las últimas décadas hemos intentando buscar el gen, la hormona, la patología que explique por qué un ser humano es capaz de torturar, agredir o matar a otro no solo sin pestañear sino justificando su acción. En el caso de la violencia machista es más grave si acaso porque muchas veces el agresor es alguien del entorno íntimo de la víctima, alguien con quién tenía una relación de confianza. Por eso resulta tan difícil actuar contra esta violencia que no responde a  los “ajenos”. Nuestro sistema está pensado para actuar frente a la violencia de los extraños pero no frente a la violencia de lo íntimo, que es una violencia que fundamentalmente afecta a las mujeres, de cualquier parte del mundo.
El foco de atención lo ponemos sobre los agresores materiales cuando nuestro contexto político, social, judicial y cultural nos está demostrando que el problema no está solo en quién ejerce la violencia, sino en quién tiene la capacidad de articular propuestas  políticas para la convivencia en igualdad, de quiénes tienen que aplicar la ley en defensa de los derechos humanos y de quiénes desde la cultura tienen que implementar un desarrollo cultural que plasme todas las realidades que configuran nuestra sociedad desde el respeto, el reconocimiento y la diversidad. No nos explicamos los valores sexistas de nuestras-os adolescentes pero seguimos pensando que en la erradicación de la desigualdad hay cosas que son menos importantes. Seguimos pidiendo a las mujeres “que salgan de la violencia”,  acusando a las mujeres de ser victimistas, sin comprender que la violencia no es una elección de la víctima sino una imposición del agresor.
Es cierto, que las mujeres somos socializadas en la indefensión y eso supone,  junto a otros elementos, la pérdida de la capacidad de agencia que es necesario que recuperemos para convertirnos en actoras de nuestras vidas. Pero recuperar esa capacidad de agencia implica reconocer la misoginia y la violencia que el sistema patriarcal ha instaurado en la categoría “mujer” junto a una modernidad que no ha dejado de situar el foco de atención sobre las víctimas, generando un manto de descrédito y de falta de autoridad de las mujeres para definir las situaciones de violencia vividas. El caso de las temporeras de Huelva, el de Juana Rivas, el de Ángeles González, son solo algunos de los ejemplos paradigmáticos de la justicia patriarcal. Que los violadores de la manada, hablasen con sus amigos de las “bellas durmientes” a las que iban a violar y que uno de los jueces que les juzgó viera una relación sexual placentera, forma parte de la misma misoginia de los agresores materiales pero también de los que agreden desde sillas o despachos, sin mancharse directamente de sangre. Que 750 jueces se sintieran linchados por las movilizaciones sociales contra la sentencia patriarcal habla de la falta de sentido democrático, porque las sentencias podrán ser acatadas pero no sé cuándo se perdió el derecho a la crítica social de cualquier acto de los poderes públicos que deberían defender aquello para lo que fueron creados, los derechos humanos.
Es hora ya de crear una alerta feminista, no de seguir transmitiendo el terror sexual con mensajes  de “cuidado con lo que haces que anda mucho loco por ahí suelto, no vuelvas sola a casa”. Una alerta feminista que facilite entender el contexto de desigualdad estructural, creando espacios para el empoderamiento individual y colectivo de las mujeres, dónde podamos reconocer cómo el sistema patriarcal nos ha atravesado para hacernos sentir culpables y avergonzadas de la violencia sufrida, para que podamos definir la propia violencia, pero a la vez para que reconozcamos nuestra capacidad de actuar, no solo frente a la violencia directa sino frente al conjunto del sistema patriarcal.
Estas navidades, antes de comprar un juego, como el “fortnite”, o “el red dead redemption”, sería necesario que cada quien se pregunte a sí mismo, a sí misma,  cómo le va a decir a su hijo que no puede imponer su violencia a una mujer y que la misma no es un juego ni una broma. Los hombres se siguen construyendo, de manera genérica, en el uso de la violencia y en ello tienen mucho peso los juego y las redes sociales. Normalizando desde lo micro a lo macro. Lo que pasa en el mundo del fútbol es solo un reflejo de esa masculinidad del “a por ellos” que además es fomentada desde las estructuras de poder.
Si usted trabaja en un hospital, en un centro educativo, en un banco, en un juzgado, en un parlamento, en una residencia de personas dependientes, en un medio de comunicación, en un transporte público, etc., pregúntese cuánta formación ha recibido sobre igualdad, qué compromiso tiene su empresa, su familia, su grupo de amistad y usted misma-o con la igualdad y ahí tendrá la respuesta de por qué las mujeres seguimos siendo agredidas, maltratadas, violadas y asesinadas por el hecho de ser mujeres. Porque la igualdad es una ficción sin compromiso cotidiano con ella.
¡Vivas, libres y empoderadas nos queremos!

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