A principios del S.XX, desafiando a la sociedad conservadora inglesa, la pintora Hannah Gluckstein obviando su identidad de género acercó la androginia al arte con una elegancia asombrosa, rompiendo estereotipos y roles convencionales tan teñidos en la sociedad victoriana.
Hannah nació en Londres en 1895, en el seno de una rica familia judía. Su padre, Joseph Glucktein era propietario de una cadena británica de restauración; su madre, Francesca Halle de origen estadounidense, era cantante de ópera; su hermano Louis se convirtió en un político conservador. Por su trayectoria posterior podemos imaginar cómo se sentía Hannah creciendo en una familia dónde los roles estaban tan marcados, las ideas tan estancadas y su futuro planeado hacia un provechoso casamiento. Un ambiente en el que se ahogaba y sentía frustrada por no poder desarrollar su proyecto vital.
A los 18 años, en 1913, Hannah comenzó a estudiar arte en St John’s Wood, una escuela al norte de Londres y centro de arte anglo-francés. Allí encontró su lugar, descubrió su disforia, se aceptó y cambió, cortando su pelo y empezando a vestirse con ropas masculinas. Paseaba por la ciudad con camisas a medida y zapatos de caballero. El descontento familiar era unánime, su padre pensaba que era una extravagante moda, su madre que había algo torcido en su cerebro; sin embargo ella, y pese a las actitudes de rechazo que recibía, siguió en el empeño de su individualidad y, no pudiendo reasignarse, suplió la ansiedad, falta de autoestima, irritabilidad y malestar por un empoderamiento intrínseco que manifestó con sus atuendos varoniles.
Hannah, que fue una mujer luchadora y valiente al terminar sus estudios en 1916, conociendo el entorno social y familiar, decidió no volver y se mudó a vivir a una colonia de artistas al oeste del valle de Cornwall, en Larmona, conocida como “Newlyn School”. En su nueva identidad empezó a llamarse Gluck y, pese a su disconformidad, su familia la apoyó económicamente lo que le permitió tener una vida independiente.
Al poco tiempo abandonó la colonia y se compró un estudio en Cornwall dónde residió sola. En esa época conoció a Romaine Brooks, también pintora de origen italiano a quien gustaba vestirse de hombre. Se dedicaron a autorretratarse y, además de una profunda amistad y respeto, había pasión. En esos años Gluck se convirtió en una afamada retratista y decoradora de interiores que insistía en ser reconocida como tal, «sin prefijo, sufijo ni comillas», sin que se identificase su arte con su género como tampoco con ninguna escuela artística o movimiento pictórico.
Puesto que a su fama le acompañaba la mejora de ingresos económicos, a finales de los años 20 adquirió una casa más grande en Hampstead. En esos años conoció a la talentosa decoradora florista llamada Constance Spry con quien convivió desde 1932 a 1936. La profesión de su compañera embriagó su obra que, en esos años dedicó casi exclusivamente a pintar motivos florales, muchos de ellos por encargo de clientes de su amada.
Terminada la relación, en 1936, Gluck conoció a Nesta Obermer, de la que se enamoró. Ella era una dama de la sociedad londinense que había contraído nupcias por conveniencia con un negociante norteamericano. Juntas disfrutaban de la lectura, teatro, conciertos y, inspirándose en una noche que acudieron juntas a la ópera, pintó “Medallion”, dónde aparecen retratadas fusionadas. Dudo encontrar en la historia del arte un retrato de pareja dónde se respire tanto amor, complicidad, igualdad y majestuosidad de ambas retratadas. Dos mujeres quede perfil buscan en el horizonte la dicha, dos mujeres que, desprovistas de su género son libres. La imagen se utilizó posteriormente como portada de una edición de “Virago Press”. Gluck sentía que eran un “matrimonio”, pero Nesta ahogada en una relación que consideraba demasiado posesiva decidió abandonarla en 1944.
Ello sumió a Gluck en una terrible depresión de la que logró salir al conocer a Edith Shackleton con quien se fue a vivir a Sussex. En estos años, aunque todavía realizaba retratos, puso todo su empeño en luchar con la cámara de comercio inglesa y los manufactureros de pinturas reivindicando mayor calidad en los materiales en lo que fue una auténtica “guerra de pinturas”. A la par fue nombrada miembro de la sociedad real de artes y le fueron comisariadas varias obras. Junto a Edith estuvo cerca de 30 años. Envejecieron juntas en una relación llena de turbulencias y disfrutaron de exposiciones individuales que tuvieron gran repercusión y que estaban inspiradas en temas relacionados con el amor, la muerte y el tiempo. En 1976 Edith falleció y a los pocos días Gluck sufrió un ataque al corazón del que se recuperó pero dejo prácticamente postrada hasta enero de 1978 que murió.
El último gran trabajo de Gluck fue una pintura de una cabeza de pez en descomposición en la playa titulada” Rage, Rage against the Dying of the Light”
Puede parecer que Gluck fue promiscua, dependiente emocional , casquivana, pero lo cierto es que tras el atuendo masculino se escondió una persona enamorada del amor, de ese amor romántico que tantas veces nos abandona, destruye, parte el alma y solo logramos recomponerla creyendo haber encontrado otra persona a quien amar, olvidando que nuestras grandes amantes somos nosotras mismas.
Gluck pintó paisajes, retratos, soldados disparando, arreglos florales, bodegones, escenas de fiesta, pintó de casi todo y lo hizo con la misma solemnidad y dignidad con que vivió, en una sociedad arrogante y descarada creyente de poseer el derecho de regular formas de vida y comportamientos. Una sociedad a la que Gluck le plantó cara con su arte y forma de vivir.
Gluck es una de las mujeres artistas que la historia y el feminismo deben visibilizar por su aportación personal y profesional.
Rompiendo estereotipos: Hannah Gluckstein “Gluck”
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Una pregunta: era un hombre trans o una mujer lesbiana, que como muchas, prefería vestirse de hombre para estar mas comoda? Esto no queda muy claro.