Decía Miguel “El Músico”, el proxeneta arrepentido que protagoniza el último documental de Mabel Lozano, que cuando hace años fue encarcelado le sorprendió el respeto que dentro de la cárcel se tenía a quienes explotan sexualmente a las mujeres. Le chocaba ese respeto frente a las represalias que dentro de la cárcel había contra los violadores, odiados en general por todos los reclusos. Lo dice Miguel en el documental y lo pensamos las feministas: “irse de putas” está socialmente aceptado, especialmente entre los varones, frente al rechazo social que existe a una violación; como si esas mujeres a las que se viola diez, quince o hasta veinte veces al día a cambio del billete que cobran sus explotadores tuvieran menos importancia que las otras.
La sensibilidad es una cosa muy extraña: hiere sensibilidades un objeto físico (por mucha obra de arte que sea) pero no una realidad de violencia.
Hace unos días era noticia una obra realizada por una alumna de la Universidad de Bellas Artes de Granada y que era censurada porque a algunos señores del partido Ciudadanos les “hería su sensibilidad”. La artista, Inma Ferrero, representaba unos trozos de vulva sobre una bandeja de plástico, a modo de carne a la venta en cualquier supermercado, añadiendo en la etiqueta que “puede contener trazas de semen, uñas, o restos de parte de una mujer”. Junto a la obra había situado un papel explicativo que decía así: “Critica a la trata de mujeres con finalidad sexual. Se calcula que la trata de personas con fines de explotación sexual es el negocio criminal con mayor crecimiento de todos y en el cual las mujeres y niños son las grandes víctimas. Nada de esto sería posible sin la otra cara del negocio: los clientes”.
La sensibilidad es una cosa muy extraña: hiere sensibilidades un objeto físico (por mucha obra de arte que sea) pero no una realidad de violencia.
En primer lugar, y como historiadora del arte, quisiera recomendar a los señores de Ciudadanos volver a aquella obra de Magritte que ya en 1928 decía eso de que “esto no es una pipa”; porque una obra de arte será siempre eso: una representación simbólica de una realidad, un objeto físico al que cargamos de significado quienes la interpretamos. En este caso el objeto físico, la escultura, representa una vulva (un órgano sexual común a todas las mujeres) para denunciar una realidad terrible. Ahí deberían saltar nuestras malheridas sensibilidades: en denunciar que España es el país de mayor consumo de prostitución de toda la Unión Europea.
Como mujer y como feminista, a mí me hiere la sensibilidad saber que el 15% de los varones españoles (unos 2,5 millones) no tiene reparos en pagar por mantener sexo y el 34% no cree que la prostitución sea una forma de violencia.
Como mujer y como feminista, a mí me hiere la sensibilidad saber que el 15% de los varones españoles (unos 2,5 millones) no tiene reparos en pagar por mantener sexo y el 34% no cree que la prostitución sea una forma de violencia. Y ya me deja la sensibilidad casi en coma saber que el 73% de estos varones opina que las mujeres en situación de prostitución lo son porque son obligadas a ello, y que el 94% cree que la primera causa que empuja a una mujer a la prostitución es la necesidad económica. Sin reparos. Explotación sin miramientos. La artista apunta muy bien en su obra: sin puteros no habría prostitución. Estas cifras, esas opiniones, las caras de estos sujetos…eso sí que hiere la sensibilidad de cualquiera.
Ya ven, en la balanza de las sensibilidades entran muchas cosas en juego. Como historiadora y como feminista, no quisiera dejar de felicitar a la valiente artista que ya desde la facultad ha optado por denunciar en su obra una de las formas de violencia contra las mujeres más grave y más presente en nuestro país, y también recomendarles a los señores de Ciudadanos que se miren mejor sus sensibilidades, porque una obra de arte no es una vulva, pero la prostitución y la trata, por desgracia, sí son muy reales.