Conferencia “Rohinyás: un genocidio en la era digital”, en la Casa Encendida

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Asociación Española de Mujeres Profesionales de los Medios de Comunicación
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La abogada rohingya Razia Sultana denuncia la violencia contra las mujeres como arma de guerra y exterminio
Con su ONG brinda apoyo a las supervivientes de violencia sexual en los campos de Bangladesh y ha documentado decenas de historias de mujeres refugiadas de esta etnia apátrida que huyeron en 2017 de la ofensiva del Ejército birmano.
Arakan es el antiguo nombre del estado de Rajine, al este de Myanmar, habitado por la población rohingya, etnia a la que pertenece Razia Sultana. Cuando aún era niña tuvo que escapar para refugiarse en Bangladesh, junto a su familia. Son tierras hermosas, llenas de agua y vegetación, y telas de colores. El jueves, Razia vestía una de estas telas, color naranja, pero sus ojos transmitían una profunda tristeza.
Hablaba con calma, en la Casa Encendida, en una conferencia organizada por la Asociación Mujeres de Guatemala (AMG). Serena, narraba la persecución y el exterminio de parte de la población rohingya por parte del Ejército de Myanmar, los asesinatos, las torturas, el saqueo de tierras y mercados, el incendio de pueblos enteros y, especialmente, la violación de cientos de mujeres y niñas. A veces, se emocionaba.
Razia Sultana es abogada, investigadora y profesora. En 2016 comenzó a recabar los testimonios de mujeres que se marcharon de Myanmar tras sufrir violencia sexual o la pérdida de sus maridos y sus hijos e hijas. Las mujeres han sido las más afectadas por la violencia contra la población rohingya. “Las niñas y las mujeres fueron violadas, mutiladas y quemadas vivas”, explica, “no es una violencia esporádica, la violencia contra las mujeres es utilizada como arma de guerra”. Con ella, también “querían evitar la reproducción”.
Sultana escuchó los testimonios de cientos de mujeres y niñas y documentó sus historias. El resultado fueron dos informes en los que expuso el uso masivo y sistemático de la violencia sexual durante las operaciones de persecución y ejecución perpetradas por el Ejército de Myanmar contra el pueblo rohingya: ‘Testigo del horror’, de 2017, y ‘La violencia sexual como arma contra los rohingya’, publicado en 2018.
El jueves, Sultana apelaba a la comunidad internacional y lamentaba la complicidad, la ausencia de respuestas ante lo que varias organizaciones han denunciado como genocidio. “El Gobierno de Myanmar y su ejército siguen atacando a la población rohingya con total impunidad”. Y es que Myanmar “tiene interés económico para China, por ejemplo, y por ello los gobiernos regionales no quieren imponer sanciones fuertes”.

 “Las niñas y las mujeres fueron violadas, mutiladas y quemadas vivas”

Durante la conferencia, la activista por los derechos humanos pidió a los Gobiernos compromiso para “presionar al Gobierno de Myanmar” para que deje de ejercer la violencia contra el pueblo rohingya; también reclamó que se persiga a quienes han perpetrado estas atrocidades y estos hechos se lleven a los tribunales internacionales. Por último, exigió que se deje de invertir y comprar en Myanmar, y puso como ejemplo a Noruega, que sigue desarrollando actividad económica en el país “como si no pasara nada”, a través de empresas como Telenor Comunicaciones, que “opera en zonas donde se ha violado a mujeres y niñas”. “Debajo de esta torre”, dijo mostrando una fotografía de un centro de la compañía, “hay niños, niñas y mujeres enterradas”.
El Ejército de Myanmar inició una violenta campaña contra la población rohingya el 25 de agosto de 2017, que provocó el éxodo de más de 700.000 personas a Bangladesh –país vecino- y que fue calificada por la ONU de «limpieza étnica de manual». Amnistía Internacional califica de «apartheid» el trato que recibe la población rohingya, musulmana, en Myanmar, un país de mayoría budista que no les reconoce la ciudadanía ni la libertad de movimiento. Pero Razia Sultana insiste: “no es un conflicto religioso”, y aclara que ella ha investigado acerca del budismo, y jamás ha leído nada que llame o justifique la violencia.
Sultana es investigadora sénior de Kalandan Press, coordinadora de Free Rohingya Coalition, directora de la sección de mujeres de la Arakan Rohingya National Organization y fundadora de Rohingya Women Welfare. Con esta organización ofrece apoyo en los campamentos de Cox’s Bazar a las mujeres supervivientes de violencia sexual. También lucha contra la trata y otros tipos de violencia de género como los matrimonios forzosos. “Al principio no pensamos en la trata, pero después de 6 meses nos dimos cuenta de que faltaba gente”, dijo la investigadora. Evidentemente la situación de vulnerabilidad convierte a la población refugiada en objetivos fáciles para las redes de trata. “Hay familias que envían a sus hijas para casarse pensando en sacarles de la pobreza, y son prostituidas”, explicaba.
Indiferencia internacional
“Son muchas instituciones patriarcales que desmontar”, concluía Mercedes Hernández, presidenta de la Asociación Mujeres de Guatemala: las guerras, la trata, la justicia. Estas conferencias se convierten en “ventanas privilegiadas” que contribuyen a “salir del ombliguismo” que nos hace aislarnos de determinadas realidades. Y es que “lo que más nos conecta, la tecnología, también mata”.
Hernández afirmaba esto porque tanto la ONU como Facebook han identificado y reconocido que la difusión del discurso de odio a través de esta red social fue determinante para la materialización de la violencia offline contra la población rohingyá.
Desde aquel agosto de 2017, cuando el Ejército de Myanmar inició una nueva persecución y operaciones de exterminio de la población rohingyá, según distintas organizaciones internacionales, 25.000 mujeres, hombres, niños y niñas han sido asesinados y más de 725.000 personas se han visto forzosamente desplazadas hacia el vecino Bangladesh, lo que representa más del 80% de la población rohingya que habitaba en el norte del estado.
La comisión de investigación de la ONU concluyó en agosto de 2018 que las operaciones del Ejército myanmaro estaban orientadas por una “intención genocida” y confirmó también la exacerbación del discurso de odio a través de las redes sociales. Por su parte, Amnistía Internacional ha denunciado que en Rajine se han cometido nueve de los 11 crímenes de lesa humanidad que figuran en el Estatuto de Roma, incluido el asesinato, la tortura, la deportación o el traslado forzoso, la violación y otros actos de violencia sexual, persecución, la desaparición forzada y otros actos inhumanos, como hacer padecer hambre a la población.
Uno de los nombres imprescindibles en el diálogo con Razia Sultana el jueves fue el de Aung San Suu Kyi, Nobel de la Paz. Muchas personas la admiraban y se sintieron profundamente decepcionadas cuando, tras la ofensiva del Ejército birmano, se convirtió en su aliada. Sultana estaba entre ellas.
Tras meses de negociaciones, las autoridades birmanas y bangladesíes acordaron iniciar el pasado noviembre la repatriación de las personas desplazadas, pero nadie quiere regresar. “Aún no se dan las condiciones para que vuelvan a Rajine”. Detrás de todo esto hay intereses geoeconómicos. “Quieren la tierra, pero no quieren a la gente”, sentenció Sultana.
 

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