La indisoluble relación entre emoción, razón y género y por qué es fundamental invertir en el autoconocimiento emocional.
Las emociones nos influyen. Incluso, muchas veces, nos gobiernan. Nos movemos por nuestras emociones, por lo que sentimos. Seguro que eres capaz de pensar en alguna experiencia personal en la que te has sentido arrollada por tus sentimientos o en la que has tenido dificultades para gestionar saludablemente tus emociones.
No hay duda: nuestras emociones y sentimientos juegan un papel fundamental sobre nuestra conducta, nuestras acciones y nuestro pensamiento, que es hablarnos sobre nuestras necesidades personales.
A veces decimos que sí para no defraudar a los demás, pero después nos sentimos irritadas o tristes. Si es así, tenemos que preguntarnos si hemos sido capaces de tener en cuenta nuestras necesidades antes de decir que sí. Hemos aprendido, sobre todo las mujeres, a no escuchar nuestras propias necesidades y responder mediatizadas por las emociones negativas que nos provocaría decir no. Las emociones son las informantes de las necesidades y tenemos que reaprender a escucharlas para satisfacerlas.
Sin embargo, es frecuente que tendamos a separar cuerpo (emoción) y mente (razón). Cuando la realidad es que no tendría sentido hacerlo, ¿verdad? En realidad, cuando hacemos esto lo que estamos haciendo es establecer concepciones fragmentadas de nosotras mismas, contemplarnos por partes en vez de como un todo. Igual que cuando no analizamos nuestras emociones desde una perspectiva de género: estamos contemplándonos como seres aislados y no seres sociales educadas de una manera determinada por el hecho de ser mujeres, y por tanto estamos analizándonos en partes y no en todos.
Estos tres factores, emoción, razón y género, establecen una simbiosis que en la mayoría de las ocasiones se pasa por alto pero que es indisoluble e inseparable para nuestro bienestar integral. Emoción, razón y género deben contemplarse en su conjunto para de esta manera poder mejorar nuestra calidad de vida. Porque ni la una existe sin las otras, ni las otras existen sin la una.
En efecto, en la vida diaria tomamos decisiones en base a evaluaciones emocionales rápidas y no necesariamente nos paramos a analizar los beneficios y los contras de nuestras alternativas. En nuestra cotidianeidad funcionamos en base a un mecanismo rápido de valoración emocional. Además, lo hacemos muy influenciadas por nuestro género y por los aprendizajes y mandatos que nos corresponden en función de nuestro sexo.
Así, las personas aprendemos, desde la más tierna infancia, a comportarnos de una manera diferenciada en función de nuestro sexo y de lo que la sociedad espera de nosotras por haber nacido con unos genitales determinados. Estos aprendizajes son tales que afectan incluso en la forma en la que nos enfrentamos, gestionamos, aceptamos o rechazamos… a nuestras emociones. Por ejemplo, en ellos están mal vistos sentimientos como la tristeza y expresiones como el llanto. En nosotras, por el contrario, el enfado o la ira suelen ser las emociones reprimidas.
Seguro que en más de una ocasión te ha pasado que no sabías muy bien qué sentías. No sabías poner nombre a esa emoción, porque no has sabido identificarla. Cuando esto sucede, cuando no sabemos identificar y aceptar nuestros sentimientos, o incluso cuando rechazamos una emoción determinada y la reprimimos, se produce un impacto negativo en nuestra seguridad psicológica y nuestra autoestima. Al no saber cómo nos sentimos, no podemos manejar esas emociones y resolver la situación que nos ha llevado a ese punto. Por el contrario, aprender sobre nuestro mundo emocional nos pone en mejor disposición de comprendernos a nosotras mismas y conocer nuestras necesidades y, en consecuencia, conocer a las personas de nuestro entorno. Nos permite encontrar la respuesta a los interrogantes de la vida y avanzar, por lo tanto, en la consecución de nuestro bienestar personal.
Un trabajo que debemos hacer todas las personas, pues a todas se nos ha enseñado a ignorar, negar, reprimir… nuestras emociones. La gran mayoría de nosotras no hemos aprendido a expresar nuestras emociones de una forma sana, a la inmensa mayoría se nos ha dicho que no debemos llorar, o que no debemos enfadarnos, o que no debemos sentirnos de una manera u otra. Además, el haber nacido hombre o mujer tiene una gran relación con estas emociones que se nos han reprimido y negado. Y al crecer, nos hemos convertido en personas adultas con grandes dificultades para expresar y gestionar nuestras emociones de una forma sana.
Podremos superar este bloqueo si primero invertimos en conocer nuestras propias emociones, contemplándolas como parte de ese conjunto indisoluble formado por emoción, razón y género. Es precisamente esta la propuesta del taller de autoconocimiento emocional que realizamos en la Asociación Mujeres para la Salud (https://www.mujeresparalasalud.org/talleres-formacion-personal/taller-de-autoconocimiento-emocional-para-mujeres/), un taller vivencial dirigido a mujeres en el que tendrás la oportunidad de conocerte y escucharte, analizar lo que sientes y cómo sientes, para mejorar la relación que estableces contigo misma y con quienes te rodean y encontrar la mejor manera de enfrentarte a las circunstancias que se plantean a lo largo de tu día a día. Porque solo a través de una escucha fiel podrás interpretar los mensajes que tu cuerpo y tu mente te envían y mejorar, así, tu vida.
El taller de autoconocimiento emocional de Mujeres para la Salud comienza el 1 de abril y tendrá lugar los lunes por la tarde, de 6 a 8, en la sede de la asociación, desde la que psicólogas expertas en mujeres luchamos desde hace más de treinta años por la consecución de un mundo igualitario y libre de violencias contra las mujeres. Si te interesa, puedes apuntarte ya. ¡No dejes escapar esta oportunidad, son grupos muy reducidos!