Las mujeres con discapacidad nos salimos de la norma general, no somos mujeres y punto. No cumplimos los baremos de mujer y útil al sistema patriarcal. Por este motivo, no se nos educa, ni compele a cumplir los mandatos del patriarcado. Al no contar con dichas presiones, podemos y debemos ser sororas con nuestras hermanas de opresión, el resto de mujeres.
En vez de eso, con frecuencia nos encontramos que las mujeres con discapacidad desean reproducir los roles de género, las construcciones sociales impuestas a varones y mujeres por el hecho de nacer con un sexo u otro. Las mujeres normativas se ven impelidas a cumplir el papel reproductor y de cuidado. Se considera que es algo natural y propio del ser mujer, pero es un constructo artificial y arbitrario.
Nosotras, las mujeres con discapacidad, nos salimos de dicho prototipo. Nadie nos obliga a realizar semejantes cometidos: maternidad, cuidado de la casa, de la progenie y de las personas mayores y dependientes, etc. A modo de ejemplo, reproduzco a grandes rasgos una discusión a cuenta de una inocente pregunta que formulé en mi muro de Facebook en un intento de que las mujeres con discapacidad pierdan el miedo a contar sus inquietudes: El pasado 30 de Enero lancé la siguiente pregunta en Facebook: ¿Quién impide a una mujer con discapacidad ser madre? Y esa sencilla pregunta provocó una autentica controversia. Una amiga me animó a dar mi opinión. Dije que pensaba que quienes ponían impedimentos a una mujer con discapacidad para ser madre era la propia familia, màs que nadie las madres, que son las que cuidan, ayudan, protegen, y aconsejan a las mujeres con discapacidad y la profesión médica que puede desaconsejarlo por la discapacidad.
Insistí en que tenemos útero y somos adultas para tomar nuestras decisiones. Si nos dejamos influir por la familia, es cosa nuestra. Si no nos gusta la opinión del médico, cambiemos de médico. Para mí es así de simple. Ante mis tajantes afirmaciones, intervino una mujer argentina que aseguraba que existen mujeres que no han podido independizarse y que se ven obligadas a quedarse con sus familias, que no todas pueden decidir. Esta aseveración me dio la base para mi siguiente argumento: Si no pueden irse de casa, las mujeres de sus familias tienen que cuidar de ellas y de sus criaturas. Teniendo una gran discapacidad, no solo debes pensar en ti o en tu hija o hijo, también en quienes te rodean. En las mujeres de tu entorno màs cercano, que son las que aún ejercen las labores de cuidado.
Hemos de ser conscientes que supone el doble de trabajo para ellas. Si para descargarlas de ese trabajo, recurrimos a la figura de la asistente personal, hay que tener en cuenta que tienen derechos laborales, es decir: número limitado de horas de trabajo, vacaciones convenientemente remuneradas y pagarles la cotización a la seguridad social. Teniendo en cuenta el escaso presupuesto del qué disponemos las mujeres con discapacidad (la tasa de paro de las mujeres con discapacidad en España es del 26,7%, diez puntos por encima del resto, suponiendo que estés en búsqueda activa de empleo. Si es de las “afortunadas” que encuentra trabajo, la brecha salarial es del 18% frente al 12,5% de las mujeres sin discapacidad) veo difícil que se pueda cumplir ese deseo sin echar mano de las mujeres de su entorno. No solo eso, hemos de tener en cuenta otras variables, por ejemplo muchas mujeres se enfrentan a la dura empresa de la crianza, que resulta mucho más duro de lo que puede parecer. Criar requiere una gran energía hasta para mujeres con fortaleza y juventud.
Es muchísimo más duro de lo que puede pensarse. La crianza puede ser agotadora y hasta conducir a depresión, lo que se conoce como síndrome de Burnout. Dicho síndrome se suele asociar al entorno profesional. No obstante, en los últimos tiempos cada vez es mayor el número de madres que se sienten agotadas y quemadas en su papel maternal.
El síndrome de Burnout materno no es muy diferente del síndrome de la cuidadora que se ocupa de personas con discapacidad y en situación de dependencia de todas las edades, no olvidemos que el 84% de las personas cuidadoras no remuneradas son mujeres. Suelen ser esposas, hijas, madres o hermanas y las tareas pueden resultar sumamente estresantes. Por lo dicho anteriormente, las mujeres con discapacidad debemos pensar en la sobrecarga de trabajo que supone para las mujeres cercanas de la familia y de nuestro entorno social antes de exigir una red de apoyo para nuestra maternidad. Tenemos la oportunidad de mostrar nuestra sororidad y agradecimiento a nuestras madres y hermanas, por su cuidado cariño y dedicación. Nuestras limitaciones no son culpa suya y no tienen que acarrear con las consecuencias de nuestras decisiones.
Las mujeres con discapacidad no cumplimos los baremos de mujer y útil al sistema
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