En la ácida ironía que las caracterizó, en 1989 las Guerrilla Girls afirmaban que la mujer artista tenía muchas ventajas respecto al hombre. En primer lugar se podían permitir el lujo de trabajar sin la presión del éxito; en segundo, tenían la oportunidad de elegir entre su carrera y su maternidad; en tercero, podían tener la satisfacción de ver sus ideas reflejadas en el trabajo de otros; en cuarto lugar tener la tranquilidad de que hicieran lo que hicieran sería catalogado como arte femenino; en quinto y último, tener la certeza de que el arte producido por mujeres se incluirá en versiones que se revisarían hasta que desaparecieran de la historia del arte. Está es y sigue siendo una realidad que debemos desmontar quienes desde el ámbito artístico pretendemos neutralizar al género y al sexo para hablar de artistas y en este rescate y revisión sin duda debemos poner con mayúsculas la obra de Lena Krasner quizá la mayor y mejor representante del expresionismo abstracto pero a la sombra de su marido Jackson Pollock a quien cuido y calmo en su autodestrucción y alcoholismo renunciando a la visibilidad de su propia obra.
En una conferencia en 1973, en un foro de Arte, la pintora se lamentaba así:
“Es una pena que la liberación de la mujer no haya ocurrido 30 años antes en mi vida. No podía salir corriendo y hacer mi trabajo como mujer artista en un mundo tan sexista como el mundo del arte, no podía continuar con mi pintura y permanecer en el papel en el que estaba como Sra. Pollock.”
La frustración de Lena hubiera sido mayor si hubiera sabido que 30 años después por una obra de su marido se pagaban 140 millones de $, el precio más alto pagado por una pintura hasta entonces, mientras a ella se la conocía como la Sra. Pollock sin tener en cuenta su trabajo.
Lena Krasner era la sexta hija de un matrimonio judío procedente de Rusia y asentado en Estados Unidos. Fue la única que nació en el continente americano, en 1908, en Brooklyn, Nueva York. Lena siempre quiso ser artista y, pese a que su familia no la apoyó demasiado estudió en la escuela de Hans Hofmann quien describió su obra así: «Es una obra tan buena que nadie sabría que fue realizada por una mujer». Las palabras de su maestro le indujeron a cambiar su nombre de pila “Lena”, por el ambiguo de “Lee”, con el que se la conoció en el terreno artístico, consagrándose como una de las primeras y más innovadoras del expresionismo abstracto, comenzando en 1940 a exponer junto a otros pintores y potenciando el movimiento. En ese círculo profesional y en esos años conoció, en México, a Jackson Pollock con quien se casó en 1945.
Pollock, de ascendencia irlandesa, procedía de una familia de granjeros. Nació en 1912 en Cody, en el estado de Wyoming. Por el trabajo de su padre, que era agrimensor, vivió en diferentes estados del país. Con inclinaciones artísticas se inscribió en la Preparatoria de Artes Manuales de Los Ángeles en los años 30 de dónde fue expulsado, de modo que siguió acompañando a su padre en el trabajo y se dedicó a explorar la cultura de los pueblos nativos de Estados Unidos hasta que se mudó a Nueva York. Allí estudió junto a su hermano y trató de lidiar con su problema de alcoholismo sometiéndose a psicoterapia junguiana entre 1938 y 1941 (tan solo tenía 26 años) con el Dr. Joseph L. Henderson quien lo alentó a hacer dibujos y enganchó a la pintura. Los conceptos y arquetipos junguianos quedaron expresados en sus pinturas y, recientemente, algunos historiadores han apuntado hacia el padecimiento por parte del pintor de un trastorno bipolar.
Lena Krasner es una de las pocas mujeres expresionistas abstractas que estando viva pudo estar presente en una exposición retrospectiva de su obra en el MoMA
Cuando se casaron Lena tenía 4 años más que Jackson y gracias a un préstamo pudieron comprar una casa con un granero de madera en el 830 de la calle Springs Fireplace, a las afueras de Nueva York. Pollock convirtió el granero en su estudio, un espacio diáfano y amplio dónde perfeccionó su técnica de pintura de grandes “salpicaduras” con la que triunfó y se sintió plenamente identificado. Lena, en un pequeño habitáculo amontonó lienzos, pinceles, afeites y tintes que únicamente le permitían ejecutar Little Images. La “Habitación propia” que pocos años antes había descrito Virginia Woolf redujo las posibilidades de Lena, mientras el amplio granero permitió a su marido la producción de obras de gran envergadura. Dos espacios, dos mundos, uno limitado para ella, otro infinito para él.
Es una pena que la liberación de la mujer no haya ocurrido 30 años antes en mi vida.
La holgura del espacio permitió a Pollock prescindir de materiales tradicionales como el caballete y los pinceles, pudiendo dejar grandes lienzos en el suelo o colgarlos en las paredes dónde experimentar con toda la fuerza de su cuerpo. Caminaba alrededor de sus obras, se adentraba, danzaba, construía y destruía con palas de jardinero, cuchillos, pintura diluida, arena, vidrios rotos o cualquier material que encontraba. Perdía la consciencia dentro de sus pinturas y sentía que cuando perdía contacto con ellas el resultado era un desastre. Pollock incontrolablemente vertía su fuerza contra el lienzo arrojando, vertiendo, goteando o salpicando materiales. Lena en su reducido espacio, teniendo que cuidar a su esposo alcohólico, soportar sus subidas y bajadas autodestructivas, gestionar su obra y potenciar su arte, vio como su producción paro, limitándose a realizar obras de pequeño formato y algunos collages.
A través de contactos y amigos, Krasner intentó promover la obra de su marido, encontrando en el crítico de arte Greenberg un fuerte apoyo escribiendo favorecedores artículos para el artista. En su idea de dejar de poner títulos a sus obras para dedicarse a numerarlas también halló el apoyo de ella que afirmó: «Solía darle nombres convencionales a sus pinturas… pero ahora tan solo las numeraba. Los números son neutrales. Hacen que las personas vean a la pintura por lo que es, pintura pura«. Gracias a la gestión, la obra de Pollock escaló rápidamente, incluso en 1949 la revista Life le dedicó un artículo de cuatro páginas en el que se le hizo la pregunta: «¿Acaso es él el pintor vivo más grande de los Estados Unidos?«. Tan solo tenía 37 años y se había consagrado en un genio de la pintura. A Pollock se le amontonaban los encargos de coleccionistas y no pudiendo hacerles frente cada vez se refugiaba más en el alcohol y tensaba hasta el extremo la relación con su esposa cayendo en el abismo de la no productividad.
Pollock, también conocido por ser un mujeriego, a principios de 1956 conoció a Ruth Kligman, una voluptuosa ex modelo de 26 años que se convirtió en su amante. Lena Krasner, al enterarse de la relación marchó de viaje a Europa y Ruth se instaló en la casa de la pareja animando a su amante a pintar pero este sin querer hacerlo. En agosto de ese mismo año, conduciendo bajo los efectos del alcohol y portando en su auto a Ruth y a otra amiga, en un accidente Pollock murió y Ruth, que sobrevivió, fue apodada por el poeta Frank O´Hara como “la chica del coche de la muerte”. Según ella antes del accidente realizó su última obra » Red, Black & Silver “ de cuya autoría aún se duda.
Lena Krasner, pese a la mala reputación que había conseguido su esposo, se encargó de sus asuntos y de que se mantuviera vigente su obra pese a las tendencias cambiantes del arte. A la relación que tuvo con Kligman la etiquetó como «My Five Fucks with Jackson Pollock, ¡porque eso es todo!» y tras enterrar a su esposo liberó la rabia contenida, sacó su material de trabajo de la pequeña habitación, lo colocó en el granero junto a su talento y comenzó a realizar series de gran formato. Tenía 48 años cuando recuperó las riendas de su vida.
Lena se había formado en el post-impresionismo y en el cubismo con los que experimentó hasta el impresionismo abstracto pero las circunstancias personales la condujeron a un estilo menos severo y más sensual centrado sobre todo en la vida y la muerte. Empoderada de nuevo, su paleta se llenó de líneas feroces y colores oscuros creando las series “Earth Green” y “Umber”, la primera con imágenes extravagantes que invitan al nacimiento, la destrucción y la regeneración; la segunda (coincidente con un aneurisma cerebral que sufrió) con imágenes más oscuras y meditadas que forman cuerpos que parecen hincharse y que contienen los colores de la tierra. Muchos críticos vieron en su obra una especie de continuidad con la de su esposo fallecido, como si pretendiese resucitar sus lienzos, sin embargo lo que buscaba era desprenderse de él y recuperar su estilo que, durante demasiado tiempo había estado sepultado. Las diagonales que se cruzan, los arcos en diferentes direcciones, las formas crudas eran ajenas a la obra de Pollock y totalmente personales de Krasner, sin embargo y aunque muerto, su sombra seguía eclipsándola.
tras enterrar a su esposo liberó la rabia contenida, sacó su material de trabajo de la pequeña habitación, lo colocó en el granero junto a su talento y comenzó a realizar series de gran formato. Tenía 48 años cuando recuperó las riendas de su vida.
Cuando su obra se consolidaba, en 1962 sufrió un ictus que la asumió en un cuadro de inestabilidad crónica a consecuencia de la que sufrió una caída que le provocó una fractura en la muñeca. Tras recuperarse, en 1965 expuso con éxito en la Galería Whitechapel de Londres y en 1973 en el Museo Whitney de Nueva York y en cuya exposición demostró haber cambiado radicalmente su estilo optando por una pintura plana, geométrica y de colores puros.
La sabiduría en la comercialización, proyección, potenciación e inclusión en el mercado del arte, Krasner también la aplicó a sí misma realizando exposiciones individuales a través de las que consiguió desvincularse de la de su esposo y ser reconocida con nombre propio. Además de en su obra, Lena trabajo en la creación de la Fundación Pollock-Krasner para la promoción y difusión de jóvenes artistas y que, tras años de esfuerzo, consiguió establecerse en 1985, un año después de su muerte.
Lena Krasner es una de las pocas mujeres expresionistas abstractas que estando viva pudo estar presente en una exposición retrospectiva de su obra en el MoMA y una de las muchas que termino su carrera profesional al casarse no pudiéndola recuperar hasta enterrar a su esposo.
Falleció en 1984, a los 75 años. Sus restos descansan en el Cementerio de Green River en Springs junto a los de Pollock. Los de él bajo una gran lápida, a semejanza de su granero; los de ella en una pequeña, como su habitación propia. Dos mundos y dos espacios que jerarquizan los géneros hasta en la muerte.
EstherTauroni Bernabeu acertadamente expone que: “En la ácida ironía que las caracterizó, en 1989 las Guerrilla Girls afirmaban que la mujer artista tenía muchas ventajas respecto al hombre. En primer lugar se podían permitir el lujo de trabajar sin la presión del éxito; en segundo, tenían la oportunidad de elegir entre su carrera y su maternidad; en tercero, podían tener la satisfacción de ver sus ideas reflejadas en el trabajo de otros; en cuarto lugar tener la tranquilidad de que hicieran lo que hicieran sería catalogado como arte femenino; en quinto y último, tener la certeza de que el arte producido por mujeres se incluirá en versiones que se revisarían hasta que desaparecieran de la historia del arte”. Es decir que, la violencia de género debe ser entendida como aquella violencia basada en una relación desigual de poder, anclada en un sistema transexual ecuménico perverso patriarcal, que se ejerce contra las mujeres.
“Está es y sigue siendo una realidad que debemos desmontar quienes desde el ámbito artístico pretendemos neutralizar al género y al sexo para hablar de artistas y en este rescate y revisión sin duda debemos poner con mayúsculas la obra de Lena Krasner quizá la mayor y mejor representante del expresionismo abstracto pero a la sombra de su marido Jackson Pollock a quien cuido y calmo en su autodestrucción y alcoholismo renunciando a la visibilidad de su propia obra”, porque el macho posee una esencia hostil contra lo femenino utilizando un socavamiento destructor con su omnipotencia devastadora. Así, está constituido el lado en que es real el absolutismo del transexual ecuménico perverso patriarcado, que tiene su respeto en virtud de sí mismo, y no el sí mismo en virtud del respeto a la mujer.
Por eso el sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es absolutamente la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.
Mi Femeninologia Ciencia de lo femenino es la serie de configuraciones que con mi conciencia voy recorriendo constituyendo, más bien, la historia que desarrollo en la formación de mi conceptualización. Es decir, una suerte de escepticismo consumado, que en realidad sería, el propósito de no rendirme, a la autoridad de los pensamientos de otro, sino de examinarlo todo por mí mismo ajustándome a mi propia convicción; o mejor aún, producirlo todo por mí mismo y considerar como verdadero tan solo lo que yo hago.
Hoy, como ese infante entre los 4 a 5 años adaptando mi pensar en la realidad, interpretando mi actividad onírica.
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
03/04/2019