Andrés Montero
Tres matizaciones introductorias para contextualizar la aseveración que contiene el título de esta propuesta.
La primera, y la que más quema considerando el momento actual de acoso y derribo sobre Unidas Podemos, es que no se trata de cuestionar, ahora, el liderazgo de Pablo Iglesias al frente de este movimiento político transformador. Puesto que parece evidente que buena parte del sistema que se pretende transformar está reaccionando para eliminar a Pablo Iglesias de la ecuación, lo más sensato es no sumarse a las fuerzas reaccionarias alimentando el caudal de presión sobre la secretaría general de Unidas Podemos.
La segunda precisión es que cuando se menciona liderazgo en un movimiento político transformador, cuyo horizonte es modificar los parámetros del sistema social para aumentar su grado, su potencial, su mecánica, en definitiva su esencia de justicia social, se entiende que ese liderazgo es colectivo, y únicamente tiene personificación en cargos orgánicos como el de la secretaría general a efectos representativos. De hecho, probablemente también le toque a Unidas Podemos encontrar en algún momento, cuando tenga más calma interna, propiciar fórmulas organizativas que colectivicen mejor la representatividad incluso de cargos que tal vez no deberían ser tan unipersonales. No obstante, ésa es otra cuestión que no es objeto de nuestra consideración en este momento.
El tercer matiz es que centramos la reflexión en Unidas Podemos porque es el movimiento político que más rápidamente ha ilusionado a un mayor volumen colectivo de personas en un espacio de tiempo en la historia reciente de España, tal vez con la excepción del PSOE de 1982. La diferencia (una de las múltiples) de Unidas Podemos con aquel PSOE es que Podemos nació y se concibió definiéndose como feminista, algo que tras la dictadura franquista y la transición constitucional era posible pero bastante improbable para un partido socialista o comunista, incluso aunque hubiera tenido genética anarquista o libertaria. En cambio, Unidas Podemos se gestó ya autodefiniéndose feminista, declarando el feminismo como una de las vértebras de su espina dorsal. Es por ello que Unidas Podemos nos sirve perfectamente como objeto de reflexión, aunque cuanto se diga debería ser extensible, por extensión, a cualquier colectivo político y social que en el momento actual de la historia se declare feminista.
Dicho esto, adelantemos la respuesta corta a la aseveración a modo de pregunta de esta propuesta: ¿por qué el liderazgo de Unidas Podemos debería ser ostentado por una mujer?: por coherencia feminista. La persona ocupando la secretaría general de Unidas Podemos siempre debería de ser una mujer; entendido el “siempre” como sinónimo de “hasta que se acabe el patriarcado como sistema de codificación social”.
El razonamiento que sustenta la afirmación de que la secretaría general de un movimiento político como Unidas Podemos –u otro de espectro ideológico equivalente- debería ser (siempre) ocupado por una mujer es bastante obvio, aunque sólo si nos detenemos a pensarlo. Íntimamente lo tenemos o deberíamos tenerlo claro, puesto que ya conocemos el apoyo racional a la cuestión, y Unidas Podemos lo defiende: es la discriminación positiva.
Ni Unidas Podemos, ni ningún colectivo que se declare actualmente feminista –y por carta de naturaleza, ningún hombre- ni puede ni debería considerarse liberado de modos pautados y recurrentes del pensar, sentir y actuar machista; es decir y generalizando, ningún inscrito o inscrita en Unidas Podemos está libre de la socialización en código patriarcal, puesto que todos los individuos formando parte de ese colectivo han sido socializados en el patriarcado.
Obviamente habrá excepciones concretas tanto en Unidas Podemos como otros agrupamientos colectivos: sobre todo mujeres feministas que han desprogramado su código de socialización, desaprendiendo hábitos de comportamiento y desarraigando actitudes y creencias, para mutarlos en un nuevo combinado de actitudes y hábitos feministas y transformadores. No obstante, lo normal, por aquello de la “norma social”, será que la mayoría de Unidas Podemos esté programada inconsciente y originariamente en el patriarcado, por más que sea de justicia reconocer que la mayoría de sus miembros se empeñan en esfuerzos continuados por desprogramarse y, sobre todo, que declaran inequívocamente su compromiso con la transformación feminista. Precisamente por reconocer estos avances no cabe complacerse en ellos y hay que explorar su siguiente frontera, que tampoco es nueva, puesto que está en la raíz de las buenas prácticas feministas: de nuevo, es la discriminación positiva.
Como sabemos, la discriminación positiva parte del reconocimiento político de que el poder en todos los escenarios informales y formales de organización social no es que esté desequilibrado, es que está claramente definido, organizado, articulado y dominado por y para el varón. A partir de ese reconocimiento, la discriminación positiva propone que –intencionada y metódicamente- hay que introducir medidas correctoras para conferir explícitamente poder a las mujeres en todos esos escenarios en donde haya correlaciones de poder –que son todos los sociales-, dándole a esas medidas un carácter de excepcionalidad coyuntural hasta que se equilibren esos espacios de poder, ahora desequilibrados para marginar a las mujeres y privilegiar a los hombres.
La discriminación positiva es una medida democrática para corregir, mediante metodologías activas, un desajuste en la base del sistema que impide, concretamente, que sea democrático: asume que no puede existir la decisión en libertad de las personas si quienes tienen que decidir parten de condiciones de salida en donde unas están discriminadas (mujeres) y otros privilegiados (hombres) en el sistema de decisiones. Y ante ese desajuste del sistema, la corrección de la discriminación positiva postula dar intencionadamente más peso a la marginadas mujeres hasta llevarlas a una condición de decisoras en igualdad con respecto de los hombres privilegiados. Puesto que se reconoce de partida que esa condición de igualdad no se va a lograr de forma natural en el actual sistema de decisiones, ya que los hombres acaparan el poder para evitar y obstaculizar que la mujeres accedan y administren ese poder, que acaba siendo repartido y gestionado entre hombres, la discriminación positiva pretende actuar compensando el desequilibrio otorgando –de facto y si puede ser de iure- más peso decisorio y más derecho a ocupar un status de poder a una mujer -por el hecho de serlo y de estar discriminada por ello- que a un hombre. Como decimos, la discriminación positiva tiene naturaleza de excepcionalidad y coyunturalidad, con la previsión de dejar de aplicarla cuando mujeres y hombres alcancen un espacio de convivencia en igualdad respecto al reparto de poderes. Ya, ya… no nos gusta la palabra “poder” y sería más justo democráticamente que la sociedad adoptara sus decisiones colectivamente, sin que unos u otros ostentaran eso que se llama “poder”… ésa será la siguiente pantalla del videojuego, después del feminismo.
Articular en un colectivo político que se declara abiertamente feminista, no sólo la filosofía y los objetivos estratégicos del feminismo, sino sus buenas prácticas para la transformación real del entorno social, requiere efectivamente aplicar la discriminación positiva. Está claro, como decimos, que los inscritos y las inscritas en Unidas Podemos se han socializado en el patriarcado, como todos y todas las demás, y por tanto no deberían ser ajenos, sino más bien sujetos, a las propias recetas de implementación del feminismo.
Con ese propósito de ser sujetos y protagonistas del cambio, la discriminación positiva aquí sería que los hombres, declarados feministas por convicción y compromiso, no se presentaran como candidatos al puesto de la secretaría general en Unidas Podemos, de manera que las bases sólo elijan entre una competencia de candidatas mujeres. Y no sirve para oponerse el argumento de que “las bases tienen que decidir”, puesto que las bases están decidiendo: lo estarían haciendo sobre una propuesta corregida por la discriminación positiva para empoderar a la mujer y desprivilegiar al varón, puesto que se reconoce que no tienen las mismas condiciones de partida. De esta forma, la militancia elegiría siempre a una mujer como secretaria general. Ya se está aplicando la discriminación positiva con las denominadas listas cremallera y los votantes democráticamente eligen sobre esas listas previamente corregidas por metodologías feministas. Esto que se propone sería llevar ese compromiso a un nivel más, uno de clara apuesta por una coherencia total entre lo que se dice y lo que se hace organizacionalmente: una lista cremallera con el primer puesto siempre representado por una mujer
De esta forma, en los próximos relevos de secretarías generales en formaciones políticas que se declaran feministas los puestos que hoy ostentan Pablo Iglesias, Iñigo Errejón o Alberto Garzón, por citar unos pocos y sin olvidarnos de secretarías regionales o autonómicas, tendrían como resultante a mujeres entre candidatas todas mujeres. Y por supuesto y como derivada, todas las candidatas de esas formaciones políticas a presidencias del gobierno de España, de las comunidades autónomas o de los ayuntamientos también serían mujeres, porque los hombres que legítimamente pretendieran optar en elecciones primarias para ser elegidos en sus organizaciones renunciarían, por lógica feminista, a ese derecho para integrarse como números dos o tres en las candidaturas encabezadas por mujeres. Lo siguiente sería que también lo hicieran el PSOE, ERC y las distintas plataformas políticas que a menudo, pero recientemente de un tiempo a esta parte, enarbolan el feminismo como seña de identidad.
Unidas Podemos no es tan transformador como dice ser, y esto también respecto al feminismo: a lo largo de su historia se ha demostrado mucho mas oportunista que coherente.
Gracias Irene por tu comentario. Sin entrar en cuestiones valorativas, en efecto siempre suele haber distancia entre lo que «se dice ser» y finalmente «se acaba siendo» o se consigue materializar sobre aquello que «se dice ser». A mi modo de ver, le ocurre a Unidas Podemos igual que a otros colectivos. Lo que trata de subrayar el texto, con respecto al feminismo, es que efectivamente ya no vale con «decir ser» feminista, sino que hay que materializar el feminismo, que efectivamente es un movimiento transformador. Si Unidas Podemos, a la que sí hay que reconocer que lo defiende y lo practica (igual que todos y todas con muchas limitaciones, unas internas y otras de contexto), pretende llevar al feminismo en su genotipo también debería expresarlo netamente en su fenotipo… y siendo así, se me ocurre que una manera bastante evidente, sólida, coherente, rotunda de hacerlo es generar dinámicas activas y explícitas que corrijan el desequilibrio patriarcal del poder hacia lo masculino: proponer a la militancia en las siguientes rondas de relevo de las secretarías generales estatales, autonómicas y locales a candidatas mujeres para ocupar todos los puestos de secretarías generales me parece un claro ejercicio de feminismo activo.