Por tratarse de un alimento incorruptible, que se vuelve mucho más dulce a medida que transcurre el tiempo, la miel se ha convertido en muchas culturas metáfora y símbolo de amor eterno, de felicidad conyugal y casamiento. En occidente, en el siglo XVI, las parejas recién casadas que quisieran tener un varón, debían de beber hidromiel durante todo el mes lunar siguiente a su boda. De aquí hemos heredado la expresión actual de “luna de miel”. Sin embargo, 4000 años atrás, ya en la cultura babilónica, era costumbre que, durante un mes después de la boda, que el padre de la novia proveyera a su yerno con toda la cerveza de miel que pudiese tomar. Como el calendario babilonio estaba basado en fases lunares, este período fue llamado «luna de miel». En la Antigua Roma la madre de la novia tenía que dejar en el dormitorio donde iban a dormir los novios en su noche de bodas, una vasija con miel para los recién casados. La miel también era considerada un vivificante de la fertilidad. En algunos casos, se ampliaba a un mes aproximadamente. Los Teutones, celebraban sus bodas sólo bajo la luna llena. Después de la celebración, los novios tenían que beber un licor de miel durante 30 días para asegurarse una vida dulce y una familia prolífica. Así pues, en la actualidad, el concepto “luna de miel” hace referencia al viaje que hacen los recién casados lleno de expectativas, proyectos y sueños que, probablemente, quedan lejosde la realidad que sobreviene.
Curiosamente ese mismo concepto idílico y mitificado lo utilizó la psicóloga norteamericana Lenore E. Walker en su obra «The Battered Woman» de 1979, donde recoge lo que la autora denomina «Cycle of abuse» o «Ciclo de la Violencia» en referencia al ciclo que las víctimas de violencia de psicóloga norteamericana género, viven respecto de su maltratador, y utilizando el mismo para identificar una de las fases de un ciclo que imposibilita a las mujeres víctimas de malos tratos a pensar y crear alternativas para salir de la situación.
La autora concluyó que la violencia se producía en tres fases que se repetían de modo cíclico. Estas son:
Fase de acumulación de tensión: Aumenta la tensión en la pareja, el hombre se muestra cada vez más enfadado con la mujer sin motivo aparente y se incrementa la violencia de tipo verbal. Estos ataques los suele tomar la mujer como episodios aislados que puede controlar y que acabarán por desaparecer. Aquí se dan pequeños episodios que llevan a roces permanentes entre el hombre y la mujer, con un incremento constante de ansiedad y de hostilidad. Esta fase puede durar años, por eso, si la víctima busca ayuda se puede prevenir la irrupción de la fase aguda o del golpe.
Fase de explosión o agresión: La situación estalla en forma de agresiones físicas, psicológicas y/o sexuales. Esta es la etapa en donde la mujer, frente al golpe, lleva a cabo la denuncia judicial. La violencia física se convierte en un detonador y es por eso que intenta poner fin a ésta crisis.
Fase de calma, reconciliación o luna de miel: El agresor pide perdón a la mujer, le dice que está muy arrepentido y que no volverá a pasar. Utiliza estrategias de manipulación afectiva para intentar que la relación no se rompa, como dándole regalos, invitándola a cenar o a ir al cine, haciéndole promesas, mostrándose cariñoso, y mostrándole el hombre del que se enamoró. La mujer cree que el agresor realmente quiere cambiar, le perdona, retira la denuncia si la ha puesto o no la pone, sin saber que esto refuerza la posición de él.
En las fases anteriormente mencionadas se puede ver que no hay una violencia física, sin una previa y paralela violencia psicológica. Cuando el hombre le pide perdón, la mujer vuelve a confiar en él y deja sin efecto la exposición realizada en el juzgado. Éste es el momento en donde esta situación se transforma en algo habitual y se naturaliza. Esto demuestra que la violencia es crónica, porque va sucediendo de manera cíclica. Es muy importante detectar las señales de ayuda o los indicios que uno como amigo o familiar de una víctima puede detectar. Separarse de su círculo íntimo, dejar de trabajar, aislarse socialmente, volverse más tímida, negar o justificar la violencia son algunas de las actitudes que poco a poco formarán parte de su conducta y personalidad.
Tras la fase de “la luna de miel” la violencia se va consolidando, se hace más frecuente, aumenta en escalada y sus consecuencias son más graves.
La violencia de género, ejercida en gran medida en el ámbito doméstico, por varones mayoritariamente, es un problema complejo y multifactorial que se basa en mecanismos de dominio de unas personas sobre otras, de hombres sometiendo a mujeres, pretendiendo señalar quien ostenta el poder en el marco familiar con formas violentas de interacción, como es el caso de las relaciones de abuso. Además, estas relaciones son resultado de un modelo familiar y social que las ha aceptado como estrategias válidas para la resolución de ciertos conflictos. Esta violencia es un problema «para» las mujeres y un problema «de» los hombres pues son generalmente hombres quienes ejercen comportamientos violentos y mujeres quienes los padecen. Son los actores de esta tragedia enmarcada en un entorno social y cultural que ha venido tolerando e incluso propiciando estas agresiones con el consenso ideológico que justifica la interiorización de roles victimistas por las mujeres, llegando incluso a anestesiar su malestar.
Esta “luna de miel” se convierte pues en un estado de abnegación, ensoñación, indefensión aprendida y, en demasiados casos ingesta de fármacos que pretenden aliviar el dolor y que, lejos de ellos sumergen a las víctimas en situaciones de mayor riesgo.
A principios del siglo XIX, para “aliviar” dolores se recetaba opio, sin tener certeza sobre las dosis recomendadas en función de la pureza del preparado. Friedrich Serturner, químico y farmacéutico alemán. se interesó por los efectos del opio desde muy temprano. A los 16 años ya fue aprendiz de farmacéutico y en 1809 ya tenía su primera farmacia. Cuatro años antes y mientras estaba en período de aprendizaje, Serturner decidió, al igual que muchos químicos de la época tratar de aislar los principios activos de las plantas. Realizó un trabajo de dos años de duración que le llevó hasta el descubrimiento de la “morfina”, un trabajo que la mayoría de colegas rechazaron y no dieron por válido, así que recurrió a la única fórmula que haría de su descubrimiento un hallazgo oficial: decidió llevar a cabo una experimentación pública sobre él mismo y tres amigos que se prestaron. La idea: demostrar que la sustancia que había aislado era de hecho la responsable de las acciones del opio.
El trabajo, que había comenzado anteriormente estaba basado en sus observaciones, las cuales indicaban que algunas muestras tenían un claro efecto de adormecer el dolor, mientras que otras muestras no lo conseguían. El químico imaginó que el opio debía contener algo que podría contrarrestar el dolor, pero que no podría funcionar a menos que la dosis fuera lo suficientemente alta. El uso del amoníaco para separar el opio en sus componentes básicos aisló lo que más tarde llamaría morfina. Antes de poner a prueba su cuerpo comienzó las primeras dosis con ratones y perros que encontraba en su vecindario. Todos morirían en el camino, pero Serturner no se dio por vencido. Tenía claro que estaba en lo cierto, así que pasó a probar su compuesto junto a tres amigos. La teoría en este caso estaba clara: esta era la única forma de poner a prueba su estudio, además, los cuatro podrían describir claramente lo que estaba pasando y lo que sentían.
Así que con 20 años repartió una primera mezcla de morfina y alcohol entre los participantes. El experimento y sus efectos duraron tres días. Al final del mismo tanto él como sus tres amigos habían consumido alrededor de 10 veces lo que ahora se podría recomendar para una sola dosis de morfina. De sus escritos se relata un proceso donde experimentaron náuseas, fiebre y mareos. Serturner llegó a pensar que con el experimento estaban envenenados, razón por la que tomaron vinagre con la finalidad de inducirlos al vómito violento. Luego pasaron por un proceso descrito como un “largo sueño”. Finalmente relataba los efectos secundarios de la morfina: dolores de cabeza, de estómago y una fatiga extrema que se prolongaría durante varios días. Serturner logró su propósito de oficializar el hallazgo, había aislado el principio activo de la morfina. No sólo eso, la propia experimentación le dio el nombre a la droga opiácea en honor al dios griego de los sueños, Morfeo, debido al profundo efecto de sueño intenso. Así, en 1817 Serturner comercializa la morfina como analgésico, pasando a ser el primer tratamiento para la adicción del opio y el alcohol.
El comienzo de su experimento fue histórico fue por las consecuencias que se produjeron a raíz del mismo. La morfina se convirtió en el primer tratamiento de varios síntomas en la medicina. El uso masificado de ella produjo la aparición de las agujas hipodérmicas en 1843, lo que permitían unos efectos instantáneos y más potentes que su suministro oral. Con ella llegó la primera víctima por sobredosis haciendo uso de las agujas.
En 1878 se aislaba un opiáceo gracias a la acetilación del clorhidrato de morfina, con lo cual se obtuvo diacetilmorfina. Dicho así, la mayoría no entenderá que importancia tenía, pero es que en 1898 la diacetilmorfina fue comercializada por Bayer bajo el nombre de… heroína. Sí, la heroína fue en su momento “propiedad” de Bayer, y sí, también fue comercializada como un sedante para la tos y/o como sustituto de la morfina pensando que era menos adictiva. Había nacido por tanto una de las grandes lacras en cuestión de drogas semisintéticas de consumo, y derivada de la misma morfina (originada a su vez a partir de la planta de opio).
Morfinómano entre 1889 y 1899, el pintor, escritor y dramaturgo español Santiago Rusiñol y Prats, en 1894 pintó una de sus obras más conocidas “La morfina”, una obra influida por los impresionistas, pero intimista y simbólica. Un óleo sobre lienzo de 115cm x 87,36 cm que actualmente se haya en el Museo Cau Ferrat, en Sitges, Barcelona, y que desvela la dramática situación en que se haya una mujer que bien pudiera ser víctima de malos tratos físicos o psicológicos y recurre a la misma para adormecerse, olvidar, perdonar y aceptar, para transcurridas de ocho a diez horas reincorporarse al ciclo de la violencia. La protagonista del cuadro es una joven cuya mano aparece todavía en tensión agarrándose fuerte y dramáticamente a la sábana mientras su rostro delata que el alcaloide ha empezado a hacer su efecto trasladándola a los mundos de Morfeo. El color de la manta, amarillo, simboliza que se trata de una enferma.
La morfina en España, a finales de siglo XIX fue una droga ampliamente extendida y utilizada por la sociedad en general y por la alta sociedad en especial. Las mujeres de las clases más adineradas celebraban reuniones para inyectarse colectivamente, encargando incluso a joyeros la realización de jeringuillas de plata, en algunos casos inclusive con incrustaciones de brillantes. Sin embargo, a pesar de su difusión, socialmente estaba mal vista, por lo que Rusiñol recurre al subterfugio de representar a la joven como una enferma, que estaría tomando la droga para paliar sus dolores.
Las dificultades de expresión emocional, la débil autoestima, la percepción distorsionada de la realidad y la vivencia de amenaza consecuente, son la base de muchos conflictos violentos en el hogar. Por eso, la forma más frecuente de violencia contra las mujeres es la doméstica a través del maltrato repetido mediante abuso físico, sexual y/o psicológico. Empujones, golpes, violaciones, insultos, humillaciones, amenazas o incluso asesinatos no son sino algunas de las manifestaciones de estas agresiones en el ámbito doméstico.
Un 24% de las mujeres con edades entre 18 y 64 años son víctimas de malos tratos. De ellas, un 12% han pensado alguna vez en el suicidio para dar fin a su situación. Incluso un 6% de las mujeres maltratadas ha intentado quitarse la vida en alguna ocasión. La afectación psicopatológica es, asimismo, sufrida por las mujeres que reciben maltrato físico o psicológico, y un elevado número de ellas también padecen relaciones sexuales forzadas. A pesar de ello, se considera que el 85% de las situaciones de violencia doméstica no llegan a denunciarse. Sin embargo el problema no queda ahí, ya que pese al gran número de denuncias que se interponen la mayoría de ellas no llegan a la fase de diligencias previas, porque son retiradas por las mujeres ante presiones, sentimientos de culpa o miedos de todo tipo, o porque están mal formuladas en los dificultosos trámites administrativos. Además, la falta de apoyos legales o jurídicos y el desconocimiento de los recursos existentes (casas de acogida, pisos tutelados, asesoramiento psicológico, etc.) no ayudan a que las denuncias sigan su normal trámite.
Con todos estos datos se puede considerar que existe cierta falta de voluntad para castigar a quien ejerce violencia en el entorno intrafamiliar, lo que deriva en múltiples problemas tanto jurídicos como, principalmente, sociales. Resultando inexplicable para la sociedad que las mujeres no pongan fin a esta situación, sin entender que se encuentran en una espiral en la que todos y todas debemos involucrarnos para rescatar.
Nos indica “EstherTauroni Bernabeu” que, parece inadecuado y contraproducente una explicación de la finalidad que el transexual ecuménico perverso patriarcado y el feminismo se propone acerca de sus motivos, y de las relaciones en torno al mismo tema, la civilización; considerando que, “Por tratarse de un alimento incorruptible, que se vuelve mucho más dulce a medida que transcurre el tiempo, la miel se ha convertido en muchas culturas metáfora y símbolo de amor eterno, de felicidad conyugal y casamiento”. Algo así, como la indicación histórica la tendencia y los resultados, en un conjunto de afirmaciones y aseveraciones sueltas, y dispersas acerca de la verdad del genocida ecuménico perverso patriarcado irreversible ambiguo sexual y la mujer.
“La violencia de género, ejercida en gran medida en el ámbito doméstico, por varones mayoritariamente, es un problema complejo y multifactorial que se basa en mecanismos de dominio de unas personas sobre otras, de hombres sometiendo a mujeres, pretendiendo señalar quien ostenta el poder en el marco familiar con formas violentas de interacción, como es el caso de las relaciones de abuso”; porque las mujeres han sido objeto, durante milenios de este proceso subordinado de sometimiento, al ser moldeadas psicológicamente interiorizándolas ideológicamente de su propia inferioridad. Sometidas a la ignorancia de su propia historia de luchas y logros es y ha sido, una de las determinantes formas de mantenerlas subordinadas y sometidas.
“Por eso, la forma más frecuente de violencia contra las mujeres es la doméstica a través del maltrato repetido mediante abuso físico, sexual y/o psicológico. Empujones, golpes, violaciones, insultos, humillaciones, amenazas o incluso asesinatos no son sino algunas de las manifestaciones de estas agresiones en el ámbito doméstico. Un 24% de las mujeres con edades entre 18 y 64 años son víctimas de malos tratos” pues, la íntima y directa conexión, de las mujeres en las estructuras, que impone el genocida transexual ecuménico perverso patriarcado ha permitido que, cualquier esbozo de solidaridad femenina y cohesión de grupo, les resultara extremadamente problemático atento que, la mujer al estar vinculada al sometimiento desde su origen, la conllevan a sus “obligaciones específicas” como subordinada.
“La afectación psicopatológica es, asimismo, sufrida por las mujeres que reciben maltrato físico o psicológico, y un elevado número de ellas también padecen relaciones sexuales forzadas”, no siendo difícil considerar lo impuesto por el genocida ecuménico perverso transexual patriarcado irreversible ambiguo sexual, que durante milenios satisface su homosexualidad sádica sobre la mujer.
Por eso el sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es absolutamente la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.
Mi Femeninologia Ciencia de lo femenino es la serie de configuraciones que con mi conciencia voy recorriendo constituyendo, más bien, la historia que desarrollo en la formación de mi conceptualización. Es decir, una suerte de escepticismo consumado, que en realidad sería, el propósito de no rendirme, a la autoridad de los pensamientos de otro, sino de examinarlo todo por mí mismo ajustándome a mi propia convicción; o mejor aún, producirlo todo por mí mismo y considerar como verdadero tan solo lo que yo hago.
*Hoy, como ese infante entre los 4 a 5 años adaptando mi pensar en la realidad, interpretando mi actividad onírica . . .
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
25/07/2019