Leo un artículo del pasado día 19 de febrero de Eldiario.es titulado «Las mujeres ya no queremos ser las únicas cuidadoras del mundo». En él se informaba sobre la participación de la filósofa Ana de Miguel en la Escuela Toledana de Igualdad del Ayuntamiento de Toledo en la conferencia «La perspectiva Feminista : una historia con rumbo». La filósofa embiste contra el papel que el patriarcado nos asigna por haber nacido mujeres: »
Si muchos hombres filósofos se hubieran dedicado a cuidar a sus padres o madres, a sus hijos o a sus amigos enfermos, no hubieran sentido tanta angustia…. En particular ha arremetido contra Rousseau por ser conocido como el «gran igualitarista» cuando promulgaba que la función de las mujeres era «hacer la vida de los hombres más fácil y agradable». Para De Miguel, es una prueba de que el sexo masculino «se ha apoyado en nosotras, para ver más lejos, para pintar, para hacer ingeniería, para ganar el Premio Nobel, para realizarse; y lo han hecho a costa de sentir la enorme seguridad de que en casa tienen unos hijos maravillosamente cuidados y una esposa esperando y perdonando eso que han llamado sus debilidades masculinas».
Naturalmente la maestra De Miguel se refiere al género, un concepto cultural y arbitrario que marca la vida de las mujeres desde su nacimiento, desde que a la criatura de sexo femenino se le ponen unos pendientes y se la viste con un patuco rosa. Quería referirme concretamente al rol del cuidado. El cuidado del que las mujeres nos ocupamos por mandato patriarcal debería dejar de ser cosa nuestra y debería ser consensuado dentro de la pareja. Quizá la resistencia que presenta la persona cuidada cuando toma conciencia de la necesidad de abrir sus horizontes, debería ser vista como una señal para que las mujeres se dediquen al autocuidado, sin embargo, la resistencia de las mujeres educadas en el papel del cuidado es feroz. Por mi parte, considero que abrir las manos y permitir a la hija seguir su propio camino, es una forma de luchar contra el género que, como feministas radicales queremos abolir. Por eso, me inclino a favor de la abolición del género, por mí y en sororidad de todas las mujeres.
¿Por qué el cuidado ha de recaer en las mujeres, siendo como es considerado un trabajo tan agotador? ¿No se nos considera el sexo débil? aprecio que aquí el patriarcado cae en flagrante contradicción.
Por otro lado, dado que me manifiesto abiertamente por la abolición del género, yo acuso, si yo acuso, entre otros agentes, al transactivismo, como fiel aliado del patriarcado, al menos en los últimos tiempos, de querer imponernos los roles femeninos contra los que estamos luchando, formando así un Eje del s.XXI junto al neoliberalismo y el patriarcado. Por eso lo digo alto y claro, actualmente, el transactivismo es misoginia. Uno de esos roles que este otro trifachito está potenciando es el rol del cuidado (véase, por ejemplo, las fotos performativas donde se ve un seno màsculino amamantando a una criatura asustada)
Pero no pienso seguir hablando de unas personas que basan su activismo en insultar, agredir, amenazar y reventar, o intentar reventar, los actos de mis compañeras feministas en toda Europa. Quien hace eso solamente demuestra su falta de argumentos, es la enfermiza necesidad de llamar la atención de quienes están fuera del debate real, un debate con tres siglos de historia, un debate que nos afecta a nosotras, las hembras humanas.
no pienso seguir hablando de unas personas que basan su activismo en insultar, agredir, amenazar y reventar, o intentar reventar, los actos de mis compañeras feministas en toda Europa.
Lo siento pero, como mujer con discapacidad tengo problemas más importantes en mi agenda dentro del Feminismo Radical. Problemas que si importan a la gente real.
Dicho esto, argumentaba Ana de Miguel hablando de los cuidados: » Yo cada vez que oigo que las mujeres podemos con todo, me enveneno» . A mi me duele que cuando, por fin, nos vemos liberadas de ese trabajo, no sepamos aceptarlo. ¿Será que el patriarcado no nos ha enseñado para vivir ese momento?
Este es un problema que afecta a miles de mujeres en dos vertientes, la mujer cuidada, con discapacidad y la mujer cuidadora, sin discapacidad. El concepto de “supermadre cuidadora” que cria con fruicciòn y que no sabe cual es el momento de dejar a su hijo y, sobre todo, a su hija volar es perjudicial para ambas partes, pero hasta ahora solamente se ha tratado este tema en dos vertientes teóricas:
Por un lado, tenemos a quienes defienden la crianza con apego. Creo que ello solamente agrava el problema de coodependencia entre la mujer cuidadora y la mujer cuidada, ya que la independencia de la segunda no termina de llegar.
el problema de los cuidados supone un desafío que el feminismo debe afrontar y es a las mujeres con discapacidad a las que nos corresponde dar soluciones viables.
Por otro lado, tenemos el feminismo marxista que, desde la perspectiva del socialismo utópico, ha teorizado soluciones mediante sistemas de crianza en comunidad y con estricta corresponsabilidad de toda la comunidad, varones y hembras. No se trata de hacer grupos de mujeres criadoras, sino de que el futuro ciudadano o la futura ciudadana sea criada por toda la comunidad sin apego excesivo. Un ejemplo de esto es la teoría de la filósofa Shulamith Firestone que nos recuerda la compañera Tasia Aránguez Sánchez, profesora de filosofía del derecho y responsable jurídica de la asociación ADAEC (Afectadas por Endometriosis), en este artículo en el blog oficial de la asociación Arjaí: (https://arjai.es/).
Si bien es cierto que, el socialismo utópico, tanto fuera como dentro del feminismo, no nos puede servir como hoja de ruta concreta para nuestra praxis, si nos puede servir como guía ideológica para desarrollar futuras soluciones al problema del apego, los cuidados y la discapacidad. Y es que este problema genera un círculo vicioso que tan solo será posible romper mediante la abolición del género.
Dicho círculo vicioso tiene el siguiente desarrollo:
En primer lugar, se genera una coodependencia emocional entre la mujer cuidada y la mujer cuidadora. Esto, limita la vida de ambas mujeres, hasta el punto de envejecer prematuramente a la hija o hacer depender la vida de la madre de la vida de su hija, dejando de lado la suya propia.
Esto nos lleva a un síndrome de abstinencia madre-hija, ya que han construido su proyecto vital la una entorno a la otra, olvidando sus propias preferencias, gustos y aficiones. Esto se puede agravar en caso de problemas emocionales o sociales de ambas mujeres como problemas de pareja, de integración social, laborales, etc, etc… También puede generar dichos problemas. Todo ello, genera una mayor coodependencia.
Como vemos, el problema de los cuidados supone un desafío que el feminismo debe afrontar y es a las mujeres con discapacidad a las que nos corresponde dar soluciones viables. Es a nosotras a las que nos toca desarrollar una teoría que nuestras predecesoras de la segunda ola dejaron enunciadas, por fin hay una causa subjetiva para desarrollar esta parte de la revolución feminista, una causa que afecta a millones de mujeres y se llama discapacidad