Mujeres percusionistas hutus y tutsis rompen el tabú que les prohibía tocar el tambor en Ruanda

Redacción Tribuna
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La percusionista ruandesa Odile Gakire sabía cuando fundó Ingoma Nshya, el primer grupo de percusionistas mujeres en Ruanda compuesto por hutus y tutsis, que «romper el tabú que prohibía a las mujeres tocar el tambor en Ruanda sería revolucionario» y ahora estas mujeres luchan por proteger el legado del tambor en su país.

Odile Gakire recibió el pasado mes de junio el Premio Fair Saturday que otorga la Fundación Fair Saturday y la percusionista ruandesa lo recibe como un colofón a quince años de «allanar el camino a las mujeres en el mundo del tambor en Ruanda».

Si bien, aunque desde Ingoma Nshya han luchado estos años para reivindicar un lugar para las mujeres percusionistas, lamenta que aún no se las considera como «apropiadas» para tocar los tambores «por el género».

Por ello, piden un mayor reconocimiento oficial y están trabajando para mantener su presencia tanto en su país como a nivel internacional para «salvaguardar el legado para la próxima generación». «De otra manera –avisa–, existe el riesgo de que las primeras percusionistas ruandesas desaparezcan de la escena cultural, local e internacional».

Odile Gakire inició ‘Ingoma Nshya, Women’s Initiatives’ el 7 de julio de 2004. Como ciudadana, artista y mujer, siempre quiso hacer una contribución significativa a su sociedad. En aquel momento, era consciente de que «no había un equilibrio de género en el sector cultural» y de que «la herencia de los tambores de Ruanda estaba desapareciendo».

«¡Era obvio que romper el tabú que prohibía a las mujeres tocar el tambor sería revolucionario, histórico y beneficioso por las dos partes! Sabía que las primeras bateristas ruandesas escribirían un nuevo capítulo de la historia de la cultura en Ruanda, promoverían los derechos de las mujeres en el sector cultural y, al mismo tiempo, preservarían y promoverían la herencia del tambor», explica.

Gakire tuvo la oportunidad de inscribir su iniciativa porque «la constitución ruandesa refuerza los principios de igualdad de género y eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres» y gracias a «la alta representación de mujeres en los órganos clave de toma de decisiones del país».

En 2004, fue directora artística del Centro Universitario de Arte y Teatro de la Universidad de Ruanda. Tenía a su disposición un teatro y un buen número de tambores ruandeses. Entonces, se dirigió al Museo Nacional de Ruanda –ahora el Instituto de Museos Nacionales de Ruanda– para comprender mejor las causas del tabú. Después, hizo carteles para llamar a mujeres interesadas en convertirse en percusionistas.

Los primeros profesores fueron hombres y de diferentes instituciones: del Centro Universitario de Arte y Teatro, el Museo Nacional de Ruanda, la Compañía Twizerane y otros artistas individuales. Después de cuatro años, obtuvieron una ayuda del Fondo Príncipe Claus y trajeron a una percusionista de Senegal para que las capacitara e inspirara. «Ha sido un viaje muy emocionante y empoderador», asegura.

Sobre el tabú, Gakire señala que hay diferentes razones. «Algunas personas dicen que es porque las mujeres no son lo suficientemente fuertes como para llevar los tambores. Otras personas explican que debe ser así porque en la Ruanda precolonial, los percusionistas eran una categoría de abiru, los guardianes de la historia y la tradición oral, que se encargaban de aprender de memoria los diferentes rituales que rodeaban al rey, así como la historia de los reyes anteriores».

Con los cambios en el poder político, lejos del gobierno de los reyes, los tambores evolucionaron hacia una práctica más popular, según explica Gakire. Si bien, a pesar de la democratización de los tambores y de la pérdida de su código sagrado, las mujeres aún no podían tocarlos.

«Algunas personas que están en contra de los tambores femeninos, principalmente del Ministerio de Deportes y Cultura, argumentaron que tocar los tambores tenía una connotación sexual en la cultura de Ruanda, en la que hombres y mujeres tenían roles específicos que no podían intercambiarse. Solo los hombres podían tocar el tambor mientras las mujeres bailaban», recuerda.

Sin embargo, precisa que también reconocieron que «este simbolismo sexual tiende a desaparecer con el tiempo» y que «la gente está cada vez más interesada por el valor artístico y los beneficios de la actividad».

En la actualidad, Ingoma Nshya es una banda formada por 20 percusionistas que tocan el tambor tradicional con cuatro estilos: una toca el ishakwe, el tambor principal, en el registro alto; de una a tres tocan el inyahura, en el registro central; tres o más tocan el ibihumurizo, en el registro bajo, y dos o más tocan el impuma, el registro más bajo.

Está en sus planes integrar otros instrumentos musicales y otras formas de arte. Ensayan diariamente desde las 8,00 horas hasta el mediodía y desde las 14,00 hasta las 17,00 horas. Según cuenta Gakire, tienen pocas actuaciones en Ruanda y la mayoría de las veces la gente quiere que actúen de forma gratuita. «Tenemos muchas invitaciones fuera de Ruanda y el principal desafío son las tarifas aéreas», explica.

Además, como al principio no les invitaban a eventos culturales locales, crearon el festival ‘Rwanda Drum Festival’, que es el primer y único festival nacional de Rwanda. Hasta ahora, el Rwandan Drum Festival ha reunido a más de 400 músicos de Rwanda, Burundi y la República Democrática del Congo (RDC) en cinco ediciones.

Tras pasar por diferentes países (República Democrática del Congo (RDC), Senegal, Zimbabwe, Sudáfrica, Nigeria, Países Bajos, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia y México), actualmente, Ingoma Nshya está preparando una gira en Alemania para junio de 2020 en colaboración con la Fundación Phoenix. Además, esperan poder coordinarse con la Fundación Fair Saturday para actuar en Bilbao.

«¡Nos sentimos increíblemente fuertes y orgullosas! El momento se siente histórico, revolucionario, inmortal. Somos conscientes de que cada ritmo es un paso. ¡Cada golpe es historia!», exclama, al tiempo que añade que a través del tambor, reclaman el derecho de las mujeres a la libertad de expresión y a participar en la cultura.

No obstante, reconoce que los derechos de las mujeres son respetados y protegidos en Ruanda. De hecho, las mujeres componen el 64% de su parlamento. También existe, según precisa, «una amplia gama de instrumentos legales que contribuyen en gran medida a la realización de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en diferentes sectores».

Sin embargo, puntualiza que «todavía existen limitaciones» los «factores sociales, culturales y económicos existentes que limitan a la participación de las niñas y mujeres en áreas reservadas tradicionalmente para hombres», como en el caso de la percusión.

Además, Ingoma Nshya se caracteriza por estar formada por mujeres hutus y tutsis. Si bien, Gakire precisa que «25 años después del genocidio de 1994 contra los tutsi, ser tutsi o hutu ya no es relevante en el país. «Por el bien de la unidad y la reconciliación, hemos estado redefiniéndonos como ruandeses», subraya.

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