El patriarcado es como dios, solo se le puede ver a través de sus obras. Y para eso ahí están sus hijos sanos y enfermos, que se encargan de marcar, en nuestros cuerpos y sobre nuestros derechos, el marchamo del padre todopoderoso y de imponernos sus leyes. Antes incluso de que Moisés bajara información de la nube en su famosa tablet.
El dios-patriarcal, es un padre cruel con las mujeres, ya que se vio obligado a castigar a toda la humanidad por nuestro pecado. A nosotras nos castigó a parir con dolor los hijos propios y los que hacemos para otros, a morir en el parto o si se trataba de elegir entre madre e hijo… y en el sexo, nos diseñó socialmente para proporcionar placer y ratificar el poder de los hombres, reprimiendo nuestra sexualidad, con la excusa de que era tan dañina y desbocada que provocaba guerras y destrucción.
Platón no nos concedía alma racional y Aristóteles se preguntaba si en el momento de la creación de todas las cosas fue una buena idea crear a la mujer:
“Dice el Filósofo en el libro De Generat. Animal.: La mujer es un varón frustrado. Pero en la primera creación de las cosas no era conveniente que hubiera nada frustrado ni imperfecto. Por lo tanto, en la primera institución de las cosas no debió ser hecha la mujer.”
Con posterioridad, los santos hijos del monodios patriarcal, lo ratificaban en sus sesudos estudios:
… “…en relación con la naturaleza particular, la mujer es algo imperfecto y ocasional. Porque la potencia activa que reside en el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género masculino. Que nazca mujer se debe a la debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o también a algún cambio producido por un agente extrínseco, por ejemplo los vientos australes, que son húmedos…”,
instruía el santo Tomás para fundamentar, recurriendo a los clásicos, su sagrada misoginia, mantenida a través de los siglos hasta nuestros días.
Ya fuera recurriendo a fenómenos meteorológicos, o a la supuesta pasividad del espermatozoide, los religiosos e iluminados genetistas, no fueron ni muchos menos, los pioneros patriarcas ni los primeros misóginos de la historia.
Aunque el capitalismo tampoco fue parido por ninguna mujer, cuando nació, el mundo no estaba, por tanto, ni mucho menos libre de opresión patriarcal. El sistema de producción capitalista, tenía ya el terreno abonado para continuar con la dominación ancestral, de un sexo sobre el otro.
Debe ser por eso que, como no ven el patriarcado, ni delante ni detrás o más allá de la opresión de clase, muchos compañeros de la autodenominada izquierda anticapitalista, no son feministas.
Muchas mujeres, también de la izquierda, esperan que salgan del error ayudándolos y contribuyendo decisoriamente en la lucha de clase, aunque habitualmente conformándose con posiciones subalternas. De los compañeros machos podemos esperar sin embargo, que reivindiquen, por ejemplo, la sindicación de las mujeres que están en la ancestral institución de la prostitución porque… ¿qué mejor que pedir derechos laborales posmodernos y de clase, para las esclavas sexuales de siempre?
Hay que señalar que para poder mantener el estado letárgico y de sumisión de las mujeres, ese dios y sus hijos, no solo usan violencia. Nos dedican sus caras más amorosas y nos ofrecen y alimentan con bastantes mitos sociales que supuestamente nos dignifican en nuestra situación de sometimiento y que muchas mujeres seguimos y aceptamos sin cuestionar y embelesadas. Para nosotras queda: el amor romántico, el de verdad, el incondicional, la maternidad y los hijos que dios nos mande, la capacidad de abnegación ante el sufrimiento, el descanso del guerrero, la entrega a los demás, la aspiración de belleza física y de perfección, la dulzura del hogar, para retenernos en él si alguna vez pensábamos escapar, ¿qué más quieres mujer que un buen casamiento, tu casa, tu marido y tus hijos, manteniendo la línea…?
Desde los tiempos de cristojesús, somos construidas a imagen de la virgen madre y mucho antes, de la costilla del hombre. No somos seres humanos completos, pero podemos aspirar a ser medias, medias naranjas, medio racionales, o semiprincesas, a la espera de salir de la pasividad para seguir en la misma. En esa espera, eso sí, adornadas con bonitos vestidos de novia, blanco virginal, que nos hace todavía más bellas ante los ojos del padre, de todo dios y del hijo.
Estar en contra del mandato patriarcal o incluso estando a favor, tenemos muchísimos riesgos vitales que sortear, antes y después de nacer, por hacerlo sin pene.
Desde el nacimiento, ya de por sí un castigo divino o un error genético o ambiental, jamás no se nos despenalizará, siempre en libertad condicional, seguiremos siendo culpables de las tragedias de la humanidad. Debe ser por eso, que a algunas no las dejan ni nacer. Y si lo hacen, no importa el lugar ni el contexto, el color de piel o el país, sin duda seremos igualmente oprimidas por dios y por los hombres. A algunas nos mutilarán el clítoris para que quede más claro cuál es nuestro papel y nuestra culpa, nos cubrirán con velos, o nos intoxicarán a ansiolíticos, antidepresivos o liftings faciales o corporales debido a nuestra baja capacidad para ser iguales al macho de la especie.
Contravenir las leyes patriarcales es hoy y lo es desde la noche de los tiempos, objeto de castigo, que van desde la mutilación al feminicidio, pasando por años de agresión, violaciones, compre-venta y maltrato social. Contravenir el mandato, nos marcará siempre como culpables, también si lo aceptamos. Y nos sentiremos culpables, tanto si lo aceptamos como si no.
Estamos en el mundo para ser castigadas, por todos y por nadie, por todos y por cada uno. La misoginia es tan estructural como la historia humana, escrita por dios y por los hombres. Y mantenida por todos aquellos que no ven o no quieren ver al dios-patriarcado, ni antes ni después de la moderna y la posmoderna opresión.
Te has preguntado alguna vez por que tu ropa interior, tus pinturas y en general tus fetiches se fabrican en China y viajan 20.000+ Km en barco?