La posibilidad de nuevas elecciones es rechazable para casi todo el mundo, menos para la dirección del PSOE que es la única que tiene en su mano impedirlas. Porque parece lógico pensar que para evitarlas, tiene más posibilidades quien más poder ostenta, aunque todas las partes implicadas puedan poner algo de su parte.
Cuatro elecciones en cuatro años es una marca difícil de imitar y poco deseable en la medida en que supone la escenificación de un fracaso del sistema democrático ya que no se consigue que las urnas impongan la voluntad mayoritaria de la ciudadanía. La repetición electoral es por otra parte, la causa de una enorme decepción y distanciamiento de quienes votaron para construir un país gobernado sin mayorías absolutas, desde la necesaria negociación capaz de hacer confluir voluntades con el objetivo de desarrollar políticas sociales en beneficio de las mayorías . Y romper ese vínculo de confianza entre el electorado y quienes deben ser sus representantes es una nefasta estrategia capaz de causar enormes perjuicios a la salud democrática de un país.
Supone además abrir una puerta a la posibilidad de un gobierno de derechas, empeñado en hacer políticas de derechas, como ha quedado más que evidente en las sucesivas campañas electorales. Políticas que para las mujeres no son más que políticas de retroceso, de desandar un camino que no resulta nada fácil, en permanente pugna con estructuras, creencias, modelos y procedimientos que comprometen la igualdad convirtiéndola en un puro espejismo.
Un gobierno de derechas, como el conocido durante demasiados años, es para las mujeres una posibilidad especialmente arriesgada. Desde la conciencia de que ninguno de los avances conseguidos es irreversible. Y la convicción de que a estas alturas, el simple hecho de no avanzar ya significa retroceder.
La lucha por la igualdad impulsada por las mujeres durante estos años ha conseguido ganar en alguna medida la batalla cultural. Después de décadas en las que el sexismo y el machismo campaba a sus anchas sin ninguna limitación y la desigualdad se admitía sin crítica ni
enjuiciamiento, la beligerancia del movimiento de las mujeres había conseguido evidenciar la responsabilidad de algunas conductas socialmente aceptadas en la permanencia de estereotipos y discriminaciones, generando críticas contundentes. Y la claridad era tal que no se admitían disonancias, so pena de merecer la crítica colectiva. Han surgido referentes, figuras públicas, en los medios de comunicación, en los partidos, en las instituciones que se significaban en la defensa y promoción de la igualdad. Se han ganado las calles, por lo menos en fechas significadas. Algo, bastante, ha cambiado en la percepción social de la situación de las mujeres.
Todo ello no ha resultado gratis, sino que ha ocasionado una contundente reacción desde la derecha neoliberal. Es fácil identificar diversos intentos de neutralización que pasan por la fragmentación del movimiento de las mujeres, la apropiación y vaciado de ideas, la tutorización política,… todo lo necesario y útil para frenar un movimiento reivindicativo consciente de sus orígenes y empeñado en sus metas.
Un Gobierno de derechas podrá hacerse responsable de lanzar la ofensiva definitiva, con las herramientas necesarias a su alcance. Inaplicación del Pacto de Estado, bloqueo cambios legislativos ( Ley de Igualdad, LOMCE, Reforma laboral, Dependencia), invisibilización del conflicto, eficaces campañas mediáticas de distorsión y manipulación…Todo ello en íntima alianza con esas minoritarias fuerzas neofascistas que han puesto a las mujeres en el centro de su diana.
Por todo ello, para quienes batallan esforzadamente desde hace tiempo con el viento a favor o en contra, por la igualdad y la no discriminación, es estúpido darle esa oportunidad a unas fuerzas reaccionarias que ya fueron derrotadas pero cuentan con una inagotable capacidad de regeneración.
No hay argumento que lo justifique. Solo la existencia de un interés puramente partidista que ignora las expectativas sociales que las urnas explicitaron. Como conclusión final: si nos obligan a volver a las urnas, sin duda, las feministas estaremos a la altura porque hay mucho en juego. Aunque quizás con un punto de amargura y desconfianza que no ayuda en absoluto.
Quiza se refieren a que las derechas que parten de una traicion en el origen apestan, pero una derecha que no parta de una traicion en el origen sigue siendo necesaria, si bien puede que en algunos paises solo exista en el ambito privado y por casualidad.