El patriarcado troyano

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CANAKKALE, TURKEY – May 30, 2019: Trojan Horse at Troy, travel background

La máquina aprende. No podemos subestimar a nuestro adversario. El patriarcado está llevando a cabo en estos tiempos una jugada maestra: al igual que en un truco de magia, la mano a la que nos hacen mirar es el señuelo, la distracción, pero el truco se está haciendo con la otra mano.

Tenemos por un lado la misoginia rancia y casposa de siempre, fácil de ver, fácil de señalar y de odiar. Una misoginia fascista y empeñada en eliminar los derechos que tanto les han costado a nuestras antepasadas conseguir para nosotras. Este sector está ganando fuerza en todo el mundo, como ya ha ocurrido antes en la historia. Por señalar algunos ejemplos de sus líderes, podemos nombrar a Trump, Bolsonaro, Putin… o en el caso de España, Abascal. Suponen una amenaza inmensa para las mujeres, corremos el peligro de volver a ser encarceladas en el ámbito privado, volver a tener prohibido expresar nuestra opinión, votar e incluso estudiar o desarrollar una carrera profesional.

Esta parte corresponde a la reacción consecuente de nuestra revolución feminista, esos machistas que se aferran a sus privilegios sobre nosotras, como los fascistas al recuerdo de una dictadura.

Pero debemos tener cuidado, lo que no es tan visible, ni tan fácil de odiar y desde luego, lo que no es tan fácil de señalar, es la otra misoginia: el patriarcado 2.0. Bajo la idea de la diversidad, la inclusión y la empatía, surge lo que en realidad es el ataque más estructural que ha sufrido el feminismo. Lo que lucha por conseguir su destrucción, su extinción. Y es que, al final, la mejor estrategia para disolver una revolución es la técnica del caballo de troya. Estamos viviendo la inserción dentro del feminismo de una ideología que nos diluye, nos disuelve y nos invisibiliza hasta hacernos desaparecer. Esta es la de las “identidades de género”.

El transactivismo es una ideología absolutamente contraria conceptualmente al feminismo. Aboga por desdibujar la opresión que supone el género, para que en lugar de entenderlo como la herramienta educativa que sustenta y perpetua el patriarcado, lo entendamos como pura performatividad individualista. Esta estrategia bebe de la corriente del neoliberalismo, llevando a su máxima el mito de la libre elección.

Ya nos iluminó Celia Amorós con su frase de “Si conceptualizamos mal, politizamos mal”. La forma de entender el concepto de género implica un desarrollo filosófico y lógico de la teoría feminista completamente diferente, que lleva a consecuencias y acciones totalmente contrarias.

Abanderadas con la inclusión y robando a las opresiones el término de interseccionalidad, muchas personas de esta ideología han llegado a insertarse en el feminismo, modificándolo desde dentro hasta conseguir logros que cualquiera habría considerado impensables, como que mujeres que luchan por el feminismo, lleguen a repudiar a otras mujeres y desear la violencia hacia ellas.

Impulsado claramente como un lobby del patriarcado y el capitalismo, y acogido por la ideología neoliberal ya asentada en la población, el transactivismo ha llegado más lejos y en menos tiempo que cualquier otra lucha, consiguiendo leyes de autodeterminación de “la identidad sexual y expresión de género” que borran y alteran el significado de la categoría mujer.

Y es que al amenazar lo que entendemos por mujer, ampliando el significado tanto como para que cualquier cosa pueda incluirse, no sólo se arriesga la claridad conceptual, sino que se resignifica el sujeto político del feminismo. Restando valor a la realidad material por la que nos oprimen, nuestro sexo; se elimina y desdibuja la necesidad de una lucha. Y como cualquier lucha, al quitarle su sujeto político, ésta desaparece.

Nos están arrebatando el feminismo desde dentro, arropados por muchas de nuestras compañeras, totalmente alienadas, suponen fuego amigo, el más dañino que hay, porque es desde nuestra propia trinchera.

Y esto no es aleatorio ni una circunstancia azarosa. Esto forma parte de la estrategia. Primero, el patriarcado nos educa para que siempre antepongamos al resto, empáticas suicidas y cuidadoras hasta el desgaste. Y luego, y aquí está la magia de este truco, nos da ese “resto” al que anteponer. Y así nosotras mismas, cumpliendo el papel que nos asignan desde que conocen que naceremos niñas, cuidamos a quien nos está destruyendo.

Esto ya se está viviendo de forma más avanzada en otros países. Al patriarcado de coerción y al patriarcado de consentimiento se ha unido un tercero: el patriarcado troyano.

En países como Canadá, donde ha llegado más lejos el transactivismo, consiguiendo leyes de autodeterminación, nuestras compañeras no pueden reunirse abiertamente sin recibir amenazas, acoso y violencia. Las feministas son repudiadas por querer luchar por las mujeres.

Si este patriarcado consigue avanzar más, acabará con el feminismo, y robará muchos más derechos que el patriarcado misógino y rancio, con el beneplácito de toda la sociedad, todo en nombre del progresismo y la inclusión. Y no podremos reclamarlos, porque se supondrá que ya tenemos esos derechos. Debemos luchar juntas, somos la resistencia. Por las que ya lucharon y por las que lucharán.

 

 

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