Estoy en una cafetería donde intento resguardarme del frío gélido de estas tierras aragonesas. Una cafetería que otrora fue referente y hoy, como todos estos servicios de restauración, subsiste como puede.
En una de las mesas un matrimonio de edad avanzada, ella saboreando el café y él con el periódico abierto. No puedo evitar escuchar el comentario de él, no en vano lo está prácticamente voceando, » que los hijos no son de sus padres, que son del Estado», dice. Y rememora otros tiempos, » sí, como cuando éramos de la patria y si no lo éramos nos fusilaban». Ella le indica que baje la voz y él continúa » no sé qué ministro lo ha dicho porque ahora ya no sé quién es ministro». Y este hombre algo de razón lleva.
Toda esta conversación surge porque está leyendo sobre el pin parental y que a mi modesto entender estamos enfocando mal y me explicaré. Los hijos y las hijas no son propiedad de nadie, de acuerdo, pero de nadie. Ahora bien, estamos obligados a inscribirles en el Registro Civil, no el Registro de la Propiedad, también de acuerdo. Llegados hasta aquí la inscripción en el Registro Civil obliga de facto a cada una y uno de los inscritos a acatar las leyes, a cumplir con deberes cívicos, éticos y a bastantes cosillas más, no nos engañemos.
De esa inscripción nace uno de los deberes que en este momento está martirizando a las madres, en concreto a las que sufren o han sufrido violencia machista. Y es que parece claro que en esto del pin parental se ha establecido un límite invisible a derecha y a izquierda y mientras unas defienden que la elección de educar a los hijos e hijas no les corresponde a los padres y madres, los otros enarbolan banderas de la sacrosanta familia y con ella no te metas. Curiosas ambas posturas y curioso también lo pronto que se ha llevado a cabo la acción-reacción.
Sucumbimos a nombrarles y cada vez que se nombran sube su popularidad. Los medios se afanan en extender las noticias referidas a dicho partido político y de ahí esa acción-reacción tan exagerada. Y es que éstos del pin parental son los mismos que sustentan la alienación parental, los puntos de encuentro familiar, la coordinación parental, la custodia compartida por decreto y las denuncias falsas entre otras materias. No nos podemos rasgar las vestiduras aparentando que es una barbaridad lo que estoy exponiendo porque no lo es.
Viene al hilo tratar esta materia puesto que desde hace mucho tiempo las mujeres divorciadas y sus hijos e hijas llevan varios pines parentales puestos. Uno de ellos que denuncian falsamente, ahí el pin lo colocan los partidos políticos de ultraderecha, el sistema judicial, los propios denunciados y un importante número de profesionales que podríamos pensar que se sitúan bajo el paraguas de los anteriores.
Otro de los pines es el de acudir obligadas a los puntos de encuentro familiar que ya en sí ellos mismos son un pin, donde se «coloca» otro pin , el inexistente sap. Todos estos pines parentales vienen sustentados desde el interés superior del menor, el mismo que curiosamente se invoca ahora justificando que los hijos e hijas no pertenecen a sus padres y madres. Y en nombre de ese interés superior del menor se argumenta que serán los centros educativos quienes se encarguen de la educación afectivo sexual, de detectar y prevenir la violencia machista, etc etc. Centros educativos que muchos de ellos han mirado para otro lado cuando han detectado alumnado abusado o maltratado, centros educativos que han tomado posturas negativistas o indiferentes cuando han sido testigos de insultos o violencia en el propio centro escolar. Centros educativos que se han quedado siempre fuera de todo síntoma de maltrato emocional hacia alumnos y alumnas con situaciones familiares complicadas y que, seguramente si esos centros educativos hubieran cumplido fielmente con sus obligaciones, no estaríamos contando asesinatos de niños y niñas a manos de sus padres varones.
Este pin parental que se pretende aplicar para negar la autorización de las familias a que sus hijos e hijas reciban formación en determinadas materias ya lo aplican miles de padres varones divorciados que se niegan a que sus hijos e hijas realicen actividades extraescolares, sean evaluados por determinados profesionales, asistan a cumpleaños si el evento se realiza dentro de su horario de visita y tantos y tantos pines que parece ser que hasta ahora a nadie han parecido importarles.
Este pin parental que se pretende aplicar para negar la autorización de las familias a que sus hijos e hijas reciban formación en determinadas materias ya lo aplican miles de padres varones divorciados que se niegan a que sus hijos e hijas realicen actividades extraescolares
Considero de una urgencia importante tratar estos pines anteriormente citados que también estarían fuera del marco del Pacto de Estado contra la violencia de género, que son auténticas torturas para los niños, niñas y adolescentes. Si no tenemos buena base en este tema, evidentemente seguirán dándose manadas, persecuciones por razón de diversidad sexual y mucha violencia. ¿Acaso en los puntos de encuentro familiar se educa en igualdad, se repudia la violencia machista?
Empecemos las cosas por el principio y no la casa por el tejado y analicemos si todas esas olas de violencia no vienen motivadas por todos esos pines a los que llevan años sometiendo a mujeres y sus hijos e hijas, éso sí con mucha menos repercusión, porque ya se sabe que el poder es de los medios.
No estoy a favor de ningún pin parental pero de lo que desde luego no estoy a favor es de estigmatizar,como se lleva años haciendo, a miles de niños y niñas obligadas a estar con maltratadores y abusadores, porque de qué servirá formar en el centro educativo si cuando salgan de su horario lectivo les trasladamos a un punto de encuentro familiar a la correspondiente visita con quien le insultó, pegó o amenazó.
Demasiados pines que habría que empezar a retirar dándole el mismo eco mediático para conseguir acción-reacción igual de inmediata.