La distopía de la sociedad feminista

Rocio Ramírez Montañez
Rocio Ramírez Montañez
Graduada en Psicología.
- Advertisement -

Las sociedades modernas de este siglo parece que nos hemos propuesto el objetivo primordial de feminizar al mundo, en especial a los varones. Deseamos encarecidamente su transformación en seres más dóciles y pacíficos de lo que han sido hasta ahora. En definitiva, queremos a unos hombres más cooperativos y delicados, capaces de resolver conflictos sin tener que recurrir a la violencia ni a las guerras, tal y como ha sucedido en el pasado.

Este propósito puede que en teoría sea positivo y beneficioso para toda la humanidad (incluido para el resto de seres vivos por supuesto), pero ¿estamos totalmente seguras/os/es de que aplicando todas estas teorías sociales sobre el género acabaremos con la violencia por completo? ¿En qué lugar dejamos las demás variables psicológicas y biológicas individuales de cada persona?

Y otra cuestión que parece secundaria pero que en el fondo no lo es, las personas que nos sentimos atraídas por el género masculino, ¿nos hemos preguntado si estamos seguras de que ese tipo de hombres que queremos para nuestro nuevo mundo feminista nos atraerá lo suficiente como para pensar en ellos en posibles parejas, sean sexuales o/y sentimentales; o simplemente los veríamos como amigos?

Todas conocemos o hemos tenido algún amigo gay (o no gay) con roles y expresión afeminada (macho beta), caracterizado por una gran sensibilidad hacia nuestros sentimientos y al que le contamos todos nuestros problemas. Pero sin embargo no nos atrae o ha atraído como para llegar más allá de eso.

¿Podría deberse esto a que algunas (sea por el motivo que sea) nos sentimos más excitadas por hombres de carácter fuerte, y que nos inspiren seguridad para poder sentirnos protegidas, con un poco de autoridad o dominancia incluso? ¿No podría esto conllevarnos al llamado “lesbianismo impuesto o político” si no encontramos hombres con los que poder relacionarnos de forma sexual o/y amorosa?

¿No nos dejarán ninguna otra opción? ¿Sólo dejaremos sobrevivir a los “machos beta” en este futuro sistema feminista que queremos? O también, ¿podría existir un hombre feminista y de carácter dominante y seguro (macho alfa) a la vez? Muchas veces me lo he preguntado en mi intimidad.

Todo ello sumado a las numerosas críticas que llevamos ya hace bastante tiempo realizando al “amor romántico” (proceso natural de enamoramiento entre dos o más personas donde están implicadas las hormonas y los neurotransmisores), además de la dejadez cada vez mayor por el cuidado físico por parte de las mujeres, lo que provocaría el rechazo seguro de una determinada clase de hombres (obviemos los calificativos que se merecen), reduciendo aún más sus posibilidades de procrearse (si es que desean hacerlo) y de tener relaciones sentimentales/sexuales con su género opuesto.

Tengo la sensación, equivocada o no, de que cuanta más “deconstrucción” feminista tenemos, menos sentimiento de enamoramiento e ilusión por encontrar una pareja con la que compartir la vida existe. Con todo esto, ¿nos llevaría el feminismo en su máxima expresión a la extinción de la especie humana, o por lo menos a una reducción drástica de ella? ¿Y a la infelicidad de estas personas por no tener sus necesidades sexuales y/o afectivas cubiertas?

Incluso si no se produce esta extinción, tan temida por parte de algunos/as/es, lo que es seguro (y de hecho ya lo es) es que las relaciones serán mucho menos apegadas y de menor duración, de ahí el surgimiento del término “amor líquido” por el sociólogo Zygmunt Bauman en 2003.

Incluso ya se está hablando de un concepto mucho más radical como es la “Agamia”, la cual describe el amor (sí, el amor, ya ni siquiera hablamos del amor romántico, sino el amor en sí) como “un sistema ideológico heteropatriarcal y clasista cuya finalidad es la conservación del gamos en forma del establecimiento de parejas, ya sean estas monógamas o no”.

Reflexionemos sólo por un momento, ¿no era esto lo que los hombres siempre habían deseado desde todo lo que se conoce de la historia de la humanidad pero que no habían podido tener la oportunidad de ejecutarlo debido a que la única opción para obtener y conservar la propiedad privada (y su correspondiente estatus social) era mediante una pareja monogámica y bajo matrimonio?

¿Estamos seguras de que estaremos cómodas en relaciones temporales y esporádicas, o lo que es aún peor para algunas que solemos padecer de celos, abiertas o poliamorosas?

¿No creéis que podemos caer en otro patriarcado, distinto al conocido hasta ahora, pero al fin y al cabo patriarcado? En este sistema social se apremiaría el libertinaje ejercido por parte de los hombres (de hecho, ya se hace), la autogestión, la autonomía y todos los “autos-” que nos podamos imaginar hasta alcanzar un individualismo extremo.

¿No era esto de lo que hablaba el neoliberalismo individualista? Un sistema político donde se presume de no necesitar los cuidados de nadie más que de sí mismo/a/e, y así evitar el ser tildado/a/e de “dependiente” o “necesitado/a/e”. ¿Nos damos cuenta de que en este siglo XXI nos estamos desviando hacia el otro extremo de la balanza, al menos en el campo de las relaciones interpersonales?

¿Dónde dejaremos las mujeres nuestro anhelado “amor romántico”, el opio de las mujeres, según Kate Millet? ¿Seremos capaces de despojarnos de él definitivamente? ¿Conseguiremos mediante la tan repetida y más que repetida “deconstrucción” el esfumar nuestros arraigados y desquiciantes celos, capaces de llevarnos a la locura extrema, e incluso de matar en nombre de ellos?

¿Dejaremos de competir entre nosotras para conseguir a “nuestro hombre” (¿es que acaso ellos no compiten también por nosotras?) y viviremos en una plena y perfecta “sororidad” entre todas? Me parece a mí que esto es sólo una utopía fruto de una mente muy ingenua.

Y hablando de celos, esto nadie me lo ha contado ni lo he leído en ninguna parte pero, quizás por mi propia experiencia, tengo la teoría de que éstos pueden funcionar como un mecanismo de autodefensa que despliega nuestro cuerpo y mente para evitar un posible daño futuro, derivado de la pérdida de la persona a quien amamos o nos gusta profundamente.

Si sabemos que todas nuestras emociones son necesarias, y que éstas nos han permitido sobrevivir hasta nuestros días, ¿no sería contraproducente el retirar estas barreras psicológicas de seguridad que nos permiten autoprotegernos de ese posible daño?

Recordemos que todas las personas venimos con una historia personal de vivencias en nuestra mochila (es decir, en nuestra memoria) que nos han hecho ser quienes somos en el momento actual (como las inseguridades, traumas pasados, heridas sin cerrar, cicatrices de otras heridas ya cerradas, traiciones, apegos inseguros por parte de sus cuidadores/as y/o progenitores/as, carencias emocionales y un largo etcétera).

Con esto no quiero dar a entender que todas las personas celosas lo son debido a estos sucesos, pero sí que estos podrían influir y ser factores muy importantes a la hora de la aparición del miedo cada vez que detectamos una posible amenaza que nos hace pensar en el abandono por parte de nuestra persona amada.

Y por supuesto ello tampoco significa que las personas no celosas no puedan traer también esta mochila llena de inseguridades. Lo que quiero decir con todo esto es que lo que para unos/as/es puede ser liberador, como son las relaciones abiertas o el poliamor, para otros/as/es podría ser nefasto y llevarlos/as/es incluso a enfermar o a pensar en el suicidio…

Y por último, volviendo a la competición entre mujeres por conseguir a un mismo hombre, ¿no es natural y humano (aunque en otros animales mamíferos también se ha podido observar, como en gibones, chimpancés y ratones de campo, a los cuales se les inyectó oxitocina y vasopresina para aumentar su nivel de celos) tener el temor de perder a quien más quieres, y por el cual seríamos capaces de hacer casi cualquier cosa, hasta dar la vida en algunos casos extremos?

¿Debemos las mujeres ocultar nuestras emociones y sentimientos (sabiendo que cuando éstas no se expresan acaban por terminar enfermando nuestro cuerpo y derivando en síntomas psicosomáticos) en pos de una armónica y falsa “sororidad”?

¿Volveremos a coartarnos y reprimirnos una vez más las mujeres, esta vez no por la sociedad patriarcal, sino por nosotras mismas para evitar molestar a la de al lado? ¿O para que “nuestro hombre” no se enfade con nosotras por espantarle a sus posibles flirteos? ¿No es más machista esto último?

¿No os parece una bomba de relojería a punto de estallar? Y si en vez de sufrir por esta frustración y rabia contenida, que tarde o temprano estallará, ¿no os parece más sencillo y saludable el aceptarnos y querernos tal cual somos, cada una con sus defectos y sus virtudes? y ¿Si dejamos de intentar ser lo que no somos y el no sacrificar nuestra propia personalidad por una ideología, por muy justa y pacífica que esta sea?

¿Nos veremos capaces de lograr la “gestión” y experimentar la “compersión” (otros términos muy sonados en el vocabulario del mundo poliamoroso) de nuestras emociones para adaptarnos al mundo moderno y feminista que tanto ansiamos? o por el contrario, ¿no nos arrepentiremos en un futuro (ya casi presente) cuando nos demos cuenta de que no todo se basa en una supuesta “deconstrucción” social, y cuya creencia nos llevará a una culpabilización sin fin?

¿Acabaremos dejando más “cadáveres emocionales” a nuestro paso de los que ya ha dejado el intento de ser poliamoroso/a/e (y sus derivados) por parte de algunas personas que no están hechas para ello ni nunca lo estarán?

Y permitidme el dedicar sólo un pequeño párrafo sobre los hombres que se sienten atraídos por las mujeres, ya que a ellos también les hemos encomendado la ardua tarea de “deconstruirse” si quieren seguir conviviendo con nosotras.

¿No creéis que llegará un punto en que algunos se sientan tan inseguros (tengo constancia de que ya sucede) a la hora de entablar una conversación o de mostrar un mínimo de interés sexual y/o sentimental con nosotras (las mujeres) que acaben por optar el dejar de hacerlo por miedo a equivocarse y errar?

¿Y si es por el temor a una mala interpretación de sus actos o palabras por nuestra parte? Ya sé que a las/os/es que no os gustan los hombres os dará igual esto, pero ¿tendréis sororidad y empatía (otro término muy sonado en este siglo) por quienes sí nos gustan y necesitamos el relacionarnos con ellos?

Esto se suma a que el concepto de “empoderamiento femenino” aún no se ha conseguido definir, más que nada porque cada mujer (y algún que otro “femilisto”) le está otorgando un significado propio, evitando con esto el poder definirlo en base a unos términos objetivos y consensuados por una mayoría (como suelen hacer las ramas incluidas bajo la ciencia).

Y lo que es aún peor, este nuevo constructo, tan cacareado entre los movimientos feministas de izquierdas, está haciendo caer a las mujeres pertenecientes a estos colectivos bajo unas renovadas imposiciones y cánones de conducta y estética a los que hay que intentar llegar sea como sea, encarcelándonos de nuevo bajo unas exigencias imposibles de cumplir (o por lo menos para una gran parte de nosotras).

Porque si no eres una “mujer empoderada” (de nuevo lo que quiera que signifique eso) o si no muestras una “apariencia no acorde a ello (¿?)”, como por ejemplo la ausencia de maquillaje, no llevar tacones, no tener operaciones estéticas realizadas (ni el deseo de hacértelas) o el tener pelos en partes del cuerpo donde ha sido históricamente rechazado, y ¡Ojo! Si además cometes el grave pecado de confesar que tu objetivo es el de gustar a los/las/es demás (mucho peor aún si este es un hombre), serás rechazada y tildada bajo la denominación de “mujer machista”, “alienada que sólo busca satisfacer a los machos” o “aliada del patriarcado” y…

…¡¡Te enviarán directamente de vuelta a la casilla de la “deconstrucción”!!

Sí, he sido testigo y víctima de ello por muy surrealista que os parezca, sobre todo bajo la impunidad de las redes sociales (aunque tengo que reconocer que no me ha sucedido nada de esto en los colectivos feministas presenciales a los que he pertenecido), y es más, estoy segura de que no he sido la única. Esto sólo tiene como consecuencia el hacernos sentir culpables (como si las mujeres no sintiéramos ya bastante culpa de por sí).

Yo les preguntaría: ¿Alguna vez se os ha pasado por la cabeza que existen mujeres heterosexuales y bisexuales con diversas enfermedades y trastornos mentales (como por ejemplo algunos trastornos del estado de ánimo) a las cuales el rechazo por el género masculino logra desestabilizarlas más de lo “normal” que a la mayoría de nosotras, y que por eso gasten tantas energías en evitar tener que empastillarse ante una posible situación como esta? ¿Sería justo también el señalarlas a ellas con nuestro dedo índice inquisidor?

Y aunque no fuera así ¿es que no pueden existir mujeres a las que les “guste gustar” y el arreglarse para los/as/es demás?, ¿Es que acaso no somos seres sexuales (a excepción los/as/es asexuales) con necesidad de contacto humano? ¿No pueden ser feministas estas mujeres? ¿Con qué autoridad moral podemos decidir el retirarles puntos del imaginario y surrealista “carnet feminista”?

¿Hasta qué punto hemos llegado? Sin darnos apenas cuenta estamos adentrándonos en otra dictadura de comportamientos encorsetados e inflexibles una vez más, sin tener en ninguna consideración la personalidad individual y las motivaciones personales de cada persona, tal y como nos sucedió con el patriarcado.

¿Acaso el simple cuestionamiento de la estética asociada históricamente al género femenino, y el otorgarle a ésta un origen patriarcal, no es ya una forma muy sutil de inducir al abandono de dicha estética? ¿No veis un paralelismo con la cuestión del hiyab o velo musulmán?

Todas/os/es sabemos que se han dado casos de islamofobia por parte de algunas feministas que han acusado de “mujeres patriarcales” a aquellas musulmanas que optaban por seguir usándolo, a pesar de haber abandonado hace años su país de origen (donde sí se les exigía llevarlo). ¿Llegaremos a este punto también con las demás cuestiones estéticas que son costumbres en las mujeres del mundo occidental? No lo dudaría.

Con esto me es imposible no preguntarme también si no estaremos transitando de una opresión a otra, y si nos estaremos convirtiendo en los nuevos/as/es moralistas y predicadores/as/ del siglo XXI. Nos hallamos en la era del lenguaje correcto por imposición, donde nos importan más las palabras, y las frases que se hacen con ellas, que los actos que pueda realizar una persona.

Os pongo un ejemplo extremo. Si tuvierais que elegir, ¿qué preferiríais: un “machirulo” que se dedica a soltar chistes machistas de vez en cuando y que cree en los estereotipos en función del género de cada persona pero que es amigable y caballeroso con las mujeres, ¿o un “femilisto” con el discurso feminista bien aprendido de “p” a “pa” y que luego en sus actos demuestra ser todo lo contrario a como dice ser?

No sé si estaré sesgada en base a mi propia experiencia, pero yo desde luego prefiero al primero porque al menos este es sincero y no peca de hipócrita como un “lobo con piel de cordero”, que es el segundo caso. ¿No dice la Biblia “por sus hechos o frutos los conoceréis” (San Mateo 7, 16) ?, pues apliquémoslo y seguro que nos irá mucho mejor.

Y perdonad si os he dejado con más preguntas que respuestas, pero a la mayoría ni siquiera yo las sé contestar.

Lo más cercano que alcanzo a vaticinar con todo lo anteriormente expuesto es que acabaremos reproduciendo estas conductas, socialmente aceptadas e impuestas en esta nueva sociedad feminista que está por venir, solamente para evitar que nos tachen de X, Y o Z y no porque de verdad las sintamos así.

¿Es eso lo que buscamos? ¿O preferimos podernos equivocar de vez en cuando, como humanos/as/es que somos, pero que lo que hagamos sea de corazón?

Como decía una frase de un antiguo maestro del budismo tibetano: “Si alguien necesita de religión para ser bueno, entonces esa persona no es buena, es como un perro amaestrado”, Chagdud Tulku Rinpoche.

 

 


PD: – Definición de “machirulo”: término moderno que dícese del hombre (sobre todo cisgénero y heterosexual) que emite conductas machistas.

PD: – Definición de “femilisto”: dícese del hombre (sobre todo cisgénero y heterosexual) que utiliza sus conocimientos sobre el feminismo con el único objetivo de relacionarse y conseguir sexo con otras mujeres feministas.

PD: – Definición de “compersión”: se define como el “estado empático de felicidad y deleite experimentado cuando otra persona experimenta felicidad y deleite”, que se puede dar por ejemplo cuando tu pareja mantiene relaciones sexuales y/o amorosas con otra persona ajena a la pareja principal.

 

 


Bibliografía:

https://metode.es/revistas-metode/secciones/natural-ment-seccions-revistes/del-campo-a-la-clinica-ratones-monogamos-y-hormonas-amor.html

https://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2015/02/09/humanos-primates-son-monogamos/1181175.html

https://www.razon.com.mx/ciencia/empatia-y-celos-emociones-que-los-primates-comparten-con-los-humanos/

https://es.wikipedia.org/wiki/Agamia

https://www.vice.com/es/article/59mmzq/bio-hackear-cerebro-para-tener-sexo-sin-amor

https://es.wikipedia.org/wiki/Amor_liquido

 

 

- Publicidad -

Comentarios

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Síguenos en redes

Últimos artículos

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad