El COVID-19 o más conocido como coronavirus vuelve a dejar al descubierto los fallos del sistema o cómo hacer aguas sin que se note.
Nuevamente el tan traído y llevado interés superior del menor es utilizado para polemizar en el tema mientras los adultos, con su visión adultocéntrica, invisibilizan a la infancia tomando decisiones que cuesta creer que no pierdan de vista el bien más preciado de una sociedad, su infancia.
Son las cinco y media de la tarde en cualquier punto de encuentro familiar (pef) de España sin coronavirus. A esta hora se va a llevar a cabo una visita recogida en un pacto de relaciones familiares como gustan llamar ahora a los convenios reguladores, terminología jurídica que viene a llamarse popularmente visitas de los menores con los y las progenitores no custodios. Hasta el lugar acude la madre con su hijo que se encuentra con fiebre y malestar general para dar lugar a dicha visita. Esta madre ha intentado suspender la visita por la mañana e incluso una hora antes de desplazarse y la respuesta que ha recibido desde el PEF que estará incumpliendo una orden judicial y que lo trasladarán al Juzgado en un informe. Muerta de miedo se traslada hasta las instalaciones, sobre todo incumplimientos no, le ha recalcado su dirección letrada.
Ese pacto de relaciones familiares no recoge la circunstancia que he reproducido anteriormente, las situaciones de causa mayor de inasistencia por enfermedad, entre otras razones porque ya de facto el sólo hecho de recogerse se podría utilizar contra la madre en un intento de obstaculizar la relación paternofilial y un argumento muy utilizado es que el mismo cuidado le pueden dispensar padre y madre. Sigamos.
Llega el COVID-19 o coronavirus y en España se declara un estado de alerta que deja muchas situaciones en un vacío legal que se refuerza inevitablemente por una burocracia paralizada, al arbitrio de interpretaciones. Si ya de por sí esa burocracia se antojaba lenta, este bloqueo no va a producir más que quiebras en la ya tocada población. Y ésta es la problemática real, muy lejana a la que nos quieren hacer llegar. Esa madre del PEF que he nombrado anteriormente no tiene ahora el problema por el coronavirus, lo tiene hace tiempo, desde el mismo momento en que no importa la salud de su hijo y sin embargo se prioriza la visita paterna, aunque haya fiebre, amigdalitis, asma e incluso traumatismos varios, éso sí sobre todo que se mantenga el vínculo paternofilial aunque existan denuncias de maltrato o abuso, condenas en firme o pendientes de sentencia. El coronavirus sólo ha venido a destapar lo terriblemente mal que se están haciendo las cosas hace años, la cruda realidad de muchas niñas y niños, porque en definitiva nos basamos en su interés superior para poner en práctica ciertas medidas, incluso poner en marcha programas piloto como el de los coordinadores parentales.
se prioriza la visita paterna, aunque haya fiebre, amigdalitis, asma e incluso traumatismos varios, éso sí sobre todo que se mantenga el vínculo paternofilial aunque existan denuncias de maltrato o abuso, condenas en firme o pendientes de sentencia.
Estos días se han llenado los WhatsApp de vídeos que reflejan la terrible realidad de niños y niñas llorando porque no salen a la calle, exponiendo sus caritas y su angustia y, oigan, aquí no pasa nada porque es una «situación excepcional». No, la excepcionalidad no puede ni debe permitirnos perder principios básicos de vista, no puede ni debe amparar comportamientos a los que llamaré impropios por darles algún apelativo. Ahora bien, que no se le ocurra a ninguna madre y digo madre destapar las desvergüenzas y la incapacidad de un pef que la crujen a denuncias, informes y la estigmatizan además de no creerla y seguir acusándola de manipular.
Los PEFS se encuentran cerrados como los establecimientos de ocio, no como los hospitales que siguen abiertos a pesar de COVID-19 o de lo que sea. Esto hace que nos planteemos si estos PEFS son tan necesarios cuando se procede a su cierre inmediato; por otro lado nos hace cuestionarnos de una forma legal si se cumplen las medidas de seguridad e higiene a que les obliga la ley, o ¿acaso no están respetando las medidas de seguridad e higiene y se está hacinando a las niñas y niños como si se tratase de granjas? ¿Por qué sino se procede a su cierre inmediato?¿Cómo es posible que en este estado de alerta no se hayan tenido en cuenta estas situaciones?
Todas estas preguntas tienen una respuesta y es muy posible que las respuestas no gusten a muchos. El CGPJ se ha pronunciado sobre las visitas de los niños y niñas con sus padres no custodios y ha generado polémica en igual medida que satisfacción a algunos. Y yo, que soy muy analítica y que intento clarificar la información que recibo me cuestiono varias situaciones; de manera que quedan cerrados los pefs menos en Aragón que para éso es tierra de bravíos, unos lugares que por su cierre casi inmediato no les sitúa como servicios primarios ni esenciales, primera cuestión a analizar. Se suspenden las visitas intersemanales sin pernocta, lo que nos lleva a concluir lo innecesarias que son o dicho de otra forma no se consideran imprescindibles ya que podemos PRESCINDIR de ellas de un plumazo, segunda cuestión a analizar. Las juntas de jueces, asociaciones, los y las letradas han realizado tesis doctorales sobre este tema que han colgado en sus redes sociales, sobre todo en Twitter, como si la experiencia que les avala en estos temas de aislamiento tuviera que ser palabra sagrada. Y se llegan a poner incluso de acuerdo y llegan a hacer declaraciones como «no hay que permitir que las madres lo utilicen para obstaculizar el vínculo paternofilial«, ¡inaudito!, pero que no nos pilla de sorpresa sino todo lo contrario y que viene a corroborar lo que he expresado más arriba.
De forma que concluyen los «expertos y expertas» en COVID-19 que suspender las visitas intersemanales es lo más conveniente sin contemplar que hay cientos de niños y niñas que sólo pueden ver a sus madres unas horas por culpa del maldito sap y su utilización, pero éso, éso no tiene importancia porque esas madres tienen lo que se merecen por pérfidas, malvadas, manipuladoras, ¡ah no! que es por el COVID-19. Y en todo, en todas estas decisiones, en todos estos «me traes y llevas» los verdaderos protagonistas ni pintan ni son tenidos en cuenta. LA INFANCIA INSVIBILIZADA, los niños y niñas del COVID-19 a los y las que nadie escuchó y alejaron drásticamente de sus hogares maternos.
El COVID-19 o coronavirus nos saca los colores cada día y les permite a quienes tienen la potestad ordenar y disponer qué es lo necesario y qué no. Todos por la infancia pero sin ella, alboroto pasajero que deja contagiados de injusticia y decisiones poco meditadas y mucho menos acertadas. Mientras, estos niños y niñas escuchan en los medios de comunicación los fallecidos, palabras que no logran comprender pero que las intuyen feas, de dolor, de miedo. Niños y niñas confinados en casas alejados de una vida normalizada a quienes los adultos les han arrancado los derechos de estar con sus madres los pocos minutos que les conceden de la misma forma que les arrancaron de su regazo. Esos, ésos mismos les vuelven a dejar huérfanos de madre y afrontando esta terrible situación con quien no quieren estar y a quien temen sin saber si volverán a ver a su madre. En cierta ocasión una psicóloga se atrevió a decir en una vista judicial que para los niños y niñas un día es una eternidad, después se atrevió a arrancar a una niña de su madre con la justificación de ser doloroso pero superable, éso sí, con la justificación del maldito SAP. Ambas estuvieron sin verse más de cuarenta días, lo que equivale a cuarenta eternidades. Ya nos queda menos para llegar a la eternidad infinita, un día menos.