Las imágenes de la cuarentena: ¿es correcto invisibilizar el drama?

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Enriquecer el debate público con la aportación de conocimiento, especializado
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Tomas Ragina / Shutterstock

Rebeca Pardo, Universitat Internacional de Catalunya

En las últimas semanas, en los medios de comunicación de España son habituales las cifras de nuevos positivos de COVID-19 y las de muertos acompañadas por metáforas bélicas. Sin embargo, en general, las imágenes no están alineadas ni con las cifras de muertos ni tampoco con la guerra.

En las redes sociales la situación es similar. Habitualmente vemos personas dando conciertos domésticos, saliendo a los balcones a aplaudir, personal sanitario agotado o bailando, enfermos que se curan y salen, nonagenarios cumpliendo años…

Sin embargo, apenas hay imágenes del lado más dramático de esta pandemia: los muertos, los dolientes que no pueden completar sus duelos o los enfermos más graves. Este último dato es especialmente interesante por el lenguaje de guerra que lo envuelve todo y tras la polémica suscitada por la publicación de unas imágenes con ataúdes. ¿Qué es lo correcto: omitir las imágenes que puedan bajar el estado de ánimo o incluso ofender a algunos dolientes a costa de silenciar o censurar lo que está sucediendo o publicarlas? ¿Quién decide qué imágenes son apropiadas o pertinentes?

Metáforas bélicas

Susan Sontag fue una de las primeras en señalar el lado negativo de las metáforas bélicas y el lenguaje de guerra aplicado, sobre todo, al cáncer y al SIDA. Otras investigaciones más recientes coinciden en este mismo análisis en el contexto específico del cáncer, como son las de Robert S. Miller o Elena Semino.

Cuando la enfermedad es una guerra, sus afectados están en una batalla que se pierde o se gana. Un relato especialmente negativo para aquellos que, al morir, “pierden” la batalla. Esta manera de explicar su experiencia puede dañar su autopercepción y, por tanto, restar también valor a su actitud durante las últimas etapas de la enfermedad.

Pero los aspectos negativos o las consecuencias de estas metáforas bélicas van más allá de los pacientes y afectan también a sus familiares y a los profesionales de la medicina.

#reframecovid para cambiar el discurso

En España, el presidente califica esta situación como una guerra e incluso ha denominado “posguerra” a lo que sucederá después. En este contexto, varios investigadores han puesto en marcha #reframecovid para tratar de cambiar el discurso.

Si hacemos una búsqueda simple en el apartado de imágenes de Google (covid-19 y guerra), en primer lugar aparecen algunos políticos y militares junto a fotografías de científicos y médicos.

Captura de pantalla de Google hecha el 24 de abril.
Rebeca Pardo

Entre las imágenes, hay estampas de feliz cumpleaños, aplausos, mascarillas… Esto supone, en muchos casos, un choque profundo entre lo que se expresa con palabras y lo que vemos. Teniendo en cuenta la importancia del contexto para la interpretación de las imágenes, podemos afirmar que este contrapunto del lenguaje verbal con la semiótica de las imágenes no ayuda a la generación de una narrativa y unas memorias coherentes de este tiempo.

Desde que en 2014 presenté mi trabajo final de máster en antropología y etnografía, hasta nuestro actual proyecto Visibilizando el dolor: narrativas visuales de la enfermedad y ‘storytelling’ transmedia, he constatando la implementación de imágenes de pacientes y cuidadores con la la aparición de la imagen digital, los smartphones y el acceso a las redes sociales/internet.

Imágenes humanizadoras

Como puede leerse en la introducción del libro La imagen desvelada: prácticas fotográficas en la enfermedad, la muerte y el duelo, del que soy coeditora, los pacientes y sus cuidadores, con frecuencia, se autorrepresentan públicamente con imágenes domésticas y familiares que cumplen una función desestigmatizante, humanizadora y normalizadora importante para algunos colectivos que han sufrido especialmente con la representación pública de sus dolencias y que tratan de conectarse por medio de las emociones que provocan estas instantáneas personales frente a la distancia que generan hacia ellos las metáforas bélicas y las imágenes más duras. Por esto es importante cuidar las imágenes que construirán el relato visual de esta enfermedad.

En esta pandemia, mientras las imágenes en las redes sociales parecen coincidir, en mayor o menor medida, con lo descrito en anteriores investigaciones, el interés visual de los medios rompe con otras enfermedades en las que el interés suele focalizarse en los casos más dramáticos.

De momento, la prioridad mayoritaria es contribuir a una visión positiva en la medida de lo posible, lo que justificaría la casi ausencia de imágenes vinculadas al dolor profundo (hay cierto dolor “asumible” con aplausos, con sonrisas…), las muertes y al luto.

Invisibilizar el duelo

Las imágenes que nos llegan desde el exterior serán la base de nuestro relato visual colectivo de este tiempo. Sin embargo, las imágenes de muerte, duelo y sufrimiento profundo no tienen la presencia que merecerían por los datos de muertes y contagios.

Esto no es una novedad, pero sí tiene proporciones diferentes. Con menos muertos se han organizado duelos colectivos y públicos y se han televisado los homenajes espontáneos.

No es sencilla la representación visual de estos asuntos, pero invisibilizarlos puede ser problemático para la narrativa y la memoria en construcción.

Evitamos las fotos de nuestros muertos

Susan Sontag apuntaba en Ante el dolor de los demás cómo las imágenes de nuestros muertos no son como las de los enemigos. Las imágenes de nuestros muertos se evitan. En este aspecto hay una conexión con el COVID-19 de las metáforas bélicas.

Algunas imágenes que se han publicado de manera excepcional con los ataúdes o con algún cadáver han despertado críticas y debates a su alrededor. El debate ético sobre si es más adecuado publicar o no este tipo de fotografías sigue abierto.

No hacerlo es faltar a la realidad y omitir información visual, pero algunas imágenes pueden ser rechazadas socialmente, provocando un sufrimiento añadido de difícil justificación.

Investigaciones previas indican que los vacíos visuales en las historias conllevan traumas y necesidades identitarias y mnemónicas que en algún momento se han de abordar. Estos días, en algún medio y en redes sociales se incrementan los memoriales que coinciden con los estudiados por Montse Morcate, pero sin imágenes de un duelo colectivo que, por múltiples motivos, seguramente tendrá que esperar a que todo esto termine.

Las pérdidas que no vemos

Apenas vemos flores o ataúdes pero decenas de miles de muertos y dolientes están sufriendo sus pérdidas invisibilizadas. Podemos discutir si la pandemia es una guerra, pero lo que es indiscutible es que tenemos decenas de miles de imágenes y duelos sin procesar.

Los difuntos y sus dolientes también merecen ser parte de la memoria colectiva, de nuestro álbum de familia (y no de guerra). Lo complicado es encontrar la manera de encajar todas las dimensiones visuales de esta pandemia sin herir sensibilidades y sin dañar dignidades, respetando, además, el derecho a la información y a la libertad de expresión.

Rebeca Pardo, Profesora de fotografía. Investigadora Principal del proyecto «Visibilizando el dolor: narrativas visuales de la enfermedad y storytelling transmedia» (RTI2018-098181-A-I00), Universitat Internacional de Catalunya


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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Comentarios

  1. Advierto que, Facebook me imputa que mis comentarios infringen sus Normas comunitarias, no obstante publicar, el suscripto, consideraciones sobre reales situaciones.
    “Susan Sontag fue una de las primeras en señalar el lado negativo de las metáforas bélicas y el lenguaje de guerra aplicado, sobre todo, al cáncer y al SIDA. Otras investigaciones más recientes coinciden en este mismo análisis en el contexto específico del cáncer, como son las de Robert S. Miller o Elena Semino”. Pues el año 2020 nos presenta un panorama mundial globalizado, en la secuencia de la evolución científica/técnica/biológica/política/patriarcal que, no posee ni ética ni moral; estuvo y está en poder en línea referente de la horda primitiva, que satisfacen su paranoia patriarcal proyectándola hostilmente, hoy, mesiánicamente sobre la totalidad del mundo globalizado que asume irreversibles características de ilimitada agresión para la destrucción total. No pretendo emitir un juicio de valor, sólo describir desde mi punto de vista, lo real. El mundo conocido no existe, ya. Mi punto de vista, es sólo eso, un punto de vista producto de mi apreciación, percepción y lectura de lo real que sería mi consideración de la realidad, donde para el otro sería la irrealidad. Siempre sería una elección. Mi elección es el psicoanálisis (Sigmund Freud). Dentro de mi elección consideramos que nuestra civilización sería el resultado de haber pasado del esquema de la horda primitiva, donde el macho más viejo poseía exclusiva y absolutamente su privilegio sobre las hembras. En esta hipótesis, en el fondo de los tiempos, el ingreso al actual esquema de la civilización, se produciría por la rebelión de los restantes machos más jóvenes que liquidan y comen al represor; una secuencia que se reproduce en las posteriores instancias “instintivas”, límite entre lo psíquico y lo físico, del simio, como representación de su fuente de excitación continuamente consciente en su evolución que lleva a un intelecto progresivo al “descubrimiento” de sus elementos tallados en piedra, la rueda, el arte bajo de desarrollo tecnológico. La aplicación constante en el transcurso de lo histórico, era esencialmente en satisfacerse belicosamente destruyendo al oponente. La literatura sobre el tema nos eximiría de profundizar, no obstante, llegando a las guerras medievales en asedios y guerra de desgaste operaciones de pillaje lograba objetivos tan variados como el debilitamiento y la desestabilización política de los rivales, ganancias de botín, abastecimiento de tropas, etc. empleando la evolución científica/técnica en armas para tomar castillos y ciudades.
    Mas de la mitad de la “humanidad”, lo femenino, sometido y despreciado como inferior, que solo permite intervenir a la mujer siempre que cumpla aquello que el macho permita, es decir, una general prostitución. Milenariamente, el patriarcado machista en todas las áreas sociales, culturales, religiosas, económicas y educativas se impone con su sadismo.
    Cuando la enfermedad es una guerra, sus afectados están en una batalla que se pierde o se gana. Un relato especialmente negativo para aquellos que, al morir, “pierden” la batalla. Esta manera de explicar su experiencia puede dañar su autopercepción y, por tanto, restar también valor a su actitud durante las últimas etapas de la enfermedad. Pues, la evolución política/científica/técnica/biológica/patriarcal permite entre 1914 y 1945 el desarrollo de las batallas más cruentas y devastadoras que el simio evolucionado ha realizado y contemplado que, fueron determinantes y excepcionales por su capacidad para reconfigurar el escenario ideológico, político, económico y social del mundo entero, por su carácter industrioso la mecanización de la guerra, la evolución política/científica/técnica/biológica/patriarcal como “asesores”, para convertir mataderos aterradores y desesperanzados. En el curso de la evolución de la civilización, tenemos la oportunidad de percibir cuales son las “virtudes humanas” que han dado lugar a tantos descubrimientos científicos a lo largo de la historia. Genéricamente hablando la civilización, se encuentra en la etapa más avanzada de la evolución; fundamentalmente, a partir de la adquisición del lenguaje y de una visión más detallada del mundo externo y de su mundo interior a través del psicoanálisis (Freud). Todo esto, sumado a su capacidad imaginativa, ha dado lugar a los grandes descubrimientos y teorías emitidas por la civilización desde hace más de 300 años, pero ajustándose a una estricta ética y moral delirante paranoica proyectada hostilmente sobre la humanidad descubiertas detrás de sus síntomas por el psicoanálisis, coincidiendo en su contenido hasta en los detalles aislados.
    “Pero los aspectos negativos o las consecuencias de estas metáforas bélicas van más allá de los pacientes y afectan también a sus familiares y a los profesionales de la medicina”. Pues la historia de la civilización humana nos enseña, sin dejar lugar a dudas, que la crueldad es la norma; elemento agresivo constituyente de los placeres caníbales.
    “Susan Sontag apuntaba en Ante el dolor de los demás cómo las imágenes de nuestros muertos no son como las de los enemigos. Las imágenes de nuestros muertos se evitan. En este aspecto hay una conexión con el COVID-19 de las metáforas bélicas. Algunas imágenes que se han publicado de manera excepcional con los ataúdes o con algún cadáver han despertado críticas y debates a su alrededor. El debate ético sobre si es más adecuado publicar o no este tipo de fotografías sigue abierto. No hacerlo es faltar a la realidad y omitir información visual, pero algunas imágenes pueden ser rechazadas socialmente, provocando un sufrimiento añadido de difícil justificación”. Es decir, la evolución científica/técnica/biológica/política/patriarcal, que no posee ética ni moral, estuvo y está en poder en línea referente de la horda primitiva, que satisfacen su paranoia proyectándola hostilmente, hoy, mesiánicamente sobre la totalidad del mundo globalizado que asume irreversibles características de ilimitada agresión para la destrucción total. No pretendo emitir un juicio de valor, sólo describir desde mi punto de vista, lo real. El mundo conocido no existe, ya. En este año 2020 obligado a un confinamiento, experimentando en lo diario de mi percepción de lo real, ajustado a mi ortodoxia del psicoanálisis, rechazo absolutamente esta sociedad impuesta actualmente, nada me identifica con la misma, me es extraña, desagradable, molesta, peligrosa, penosa, irritante y cobarde en sus características culturales asumidas y sometidas al poder mundial de la globalización, en todo sentido. Tampoco me reconozco con una sociedad política/partidaria/patriarcal, profesional, educativa, científica, incluido quienes se atribuyen el seguimiento y representación del psicoanálisis, colectivamente desconectados y apáticos frente al indiscutible “ataque sistemático generalizado contra la sociedad civil mundial con multiplicidad de víctimas: Un real agravio para la humanidad en su conjunto, por parte de los responsables en la manipulación del coronavirus y sus consecuencias mortales, desastre económico, hambrunas, eliminación de los débiles, etc.”, por parte de los responsables mesiánicos, considerándolo crimen de lesa humanidad en razón de mi responsabilidad ética, como ciudadano consciente psicoanalítico (Freud).
    Osvaldo Buscaya
    OBya
    Psicoanalítico (Freud)
    Femeninologia Ciencia de lo femenino
    CABA
    Argentina
    29/04/2020

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