En el principio, todo fue alarma sin mayores perspectivas. Hoy, después de tantas semanas de confinamiento, se comienza a sentir la diferencia hasta en los huesos. Todo aquello que dábamos por sentado: las infinitas posibilidades de hacer cosas, de movernos por el mundo –aunque no lo hiciéramos, pero ahí estaba, en potencia- de salir de casa, de pronto nos fueron cercenadas por un bicho microscópico y por una cúpula de autoridades cuyo poder no ha sido suficiente como para reunir el conocimiento y la sabiduría necesarias para enfrentarlo.
La frustración y las carencias para las mayorías están socavando la moral ciudadana. No bastan las medidas aparentemente humanitarias de algunos de los países más desarrollados para enfrentar el empobrecimiento repentino de sus trabajadores. Solo son paliativos que no llegan a las raíces del problema y no cambian en nada la situación de millones de familias sin perspectivas de empleo y con deudas impagas, esperanzadas en una cura milagrosa o en salir indemnes de esta pesadilla.
Hoy tenemos la obligación de destruir los estereotipos con los cuales hemos vivido en un ámbito íntimo de falsa seguridad, para construir todo un nuevo sistema de valores, empezando por la erradicación de ese clasismo inveterado, inyectado a la fuerza en nuestro subconsciente y disfrazado de “buenas costumbres”. Es algo así como regresar con el pensamiento a la escuela primaria y aprender todo de nuevo con un silabario en donde no existen categorías.
Este artículo lo escribí ayer: el Día de la Madre. Mientras navegaba por las redes y leía los mensajitos de WhatsApp llenos de buenas intenciones, no podía menos que pensar en el nuevo escenario que nos plantea esta pandemia. Millones de mujeres alrededor del mundo expuestas a la violencia machista y a embarazos no deseados porque, en estas condiciones, los pocos avances en derechos sexuales y reproductivos quedan prácticamente anulados. El romanticismo alrededor de un día más destacado por su valor comercial que por su naturaleza intrínseca resulta, por lo tanto, destrozado por una realidad cruel y concreta.
Una de las sensaciones más potentes en esta experiencia desconocida es una progresiva pérdida de la realidad y una peligrosa caída en un estado depresivo solapado y oscuro, algo así como si tuviéramos una pesada capa que no podemos sacudirnos de encima. Si esto se produce en personas razonablemente saludables y con recursos de supervivencia, imaginemos a una madre soltera con un número inmanejable de hijos, desprovista de un ingreso fijo y enfrentada a una situación tan injusta. Es en esa situación de vulnerabilidad extrema en donde vemos el retrato de nuestra nueva condición.
No importa cómo salgamos de esto. Nunca seremos los mismos porque el virus nos enseñó por las malas a entender la relación tan precaria con nuestra naturaleza, con nuestros semejantes y con nosotros mismos. Echamos una mirada a través de la ventana y observamos a nuestros vecinos por primera vez con un sentimiento de solidaridad porque, no importando quiénes sean ni cuánto posean, estamos emparentados frente al misterio de un futuro desconocido, manejado desde las alturas por unos seres también desconocidos.
Aprovechemos el tiempo para reconstruirnos –de adentro hacia fuera y sin compasión- con los elementos residuales del feroz ataque contra nuestra cotidianidad; al final del día, contamos con la capacidad siempre poderosa para reinventarnos y hacer frente a las carencias. Quizás sea esta la oportunidad para salir fortalecidos y triunfantes.
Aprovechemos esta vez la oportunidad para reinventarnos.
Advierto que, Facebook me imputa que mis comentarios infringen sus Normas comunitarias, no obstante publicar, el suscripto, consideraciones sobre reales situaciones.
“La frustración y las carencias para las mayorías están socavando la moral ciudadana. No bastan las medidas aparentemente humanitarias de algunos de los países más desarrollados para enfrentar el empobrecimiento repentino de sus trabajadores. Solo son paliativos que no llegan a las raíces del problema y no cambian en nada la situación de millones de familias sin perspectivas de empleo y con deudas impagas, esperanzadas en una cura milagrosa o en salir indemnes de esta pesadilla”. Así se recibe la ley del transexual ecuménico perverso patriarcado en el poder mundial globalizado en esta especie de fachada mediante el coronavirus, que de todos modos no cubre por completo el contenido, y sufre al mismo tiempo una primera interpretación provisional, que es apoyada por interrelaciones y ligeras variantes.
“Una de las sensaciones más potentes en esta experiencia desconocida es una progresiva pérdida de la realidad y una peligrosa caída en un estado depresivo solapado y oscuro, algo así como si tuviéramos una pesada capa que no podemos sacudirnos de encima. Si esto se produce en personas razonablemente saludables y con recursos de supervivencia, imaginemos a una madre soltera con un número inmanejable de hijos, desprovista de un ingreso fijo y enfrentada a una situación tan injusta. Es en esa situación de vulnerabilidad extrema en donde vemos el retrato de nuestra nueva condición”. Esta elaboración del discurso del transexual ecuménico perverso patriarcado en el poder mundial globalizado, derivado, deja subsistir todos sus enigmas y arbitrariedades, y no proporciona más que una equivocada inteligencia de la irresoluble perversión del varón, que deja transparentar mejor que ninguna otra su motivación, que es el intento de que la ideología del transexual ecuménico perverso patriarcado en el poder mundial globalizado resulte comprensible para de paralizar el avance del feminismo.
“No importa cómo salgamos de esto. Nunca seremos los mismos porque el virus nos enseñó por las malas a entender la relación tan precaria con nuestra naturaleza, con nuestros semejantes y con nosotros mismos”. Es decir que, basándome en la experiencia psicoanalítica advierto que, la efectividad del coronavirus con la imposición del patriarcal poder mundial globalizado sobre la población, ha logrado medidas de aislamiento (un real confinamiento), distanciamiento, barbijos (¿zombis?), lavados de manos, uso de alcohol, etc., reales restricciones y arreglos puestos en práctica siempre en la misma forma o con modificaciones regulares, en la ejecución de todos los actos cotidianos laborales, sociales, profesionales, educativos, etc. Tales imposiciones producen la impresión de “formalidades adecuadas” apareciendo así, a los ojos de la población mundial manipulada, que se encuentra incapaz de suspender su ejecución, pues toda infracción (del ceremonial impuesto) es castigado y se les obliga en el acto a rectificar y a desarrollar fielmente el cumplimiento impuesto al pie de la letra, complicando y dificultando toda actividad social, económica, etc., destruyendo el ordenamiento social a partir del año 2020 al haber instalado, exitosamente, el ceremonial neurótico total mundial sobre la población, estableciendo una aplicada neurosis obsesiva universal al servicio de la “divinidad” del paranoico poder mundial globalizado patriarcal.
En lo personal, ya, no siento identificación absolutamente alguna con ningún integrante de esta “civilización” en ningún orden, considerando que, ya, no tiene sentido él existir.
Osvaldo Buscaya
OBya
Psicoanalítico (Freud)
Femeninologia Ciencia de lo femenino
CABA
Argentina
11/5/2020