Renacimiento publica las memorias de la escritora y abogada Mercedes Formica: Pequeña historia de ayer

Miguel Soler Gallo
Miguel Soler Gallo
Doctor por la Universidad de Salamanca. Entre sus líneas de investigación se encuentra la relación entre poder, mujer y cultura. Es especialista en la vida y obra de Mercedes Formica.
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La escritora y abogada gaditana dejó un legado de tres tomos de memorias que se han publicado reunidos, por primera vez, en el volumen Pequeña historia de ayer, como era su deseo y que no pudo ver cumplido en vida. Se trata de Visto y vivido (Ed. Planeta, 1982), Escucho el silencio (Ed. Planeta, 1984) y Espejo roto. Y espejuelos (Ed. Huerga y Fierro, 1998). Las memorias, publicadas por Renacimiento, discurren por tres momentos esenciales de la Historia de España del siglo XX: la proclamación de la II República, la Guerra Civil y las dos primeras décadas de la posguerra, hasta 1958, año en el que se produce la histórica reforma de Código Civil, la primera en este cuerpo legal para incluir derechos a las mujeres, impulsada por la propia Formica, la conocida «Reformica», que afectó igualmente al Código Penal, Código de Comercio y Ley de Enjuiciamiento Civil.

Muchas son las personas de distintas generaciones que sienten curiosidad por descubrir los entresijos de un país en el que a duras penas se podía sobrevivir ante la destrucción, la miseria, el hambre, la censura y el aislamiento internacional. Después de que muchas sean las firmas que han escrito sobre este tiempo, incluso muy posteriores al mismo, la voz de Mercedes Formica (Cádiz, 1913 – Málaga, 2002) resurge especial por dar cuenta de lo que presenció o le fue confiado por los protagonistas de los sucesos. Desde que era una de las escasas jóvenes universitarias en los años treinta hasta convertirse en una de las pocas abogadas en activo en los años cincuenta, su estela recorre ambientes y contextos sociales, políticos, culturales e intelectuales de aquella España dividida en vencedores y vencidos con voluntad de conciliación, justicia y tolerancia.

En el volumen, de 716 páginas, se incluyen, como apéndice al tercer tomo, Espejo roto. Y espejuelos, textos sobre la época que revelan el feminismo de la autora, como la recensión que hizo para la Revista de Estudios Políticos de El segundo sexo de Simone de Beauvoir, en 1950, al poco de publicarse en Francia y cuando en España era de difícil circulación (prohibido por el Vaticano). En ella, la gaditana se mostraba a favor de las tesis de la filósofa sobre la necesaria lucha por la igualdad entre los sexos. Dos de las reflexiones son las siguientes:

¿Quién se atreve a decir a la española de hoy: limítate a hacer calceta o a guisar tu comida? Para coser y para guisar, es preciso tener qué coser y qué guisar. Es preciso disponer de una estabilidad económica y espiritual, siquiera mínimas, y de un tiempo mínimo de sosiego. Y estas no son coyunturas favorables en la vida de la mujer de hoy.

Es cierto que no podemos presentar con nombres de mujer una nómina de genialidades tan numerosa como la ostentada por los hombres. Pero no es menos evidente que el genio nace de la masa, no de la minoría, y la masa femenina en este instante, gracias a la política obstaculizadora del hombre, permanece, en gran parte, sin cultivar, sin conseguir las posibilidades de una formación. No sería justo, por tanto, exigir a unas contadas generaciones de mujeres el mismo rendimiento ofrecido por el hombre a través de toda la historia de la humanidad.

Es evidente que este pensamiento colisionaba con los principios del Régimen y de la Sección Femenina en particular, con Pilar Primo de Rivera a la cabeza, que consideraba a la mujer un ser imperfecto que necesitaba de la protección y de la supervisión masculina en todo momento. Por designio de su sexo, el hogar debía ser su gran hazaña cultural, y su misión, servir al marido y procrear. Nada que ver con las ideas de la abogada, que trabajó para que las mujeres conquistaran espacios, pudieran expresarse, darse a conocer, revelarse, correr la cortina de sus sentimientos y pensamientos.

Sobre Formica, en 2015 se publicó una edición facsímil de Monte de Sancha, publicada originalmente en 1950 y ambientada en la Guerra Civil, y, en 2018, salió el volumen A instancia de parte y dos obras más (la novela corta Bodoque y el cuento «La mano de la niña»), bajo el sello (los dos volúmenes) de Espuela de Plata (Renacimiento). A instancia de parte, en especial, mostraba el intenso compromiso feminista de la autora al denunciar la escandalosa situación de las mujeres casadas que podían verse implicadas en encerronas de las que podían salir acusadas de adulterio si los maridos querían librarse de ellas, ya que solo se penaba en el caso femenino. Estas eran depositadas años en una Casa de Arrepentidas, o en un convento, hasta la celebración del juicio que las condenarían a prisión menor y, por supuesto, a estar separadas para siempre de su descendencia, que crecía en el rencor hacia sus madres (siendo inocentes). La novela se publicó en 1955 y obtuvo el Premio Cid de la Cadena Ser. No existen testimonios literarios tan combativos como este durante la posguerra española. Formaba parte de la campaña por la igualdad que la autora llevó a cabo en los años cincuenta para reformar leyes retrógradas que convertían a las españolas en ciudadanas de segunda categoría, y que se produjo en 1958. De ello se habla en las memorias, en especial en Espejo roto. Y espejuelos.

Cabe recordar que, en Cádiz, su ciudad natal, en octubre de 2015, el equipo de gobierno municipal retiró el busto que homenajeaba su figura de la Plaza del Palillero, junto al Centro Integral de la Mujer, según se argumentó, por “fascista, fiel a la obra de Franco y defender un modelo de mujer abnegada y sometida al marido”. Todo por una militancia juvenil en Falange, de 1933 a 1936. Su posterior desencanto, su evolución ideológica y su lucha por los y las más vulnerables en situaciones de opresión, en aquellos tiempos, las mujeres y la infancia, no eran importantes. Si bien, el Consistorio madrileño, dirigido por Manuela Carmena en 2018, de similar signo político que el gaditano, le dedicó una calle por su valentía en “denunciar la vida de las mujeres víctimas de violencia”, tras decidirlo el Comisionado de la Memoria Histórica.

 


Miguel  Soler Gallo, doctor por la Universidad de Salamanca, editor de las memorias e impulsor del legado de Formica

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