Nuria Alabao entrevista en CTXT a Miquel Missé. Lo presenta como “activista y pensador de lo trans” (me encanta eso de “lo” trans).
Según dice Miquel Missé, el hecho de que una persona requiera la garantía y el aval de unos profesionales para que, oficialmente, en su carné de identidad se acepte el cambio a hombre -si genéticamente es mujer- y a mujer -si genéticamente es hombre- resulta “muy estigmatizante”. Pues no digo ná lo estigmatizante que resulta tener que pasar un control psicotécnico para renovar el carné de conducir… Y lo estigmatizante que es tener que pasar infinitos trámites, certificados e indagaciones para que en tu carné ponga que eres alemán, aunque naciste en Utrera de padres españoles desde tiempos inmemoriales.
Más adelante, reclama que se acceda a “tratamiento hormonal sin tener que pasar procesos patologizantes”. O sea, según él, tomar hormonas (u operarse) no es, per se, patologizante. Lo patologizante es que médicos y psicólogos examinen la conveniencia y den su aprobación… Vamos que, si una persona que mide 170, por ejemplo, quiere tomar hormonas de crecimiento porque sueña con ser jugador de baloncesto, tal deseo nos resulta chocante y pedimos que profesionales médicos y psicólogos examinen el caso (o sea, vemos normal que pase por un proceso “patologizante”, según el vocabulario usado por Missé et álii). Lo mismo pensamos si una adolescente quiere agrandar sus mamas porque odia las que tiene. Y no digamos nada si deja prácticamente de comer porque se ve obesa (a pesar de que objetivamente no lo sea). En definitiva: si alguien se obsesiona con algo que manifiestamente altera su cuerpo o su mente, aprobamos que se someta a ciertos protocolos, que diversos profesionales debidamente cualificados determinen lo que le ocurre y cómo superar el problema, porque problema es. Aunque cabe preguntarse ¿es problema? Sí, claro, es problema en todos los casos que he citado, pero parece ser que no es problema cuando se trata de convertir un cuerpo femenino en masculino o a la inversa. Tampoco es problema si quiere que, tal cual, sin considerar el sexo ni ninguna otra circunstancia, se acepte su deseo como realidad oficial. Según parece, eso no requiere consulta ni pronunciamiento profesional alguno porque tal cosa resultaría hiriente, humillante, patologizante, estigmatizante (y un montón más de adjetivos por el estilo)…
Según dice Miquel Missé, el hecho de que una persona requiera la garantía y el aval de unos profesionales para que, oficialmente, en su carné de identidad se acepte el cambio a hombre -si genéticamente es mujer- y a mujer -si genéticamente es hombre- resulta “muy estigmatizante”. Pues no digo ná lo estigmatizante que resulta tener que pasar un control psicotécnico para renovar el carné de conducir…
Nuria Alabao le pregunta: “¿podemos pedirle eso al Estado, a una ley, que transforme la normatividad de género?” (sic). Digo sic porque pasma que una persona que se declara feminista y es doctora en Antropología, haga esa pregunta. Ignora, pues, que el feminismo lleva siglos (y en ello sigue) exigiendo y consiguiendo cambiar la “normatividad de género”. No sabe que el estado plasma mediante leyes los cambios de “normatividad de género” cuando ya no puede ponerles freno. O sea, no sabe que si ahora la “normatividad de género” no es lo que era hace cincuenta o cien años, y concretamente, si ahora la “normatividad del género mujer” no exige que obedezcan al marido y permite que establezcan su domicilio donde deseen y que cursen estudios universitarios (esos que, sin embargo, no esclarecen ciertas mentes…), si las leyes que sancionaban esas “normatividades de género” han periclitado, el cambio se debe a la presión social generada por la conciencia y la lucha feministas…
Miquel Missé dice: “¿no podríamos hacer una política que combatiera directamente aquellos malestares que le produce a la gente la rigidez de género independientemente de cómo se llamen y cómo se apelliden, sean o no LGTB?”. Lo dice como si, después de mucho meditar (no en vano Alabao lo define como pensador) su brillante mente hubiera parido tan luminosa idea.
Él tampoco sabe que esa es la esencia de la política feminista y en ello llevamos siglos. O, dicho de otra manera: ¿qué hacemos las feministas sino combatir las normas de género cuando clamamos que no hay juguetes “de” niños y “de” niñas? ¿cuándo animamos a las niñas a romper barreras de todo tipo y a los niños les decimos que no tienen por qué ser agresivos, violentos, machotes, brutos? ¿qué cuando denunciamos que nuestro cuerpo de mujeres no está en este mundo para complacer a otros? ¿cuando exigimos coeducación? (ojo, digo coeducación, la de verdad, no el adoctrinamiento transactivista que hoy nos venden como tal).
Y sigue cavilando Miquel Missé: “La cuestión es ¿cómo llega un niño a pensar que la única manera de poder ser sí mismo es siendo una niña? ¿Que terrorífica es la categoría niño como para que tú no puedas ser tú?”
Sí, en efecto, esa es la cuestión: el feminismo lleva años y años analizando y denunciando los mecanismos y la brutalidad de los corsés genéricos impuestos por el patriarcado (años y años, lo siento, Miquel, no acabas de descubrir la pólvora). Aunque resulta curioso (y no solo curioso) que Missé, hable de la “terrorífica categoría niño”, pero en ningún momento de la entrevista aluda al hecho de que ser niña es una categoría infinitamente más terrorífica y limitadora pues cercena mucho más (aún hoy y en las sociedades occidentales) el campo de los posibles y señala a las mujeres como seres de segunda al servicio de las necesidades de otros.
Missé mete en un mismo saco ser madre, casarse y pintarse los labios ¡hala, ahí queda eso…!
Y luego, ya, Miquel Missé entra en barrera y se dedica a reclamar la legalización de la prostitución: “Si queremos mejorar la vida de la gente trans, consigamos derechos sociales y laborales para las personas que ejercen el trabajo sexual, principalmente mujeres trans”.
Pero, ojo, no seamos mal pensadas: su demanda viene argumentada y envuelta en buenos sentimientos (esos que le chorrean a todos los neolibarales-progres-guays). Así, dice: “las estrategias de supervivencia que uno elige en un mundo, con unos códigos que no ha elegido, son válidas, son importantes. Hay que respetarlas”. ¿A que queda cuqui?: “Las estrategias de supervivencia que uno elige son válidas y hay que respetarlas,” aunque Missé matiza “con unos códigos que no ha elegido” (códigos…tiene mucho mérito eso de llamar “códigos” a las estructuras socioeconómicas…). O sea, según Missé, Abalao y CTXT (publicación que, en este asunto, siempre va a lo mismo) no debemos exigir que nadie, para sobrevivir, tenga que chupar genitales de personas que no desea. No debemos luchar por un mundo donde tales barbaries sean inconcebibles y -mientras llegamos ahí- por unas medidas inmediatas que permitan la supervivencia de todos los seres humanos, no. Por lo visto hay “estrategias de supervivencia” cuya legitimidad no se discute, aunque curiosamente, él no las reclama para sí. Y, oye, poder, podría, porque es guapete y seguro que por 20€, 30€ e incluso 50€ tendría montones de candidatos a darle por c… A lo mejor hasta se hacía rico (eso dicen las películas que le pasa a las mujeres que se prostituyen). Pero no, él prefiere optar por otra estrategia de supervivencia: escribir, dar conferencias, conceder entrevistas -con unos códigos que, lamentablemente suponemos, él tampoco ha elegido-.
Habría más cosas que comentar de esta entrevista, como, por ejemplo, su consideración de que ser madre (no cómo se ejerce la maternidad, ser madre) y casarse (casarse, así, tal cual) son “roles de género” y, para más INRI, Missé mete en un mismo saco ser madre, casarse y pintarse los labios ¡hala, ahí queda eso…!