Iniciamos 2021 entre el coraje, la rabia, el miedo y el asombro

Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, A.C. (CATWLAC por sus siglas en inglés).
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Sin que se haya controlado la pandemia, nos saludó el 2021 con el reconocimiento y la propagación de nuevas cepas del SARS-COV 2, más contagiosas que se han extendido rápidamente por el mundo, un pernicioso rebrote en Europa y el continente americano, más pobreza y violencia contra las mujeres.

Una tormenta de nieve en Madrid, “Filomena”, como no se había visto en 40 años y la toma del Capitolio como producto de la incitación de Donald Trump que con sus grupos racistas y extremistas conservadores ahora amenazan con marchas armadas para tomar todos los capitolios de los estados a lo largo y ancho de los Estados Unidos durante la toma de protesta de Biden.

El avance implacable de la industria del sexo internacional, rindiendo homenaje a Margo St. James, la creadora del término “trabajo sexual” y fundadora y operadora de “COYOTE”, en California, término que dividió al feminismo y que se ha usado como caballo de troya para obstaculizar el avance del feminismo. Incluso el patriarcado creo y globalizó una industria de la pornografía cada vez más violenta y todavía nos preguntamos por qué las mujeres y niñas están enfrentando esta epidemia de violencia sexual.

Y como si no fuera suficiente, tenemos que enfrentar la embestida de la industria de la explotación reproductiva, tanto de los vientres de alquiler, como de la donación comercial de óvulos, ambas sin que se pueda medir, hasta el momento, el daño que provoca en la salud de las mujeres, aunque ya se empiezan a registrar los trastornos que causa la sobrehormonización sobre la salud sexual y reproductiva de las mujeres y tampoco el daño en su salud mental.

A esto tenemos que añadir la expansión de la ideología postmoderna del queerismo que se ha constituido en el nuevo caballo de troya contra las mujeres, apoyado por ciertos sectores de la academia, que está intentando borrarnos, ignorando o eliminando los derechos basados en el sexo y sin reconocer que el sistema sexo-género, es la fuente de la opresión de más del 52% de la población mundial. Cuántas voces se han levantado para gritar que somos mujeres y niñas y no mujeres cis o personas gestantes, personas menstruantes, hoyo frontal y no sé cuántos epítetos más, y que además estamos defendiendo nuestros derechos y que eso no quiere decir que somos transfóbicas, ni que reivindiquemos la heterosexualidad.

gritar que somos mujeres y niñas y no mujeres cis o personas gestantes

Se nos tacha de transfóbicas porque reivindicamos la lucha contra la violencia obstétrica para las mujeres, se nos tacha de transfóbicas porque reivindicamos que somos las mujeres y sus hijas e hijos quienes debemos beneficiarnos de los programas de lactancia materna, porque nos oponemos al uso de los bloqueadores de la adolescencia y a la sobrehormonización de la niñez bajo el discurso de la “niñez trans”, porque no creemos que se deba invisibilizar la violencia contra las mujeres en las estadísticas nacionales y fusionarse el feminicidio con el transfeminicidio, son dos grupos que merecen sus propias estadísticas y sus propios espacios de atención.

Se nos llama transfóbicas porque no avalamos los baños unisex en las universidades, en las estaciones de autobuses y cárceles donde vestidos de mujeres muchos agresores sexuales han cometido sus fechorías.

Dicen quienes saben que la identidad de género no puede ser una opción que se pueda modificar a libre elección. En América Latina el primer país que adoptó esta ideología, fue Argentina, si, el mismo país que acaba de aprobar el aborto hasta la semana 14 para personas gestantes o embarazadas. O sea, ¿ahí no están las mujeres?

Y tampoco creemos que le falten razones para reivindicar sus derechos al movimiento trans, pero lo que no se justifica es que para querer avanzar sus derechos se trate de anular o borrar a las mujeres y sus derechos.

Lamentablemente, es algo que no tienen claro la mayoría de las mujeres, ni se han dado cuenta de todos los derechos que perderíamos las mujeres y las niñas y el daño que las políticas de identidad de género nos puede ocasionar.

Por lo menos, en México, como en otros países de América Latina, hemos conseguido la paridad en todos los cargos de elección y designación, pero no contábamos que desde que estábamos en el sistema de cuotas, hubo un grupo de vivales que amparándose en los lugares garantizados para mujeres, en Oaxaca, se hicieron pasar por mujeres trans para beneficiarse de los espacios que hemos ganado.

Quién sabe qué nos espera para este 2021, que en México se va a registrar la elección más grande de la historia electoral de nuestro país, en donde además logramos que ningún candidato o candidata que sea deudor alimenticio, tenga antecedentes de violencia sexual o violencia política contra las mujeres pueda ser nominado/a a un puesto de elección popular, pero el partido en el Gobierno que ha pregonado su lucha contra la corrupción, el abuso de poder, etc., etc., nominó como candidato a la gubernatura del Estado de Guerrero a un tipo que está acusado de violación y a quien según pasan los días se le acumulan acusaciones de más y más delitos sexuales.

No cabe duda de que el neopatriarcado busca, prepara e impulsa movimientos y obstáculos para mantener controlados los avances del movimiento feminista y de los derechos de las mujeres. No nos cabe la menor duda que como decían las feministas radicales de los 70s y los 80s, que el patriarcado usa mecanismos sutiles y burdos para poseernos, someternos, controlarnos y sojuzgarnos, como bien decían, hay dos maneras de colonizar los cuerpos y las vidas de las mujeres, la primera es la propiedad privada, a través del matrimonio y la otra es la propiedad colectiva a través de la prostitución y yo agregaría a través de la explotación sexual y reproductiva de las mujeres, la violencia extrema, la discriminación y la pobreza en la que está sumido el 52% de la población mundial.

 

Nuestros gobiernos, protegiendo no sé qué intereses, o si es por ignorancia o porque creen que es muy “pogre”, se han empeñado en golpearnos de todas estas formas y algunas más, que tal vez ni nos imaginemos. Con tanta ignorancia que ni siquiera saben que el gobierno de los Países Bajos está dando marcha atrás a la legalización de la mariguana y la prostitución. Admiran la política que tiene Nueva Zelanda de descriminalización total de la industria del sexo, incluyendo a los tratantes, proxenetas y consumidores, sin informarse que esa política ha aumentado la trata, la explotación sexual infantil y la violencia contra las mujeres, sobre todo, de mujeres indígenas.

Lo único que me anima es que sé que no estamos vencidas, que llevamos muchos años luchando y no nos vamos a dar por vencidas

Yo diría que debemos exigirles a todas las personas que aspiren a un cargo público o de representación popular que firmen un compromiso con las mujeres. No queremos ni gobiernos, ni representantes populares proxenetas, ni violadores, ni corruptos, ni con compromisos con la industria global del sexo, ni con las farmacéuticas, ni la industria de los vientres de alquiler.

Lo único que me anima es que sé que no estamos vencidas, que llevamos muchos años luchando y no nos vamos a dar por vencidas, que juntas somos más fuertes. Saludemos, entonces, al 2021 con el coraje y la rabia que nos ha acompañado durante tantos años de lucha feminista y de clase, y que se sepa que no vamos a dar un paso atrás en la defensa de nuestros derechos. Es por ellas, es por nosotras, es por todas y es por las que vienen.

 

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