Por una televisión pública feminista. (Sobre la plataforma Playz)

Ana Pollán
Ana Pollán
Graduada en Filosofía por la UVA. Máster en Filosofía Teórica y Práctica por la UNED. Feminista abolicionista, republicana y defensora de la educación pública. Anticapitalista.
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Playz es una plataforma audiovisual de acceso gratuito dependiente de Radiotelevisión Española que se lanzó en octubre de 2017, como contenido web. Aunque contiene algunas series y películas, posiblemente uno de sus programas más conocidos es GenPlayz. Este es, tal y como se define en su web, es “un nuevo espacio de debate, palique, tendencia, bastante meme y que dará bastante que hablar, donde abrimos hilo y no cancelamos.” GenPlayz es, además, un juego de palabras entre play y la Generación Z, en referencia al grupo de edad al que va dirigido el programa y que por tal se entiende a la que comprende a las personas que nacieron entre 1995 y 2005.

Alguno de los debates más ilustres que han tenido lugar en dicho programa son: ¿Vivimos en una dictadura progre?, Poliamor: ¿Es posible tener varias parejas a la vez?; ¿Somos revolucionarios por postureo o por convicción?;  Porno a los ocho y otras historias; Onlyfans: ¿mercantiliza o empodera a la mujer?; Generación Z: ¿La más sexualizada y la que menos sexo tiene?…

En muchos de ellos ha habido una defensa clara, explícita e insistente de violencias patriarcales como la ponografía y la prostitución. Aferrándose a lo que Ana de Miguel ha denominado el mito de la libre elección, se han justificado, promocionado y conceptualizado como opción laboral válida la inserción en dichas instituciones patriarcales. Llama la atención que, en general, las feministas que han asistido a dichos programas hayan explicitado su disgusto con el trato recibido y la parcialidad del programa, que siempre las sitúa en clara desventaja numérica o en cuanto a posibilidades de intervención.

Uno de los programas más recientes, de hace apenas unos días, ha tenido como objeto de debate el documento de la futura “Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans», cuyo borrador se dio a conocer el pasado 2 de febrero. A él, asistieron como invitadas/os la abogada feminista Nuria González, la jurista y cofundadora de Juventudes Feministas Laura de la Fuente; la escritora Elizabeth Duval; el trabajador social Isidro García; el Doctor en Derecho Curro Peña y el youtuber Danel, de quien merece la pena destacar que, tras presentarse afirmando “estoy desnudo y tengo ganas de plantar la polla delante de la cámara porque estoy seguro de que hay gente en la mesa a la que le encantaría verla”, defendió que de la “ley trans sólo debe hablar la gente trans” y que no es justo que de repente “hasta tu cuñada, la dependienta de la tienda de Desigual, le dé por tener una opinión política formadísima y por ser feminista… ¡Ja!” (Nótese el clasismo y el elitismo) A continuación, subrayó que “la gente habla de estas mierdas por la calle y no se les pega como se debería”, refiriéndose a las feministas que subrayan las posibles consecuencias negativas que el borrado del sexo.

tras presentarse afirmando “estoy desnudo y tengo ganas de plantar la polla delante de la cámara porque estoy seguro de que hay gente en la mesa a la que le encantaría verla”,

El debate transcurrió con las feministas en clara desventaja frente a los defensores de la ley trans (dos contra cuatro). Cuando la jurista De la Fuente intentaba exponer los planteamientos feministas críticos con una ley sexista, era constantemente interrumpida; cuando la abogada González advertía de las nefastas consecuencias de reconocer el género como identidad, se le rebatía faltando a la verdad, sacando sus palabras de contexto (algo que también le sucedió a su compañera cuya posición contraria a la ley fue arbitrariamente comparada con la oposición reaccionaria al matrimonio gay) o respondiéndoles con afirmaciones falsas o sacadas de contexto como cuando, en un momento dado, Duval señala erróneamente que la filósofa Amelia Valcárcel ha afirmado que el género no puede ser abolido.

No quiero dedicar este artículo a hacer una crítica de los borradores de la Ley Trans y LGTBI. Sólo apuntaré, muy someramente, que son leyes sexistas y homófobas en cuanto que reconocen el género como identidad, es decir: ambas leyes reconocen como fundamento legítimo de identidad al conjunto de estereotipos, roles y normativas que el patriarcado impone a los sexos para perpetuar la posición subordinada de las mujeres y privilegiada de los varones.

Esto no sólo es sexista, sino también homófoba en cuanto que, al borrar el sexo, se borra la legitimidad, la estabilidad y el respeto a las orientaciones sexuales (homosexual, especialmente) e impone la homofobia que supone concebir, por ejemplo, que las lesbianas deban –si no quieren ser consideradas tránsfobas– acceder a tener relaciones sexuales con un hombre autoidentificado como mujer, no pudiéndolo rechazar por ser de un sexo por el que no sienten atracción alguna.

Pero mi reflexión, por esta vez, no pretende abordar el debate sino el medio, las condiciones y la tónica en la que se produjo:

  • ¿Debe la televisión pública hacer programas para jóvenes donde se transmita una falta de rigor conceptual y una absoluta parcialidad en la que, precisamente, salen perdiendo las voces más feministas, maduras y progresistas?
  • ¿Debemos mantener con dinero público una plataforma audiovisual dependiente de la televisión pública donde se invita a “actrices” porno conocidas por presentar una imagen idílica y distorsionada de la pornografía, ocultando sus prácticas violentas, explotadoras y humillantes contra las mujeres?
  • ¿Queremos una generación de adolescentes que consideren legítimo defender sus convicciones opinando que “se pega poco” a quienes les contradigan?
  • ¿Puede la televisión pública permitirse el lujo de que se debata si imponen una “dictadura progre” los intentos de poner fin al sexismo, al clasismo, al racismo, a la homofobia, etc.?
  • ¿Queremos que una generación que ha empezado a consumir pornografía con 8 años o menos escuche chistes sobre las teens [En el porno, mujeres con aspecto adolescente, cuando no, efectivamente, menores de edad] que aparecen en dicho contenido?
  • ¿Podemos permitirnos que jóvenes apenas formados exhiban un narcisismo vergonzante despreciando todo lo que no atañe a su propio ombligo? ¿Podemos permitirnos este culto a la estulticia?
  • ¿Es admisible este desprecio a la humildad, al conocimiento, a la transmisión de valores progresistas e igualitarios?

La televisión pública tiene la obligación de crear y difundir contenido de calidad que facilite el conocimiento, el acceso a la información, a la cultura y que estimule el pensamiento crítico. Con contenidos como el descrito, se promueve que las generaciones más jóvenes, lejos de adquirir conciencia  igualitaria, democrática, crítica y feminista, se regodeen en un narcisismo inadmisible y en una absoluta despreocupación por las injusticias, cuando no en perpetradoras activas de las mismas.

Por cierto, como en la vida los avances se producen con tesón y concienciación respecto a lo que ocurre, léanse el Borrador del Anteproyecto de ley para la igualdad de las personas LGTBI y para la no discriminación por razón de orientación sexual, identidad de género, expresión de género o características sexuales. Y también el Borrador de la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans. Después, subrayen los contenidos sexistas y homófobos y actúen. También contra los programas que silencian a quien avisan al respecto o banalizan sus advertencias.

 

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Comentarios

  1. «Esto no sólo es sexista, sino también homófoba en cuanto que, al borrar el sexo, se borra la legitimidad, la estabilidad y el respeto a las orientaciones sexuales (homosexual, especialmente) e impone la homofobia que supone concebir, por ejemplo, que las lesbianas deban –si no quieren ser consideradas tránsfobas– acceder a tener relaciones sexuales con un hombre autoidentificado como mujer, no pudiéndolo rechazar por ser de un sexo por el que no sienten atracción alguna.» Muchos alegaría que el concepto de homosexualidad desaparece, que es por lo que se ha discriminado a los gays y lesbianas. Ahora seríamos simplemente «personas» que tienen sexo con quien quieran sin importar su sexo. No es ideal?

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