A continuación, publicamos el texto íntegro de la entrevista realizada por la escritora Raquel Rosario Sánchez a la analista mexicana Laura Lecuona publicada por el periódico dominicano El Caribe sobre intentos de imponer el concepto de las llamadas “infancias trans” en México.
Actualmente, se han sometido propuestas para introducir políticas de “identidad de género” dentro del Código Penal dominicano. Las ramificaciones de este concepto dentro de las políticas públicas representan una semilla que eventualmente germina en la medicalización de la niñez que ha internalizado estereotipos sexistas.
También en el Congreso de la Ciudad de México, reposan propuestas similares. Específicamente, el Dictamen o Proyecto de Ley de Infancias Trans, que busca reconocer la “identidad de género” de niñas, niños y adolescentes, fue introducido el 14 de noviembre del 2019. Con él se procura permitir el cambio del sexo de menores de edad, dentro de actas de nacimiento, de manera administrativa.
Esta es la antesala de las “clínicas de género”, donde por medio de medicamentos irreversibles se detiene la pubertad de la niñez, posteriormente suministrándoles altas dosis de testosterona o estrógeno, para que su cuerpo se ajuste a estereotipos de feminidad y masculinidad.
¿Cómo conecta un cambio de sexo en un acta de nacimiento con la medicalización de menores? De la siguiente manera: una vez una niña tiene un acta de nacimiento que afirma que su sexo es masculino, se genera una incongruencia. La solución de la misma, según las políticas de “identidad de género”, es modificar su cuerpo para adaptarlo a su nuevo documento de identidad. Para entender como un país de nuestra región termina normalizando ideas descabelladas, como la medicalización de la niñez saludable para adaptarles a estereotipos sexistas, he consultado con la feminista mexicana Laura Lecuona.
Raquel Rosario Sánchez: ¿Cuál es la diferencia entre la llamada “infancia trans” y la niñez, en general?
Laura Lecuona: En realidad ninguna. “Infancias trans”, así en plural como lo ponen sus defensores, es el invento que permite a algunas personas que se creen progresistas entender cómo es posible que haya niñas a las que no les guste jugar a las muñecas o disfrazarse de princesas y niños a los que no les guste el futbol sino el ballet.
Las feministas siempre hemos celebrado y convivido con este hecho normal de la vida y parte de nuestra lucha ha consistido en denunciar los estereotipos sexuales que encierran a niñas y niños, y limitan el libre desarrollo de su personalidad.
En la era de las redes sociales, el conservadurismo más retrógrado tiene una nueva cara. Si antes algunas familias tradicionales creían que los menores que no se ajustan a esos estereotipos debían corregirse a punta de cinturonazos, ahora se considera que deben corregirse a través de la llamada transición, primero social y luego médica. A estos menores comunes y corrientes les ponen la etiqueta de “trans” y les meten en la cabeza la idea de que son niñas encerradas en cuerpos de niños y viceversa. Esto lo hacen con gesto amable y disfrazado de defensa de “las niñeces” para engañarse a sí mismos y, con ayuda de importantes dosis de chantaje emocional, engañar también a los demás.
RRS: ¿Como feminista, qué opinión te merece la invención sociológica de la “infancia trans”?
LL: Es, como bien dices, una invención. Como feminista, desde el primer instante me di cuenta de que se trataba de una esencialización de los estereotipos sexistas, pues se basa en la idea de que una niña con conductas que la sociedad considera más propias de niño es en el fondo de su ser un niño y viceversa.
Como persona que lleva años estudiando y combatiendo esa cínica invención, sé que sirve, por un lado, para abrirles nuevas vías de negocio a las grandes farmacéuticas y a la industria de la cirugía plástica y, por otro lado, para darle legitimidad al transgenerismo adulto masculino disimulando su componente fetichista.
La afirmación de que se nace siendo trans (la premisa que se quiere apuntalar con la supuesta existencia de niñas y niños transgénero) impide que se haga una investigación seria sobre probables causas de la explosión de autoginefílicos (hombres que se excitan por imaginarse como mujeres) que se ha dado en los últimos años: el porno trans, por ejemplo, o el llamado “hypno sissy porn”.
Como alguien preocupada por los derechos de la infancia, usar a los menores como conejillos de Indias, que no otra cosa es la llamada transición médica, me parece un escándalo horripilante de grandes proporciones. No entiendo cómo tanta gente y tantas supuestas feministas se niegan a ver que la alteración y mutilación de cuerpos de menores de edad perfectamente sanos es una atrocidad sin nombre y ante ella deciden aplaudir o callar.
RRS: ¿Cuáles son los orígenes de las iniciativas conocidas como “la Ley de Infancias Trans”? ¿Representa un clamor orgánico del pueblo mexicano?
LL: En 2019 llegaron al Congreso de la Ciudad de México, con pocos meses de diferencia, dos iniciativas muy parecidas para impulsar que en las actas de nacimiento de niñas y niños que no encajan en los estereotipos sexuales se mienta sobre su sexo. Sabemos, porque en varias partes del mundo está ocurriendo de manera casi idéntica, que esta clase de iniciativas abren la puerta a la normalización de los tratamientos con bloqueadores de la pubertad, hormonas del sexo opuesto y cirugías como solución al falso problema de que algunas niñas no se identifiquen con la feminidad y algunos niños no se identifiquen con la masculinidad.
Las palabras equívocas para nombrar esta falsificación de documentos son “cambio de identidad de género”. No es ni de cerca un clamor orgánico del pueblo mexicano y no responde a una auténtica necesidad social. Por el contrario, es algo que se está haciendo bajo el agua, de manera subrepticia, usando lenguaje engañoso, sin informar a la población y sin el debate público que en una democracia tendría que ser de rigor.
Es un punto en el programa político de las mismas personas que buscan convertir a esta capital en un destino de turismo sexual. No es coincidencia. En muchas partes del mundo el lobby proxeneta está íntimamente asociado con el lobby trans y la Ciudad de México no es la excepción”.
Actualmente, el Congreso Nacional dominicano debate las modificaciones al Código Penal que fue promulgado mediante el decreto-ley No. 2274 el 20 de agosto del 1884. Se han propuesto más de 380 artículos y 60 nuevas tipificaciones penales para ser evaluadas durante esta legislatura. Entre ellas, algunas que tienen que ver con el innovador concepto de la “identidad de género”.
En la ciudad de México también se discuten temas similares, particularmente una propuesta para modificar el sexo de niños y niñas dentro de las actas de nacimiento, conocida como la Ley de “Infancias Trans”. Esta modificación administrativa representa la antesala para la legalización de las “clínicas de género” para menores de edad.
La propuesta fue presentada a finales del 2019 por la Comisión de Igualdad de Género que, se supone, debería enfocarse en los temas de la mujer. Continuamos la conversación con la feminista mexicana Laura Lecuona, sobre los aprestos para incorporar en la legislación de su país políticas de “identidad de género” dirigidas a la niñez.
Raquel Rosario Sánchez: En México existen, aparte de altos niveles de violencia contra las mujeres y niñas, otras necesidades básicas de la niñez que nunca son priorizadas en la agenda legislativa. ¿Por qué decide la Comisión de Igualdad de Género (y presumo que otras instituciones del Estado también) promover este tema en este momento? En otras palabras, ¿cuál es la coyuntura actual de México?
Laura Lecuona: La ley de Infancias Trans y las igualmente tramposas reformas para prohibir las terapias de conversión no responden a necesidades genuinas de la población mexicana. Son las prioridades de un grupo de presión que opera en muchas partes del mundo con un financiamiento multimillonario y que tiene captadas a numerosas instituciones, de la ONU para abajo.
Las Comisiones de Igualdad de Género de los distintos congresos estatales, de los partidos políticos, de los organismos de defensa de los derechos humanos, están tomadas por paladines de la ideología queer que impulsan el programa político anti-mujeres y anti-libertad de expresión que en ella se basa.
En un país con más de dos feminicidios al día, que ocupa el primer lugar en embarazo infantil entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, donde los refugios para mujeres víctimas de violencia sufren recortes de presupuesto, con un presidente que no duda en apoyar a un candidato a gobernador sobre el que pesan acusaciones de violación, en el que se reprimen las manifestaciones contra los feminicidios, en el que 99% de las violaciones quedan impunes, está claro que las prioridades feministas no son del todo coincidentes con las de las Comisiones de Igualdad de Género.
RRS: La Declaración de los Derechos del Niño establece tanto “El derecho a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación” como “El derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental y social del niño”.
Esta Declaración fue proclamada por la Asamblea General de México, sin embargo, sabemos que la medicalización de menores de edad acarrea problemas de salud a largo plazo (incluyendo una disminución de la mineralización de los huesos y potencial esterilidad). ¿Cómo llega un país como México a justificar y legitimar la medicalización de la niñez víctima de estereotipos sexistas?
LL: Tenemos por un lado al lobby trans haciendo su trabajo y tenemos por otro lado a políticos y burócratas que no hacen bien el suyo. Quienes no están metidos en esta polémica no entienden muy bien de qué se trata, pero les suena a que para mostrarse progresistas y feministas, y marcar distancia con quienes hace unos años se oponían al matrimonio igualitario (en algunos casos ellos mismos), necesitan apoyar lo que llaman “el derecho a la identidad de género” y a que “la sociedad reconozca la autopercepción” de toda persona.
Les hacen creer que el tema es muy profundo y complejo. Lo meten tramposamente en el paquete de “derechos LGBT”, y ellos no se toman la molestia de tratar de entender. Creen lo que les dicen los autodenominados expertos y cierran los oídos a las advertencias de las feministas, muchas de nosotras lesbianas, que llevamos años demostrando, con datos, pruebas y argumentos, que las leyes en las que se sustituye la categoría de sexo con la de esa cosa misteriosa, volátil y etérea que llaman “identidad de género” representan un retroceso muy serio en los derechos de las mujeres basados en el sexo y que la llamada ley de infancias trans atenta contra del derecho de la niñez al libre desarrollo de la personalidad.
Por último, para machistas y conservadores es más fácil aceptar el absurdo de que su hijo o hija “nació en el cuerpo equivocado” que la posibilidad de que en el futuro sea gay o lesbiana. Algunos empleados de la Clínica Tavistock en Inglaterra, preocupados por el aumento exponencial de menores que llegaban a su servicio de “identidad de género” y por la facilidad con que se les recetaban bloqueadores de la pubertad, llevaban años señalando que precisamente ese temor era la motivación de muchos progenitores que llevaban a sus hijas “masculinas” e hijos “afeminados” buscando que por favorcito se los corrigieran.
La Care Quality Commission del Departamento de Salud y Asistencia Social del Reino Unido investigó a la Tavistock y en un informe publicado en enero de 2021 les dio la razón. Eso además confirmó lo que ya señalaba Sheila Jeffreys al menos desde 2012: dado que las hormonas que detienen el desarrollo propio de la pubertad y las hormonas del sexo opuesto, que son el siguiente paso del tratamiento, los pueden dejar estériles, la transgeneración de menores es una práctica eugenésica contra gays y lesbianas.
RRS: La ciudad de México cuenta con casi 10 millones de habitantes. Según datos oficiales, desde el 2009 (cuando se legalizó la modificación del sexo en actas de nacimiento para personas mayores de 18 años) hasta la fecha, se han realizado apenas 1,500 trámites de cambio de sexo. ¿A qué se debe la insistencia mediática respecto a este tema con la niñez?
LL: La urgencia, como ya he apuntado, es respuesta a las presiones del lobby trans, que en pocos años ha conseguido introducir los Principios de Yogyakarta (que no son legalmente vinculantes) y el concepto de “identidad de género” en leyes de doce de las 31 entidades federativas.
La insistencia mediática tiene que ver con que es un tema con cierta dosis de escándalo que apela al morbo del público y a que en las redacciones de los medios liberales o de izquierda nunca faltan hombres que se identifican como mujeres, mujeres que se identifican como feministas interseccionales, personas “no binaries” o “aliadxs” del movimiento trans impulsando el programa transactivista e impidiendo que se conozcan otras posturas.
Por ejemplo, cuando un artículo mío sobre estas preocupaciones se ha publicado en alguno de estos medios, invariablemente la redacción recibe avalanchas de cartas, llamadas y tuitazos de reclamo por “dar plataforma a una tránsfoba”, así que no me vuelven a llamar, pues, como me dijo un editor, “la revista no se puede volver una oficina de relaciones públicas por dos días cada vez que salga algo tuyo”.
Experiencias parecidas viven cotidianamente feministas abolicionistas y hombres críticos del género de diferentes partes del mundo; es el modus operandi de este activismo internacional, que se empeña en silenciar las voces disidentes mediante intimidación y chantaje… y lo logra. Así, los medios sólo presentan un lado del debate y renuncian a su obligación de informar con imparcialidad.
RRS: Ahora bien, ¿cómo evalúas el futuro del tema de las ‘infancias trans’? ¿Eres de las personas que piensan que el problema empeorará o crees que estamos viendo luz al final del camino?
LL: Como varias otras feministas, temo que el problema empeore muchísimo antes de que empiece a vislumbrarse una salida. Veo con gusto a cada vez más mujeres acercarse al feminismo radical y darse cuenta de que les han estado vendiendo como feminismo lo que en realidad es una ideología ultramisógina y un violento movimiento anti-mujeres. Pero al mismo tiempo, el transactivismo siendo mucho más poderoso que el feminismo, está entrando con fuerza a las instituciones y tiene una influencia creciente en la cultura.
A diferencia de países como Canadá, no creo que, en México, un país más conservador, se llegue a enseñar en las escuelas que una niña con “gustos de niño” es un niño con vulva y un niño con “gustos de niña” es una niña con pene. Pero las ideas y las modas llegan también por otras vías y, así como en México ya tenemos a niñas y niños sin ningún problema físico ni psicológico diagnosticados como trans (justo por aquellos que nos acusan a las feministas de “patologizar a las infancias trans”), pronto tendremos a destransicionadores también.
Es decir, personas, generalmente en sus veintes, que en la infancia o en la adolescencia hicieron la llamada transición, pero luego se arrepienten y tratan de dar marcha atrás.
Cuando veamos la luz al final del túnel, para muchos de estos jóvenes, y para quienes hayan llevado la transición hasta sus últimas consecuencias, será demasiado tarde.
Muchas gracias a la analista mexicana Laura Lecuona por esta entrevista para el periódico dominicano El Caribe. Pueden leer sus artículos en Tribuna Feminista y seguirla en sus redes sociales.