Hace unos días, Paula Fraga comentó la humillación patriarcal que supone que las mujeres deban demostrar su virginidad.
A este propósito, cabe recordar el artículo de Silvia Agüero Fernández que Pikara publicó en 2019 titulado: La prueba del pañuelo explicada para dummies (por si os pasa como a mí y no sabéis inglés: dummy significa tonto/a).
Empieza, cómo no, atacando a las feministas que, según se deduce de sus palabras, nacemos con un pecado original: no ser gitanas.
También se deduce que, desde el momento en el que no somos gitanas, somos todas blancas blanquísimas (aunque yo conozco a gitanas más blancas que yo, concretamente recuerdo a una de piel nívea y ojos azules).
Luego, suelta: la tradición gitana es “una alternativa al machismo, al patriarcado, una alternativa a la transfobia y a la homofobia. Una tradición basada en el respeto, la solidaridad o la biofilia, el amor a la vida”. Así “lo ve y lo vive ella”. O sea, un paraíso del que, debido al pecado original antes mencionado, estamos excluidas todas las no gitanas.
Cuenta Silvia que, con ocasión del Metoo, se enfrentó con personas que descalificaron su testimonio por ser gitana. Esto no lo dudo porque el antigitanismo está bastante extendido en nuestra sociedad. Pero Silvia no se anda con matices ni análisis finos, va directa a la hipérbole y al desmelene: si no consideras la cultura gitana como el súmmum de todas las maravillas y perfecciones de la tierra, eres antigitana. Así de fácil…
Luego, Silvia pasa al tema de las bodas. Recuerda que las novias se visten de blanco porque el blanco es símbolo de “pureza”. Cierto. Pero ¿de verdad piensa que es igual vestirse de blanco que tener que probar tu virginidad?
¿De verdad lo piensa? ¿De verdad ponerse un vestido (incluso bastante ridículo e incómodo como suelen ser los de novia) es igual que tumbarse para que una señora te rompa el himen con el pañuelo que luego mostrará como trofeo? ¿Y qué se hace cuando la ruptura del himen no conlleva sangrado? (yo, por ejemplo, no sangré). Aunque retiro mi pregunta antes de que Silvia me acuse de compartir el “morbo” generalizado que, según dice, despiertan las bodas gitanas. Le aclaro que, a mí, las bodas, ya sean payas, gitanas, japonesas o zulúes, no me dan ningún morbo. Ninguno. Y si he de estar tres o cuatro días de fiesta, prefiero que sea por otros motivos.
Pero, al fin, llega al núcleo de la cuestión: ¿Es signo de machismo que una mujer tenga que probar su virginidad?
¿Es signo de machismo que una mujer tenga que probar su virginidad?
Y Silvia opina: “Que este debate, igual que el debate de la prostitución, básicamente se basa en discutir si las mujeres lo hacen por la naturalización del machismo o porque realmente quieren o lo necesitan”
En llegando aquí dejo de reírme. Me indigna la suposición de que haya mujeres que se prostituyen porque “realmente lo quieren”. ¿Hay mujeres que realmente quieren exponerse medio desnudas para que los machos que pasen por puticlubs, rotondas y parques, las evalúen, las elijan como si fueran ganado? ¿Hay mujeres que disfrutan con que un tío -al que no han elegido- las sobe y les meta sus genitales por la boca, ano o vagina? Claro, dirán, es que las mujeres somos raras y por eso queremos ir con tacones de 12 cm., depilarnos, cuidar del abuelo, ocuparnos de las tareas de la casa, que se verifique nuestra virginidad antes de la boda… Y, por el contrario, no queremos la libertad ni la independencia que tienen los hombres. Ellos quieren otras cosas: ir de “putas”, que les sirvan la cena y les críen los hijos, presumir de que su novia es virgen mientras ellos presumen de ser “pichas bravas” …
Silvia sigue y asegura: “que las mujeres son dueñas de sus cuerpos, pero sobre todo… Opino que en el jojoi de las gitanas mandan las gitanas”.
¡Las mujeres dueñas de sus cuerpos! No dice “Las mujeres queremos ser dueñas de nuestros cuerpos y por ello luchamos”. No: ya somos dueñas de nuestros cuerpos. Las gitanas más que ninguna y por eso afirma con rotundidad que en el jojoi de las gitanas solo mandan ellas.
Deduzco, pues, que ninguna gitana se deja follar sin ganas ni hace nada que no le guste. Ninguna ha oído nunca eso de “Vuélvete, María, que te la meta”. Y si su santo esposo (también feminista, claro) se atreviera a decirlo, ella pediría el divorcio ipso facto y todos los gitanos y gitanas la aplaudirían.
Algo me intriga, sin embargo: si las mujeres ya somos dueñas de nuestros cuerpos ¿para qué el feminismo? No tiene sentido. Ahora ya solo sufren los trans, los no binarios, los fluidos, etc. Pero ellos tampoco necesitan el feminismo (ese movimiento con tal estrechez de miras que solo piensa en la mitad de la humanidad), necesitan el “transfeminismo” …
Pero, lo que más deprimente me resulta es que, ante el linchamiento y las amenazas que ha recibido Paula Fraga, Pikara, no haya manifestado su repulsa.