Quien aborrece la libertad de expresión es que quiere una tiranía
Amelia Valcárcel, en la conferencia inaugural de la XIX de la Escuela Feminista Rosario de Acuña, 6 de julio de 2022
La Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) comunicó hace unos días a la profesora Juana Gallego, de larga trayectoria en el feminismo académico, y a la profesional de la comunicación Maden Castillo que, “por razones académicas”, esta institución universitaria no contará con ninguna de las dos para la docencia del Máster “Comunicación y Género” que la primera contribuyó a fundar y que ha codirigido hasta hace poco tiempo y en el que la segunda era también docente.
Al ampararse en una justificación tan ambigua como las antedichas “razones académicas” resulta evidente que la UAB, en realidad, rehúye explicar los motivos reales y concretos que subyacen a tan drástica decisión, ya que, siendo una de las censuradas quien propuso y codirigió el máster hasta hace dos cursos, no es -en absoluto- creíble que la censura se deba a motivos académicos.
Y menos cuando a nadie se le escapa la evidente conexión entre la acción de boicot a dicha profesora, que se produjo este curso a punto de finalizar, protagonizada por alumnado del máster con la excusa de considerar tránsfoba a la profesora Gallego. Aunque nunca quedó suficientemente aclarado si el impulso -al menos inicial- de esta acción de cancelación fue del propio alumnado o se produjo a instancia de personas o grupos con intereses en esa cancelación a la docente.
la UAB, en realidad, rehúye explicar los motivos reales y concretos que subyacen a tan drástica decisión, ya que, siendo una de las censuradas quien propuso y codirigió el máster hasta hace dos cursos, no es -en absoluto- creíble que la censura se deba a motivos académicos.
Por si hubiera aún alguna duda sobre que es este, y no otro, el motivo de censurar a la profesora Gallego, la medida ha alcanzado a la profesora del máster Maden Castillo. Y ¿cuál es el punto en común entre una y otra? Pues que, por pura casualidad, es la única docente del máster que tuvo la valentía y el coraje para apoyar a la primera; cosa que no hizo -aunque debería haberlo hecho antes que nadie- la propia UAB.
Al respecto, me gustaría indicar varias cuestiones, todas ellas de entidad suficiente, a mi juicio para poder constatar la gravedad de la situación creada y sus graves repercusiones a medio y largo plazo.
- La transfobia es un delito de odio. Por tanto, quien sostenga que alguien lo ha cometido, no sólo tiene la oportunidad -sino el deber- de denunciarlo. Si no se denuncia, estaremos en presencia de una acusación sin pruebas en la que queda patente que no formalizar denuncia alguna tiene su base en que esta podría -si se demuestra falsa- ser tipificada, esta vez sí, como delito.
La UAB, dado que el boicot se refería a un acto académico (una clase de máster), y que la acción estaba dirigida a una académica en el desarrollo de sus funciones, con una acusación gratuita, debería haber salido en defensa de la profesora Gallego. Al contrario, el comunicado de la dirección del máster no pudo ser más lamentable, lleno de ambigüedades y respaldando la actitud de las alumnas que «se plantaron».
- La clase que iba a impartir la profesora Gallego se refería al tratamiento de la mujer en el arte, lo que nada tenía que ver con el tema trans. Por tanto, estamos en presencia de una falacia ad hominen muy grave porque, no sólo se intentan boicotear los argumentos de una persona, sino a la persona misma, desacreditándola diga lo que diga, tenga o no que ver con la cuestión trans.
Si a pesar de ello, como parece, la UAB ha tomado la decisión de censurar a la Prof. Gallego y a la Prof. Castillo para impartir docencia en el máster el próximo curso (ya que así cabe calificar este hecho, a falta de otra justificación creíble), ello no hace otra cosa que legitimar la posición del alumnado del máster y, en su caso, de quienes lo instigaran. Pero da un paso mucho más grave: considerar legítimo coartar la libertad de expresión y de cátedra de su Personal Docente e Investigador.
En efecto, el boicot y la censura de una académica en el cumplimiento de sus funciones docentes vulnera, como mínimo, dos derechos: el derecho humano (y constitucional) a la libertad de expresión y el derecho constitucional a la libertad de cátedra. Queda al parecer muy lejos el manifiesto que la UAB publicó en 2018 que culmina con la frase “El Consejo de Gobierno reitera que la Universitat Autònoma de Barcelona es y continuará siendo un espacio de libertad y que la tolerancia y el respeto para la pluralidad ideológica son irrenunciables” y del que parece que ahora abjura.
Esta manera de proceder, además, es extremadamente peligrosa. Porque legitima que cualquier gobierno universitario de la UAB, incluido el actual, pueda censurar a cualquier persona o evento que le incomode alegando “razones académicas”. Lo que en la práctica hace decaer la vigencia de los derechos humanos y constitucionales antes mencionados y que están expresamente recogidos, además en el artículo 3.1. de los Estatutos de la UAB donde se establece que “Son principios especialmente proclamados y garantizados: a) La libertad de cátedra, de investigación y de estudio, así como la libertad de expresión y de reunión dentro de los recintos y campus de la universidad.” Fin de la cita. No hay comentarios, señorías.
- Dada la gravedad de la resolución de la UAB, también parece evidente que las universidades, aunque obviamente se preocupan por el bienestar y calidad de su docencia y por la percepción que de esta tenga el alumnado, no toman una decisión que tantas disposiciones vulnera, simplemente por la presión de un grupo de estudiantes. Si así fuera, más de una universidad podría tener serias dificultades para organizar parte de su docencia. Por tanto, su decisión -a falta de mejores argumentos aportados por quien la toma- podemos especular que podría deberse a alguna o a varias de las siguientes circunstancias:
- Presión jercida por los lobbies trans. Estos lobbies, en efecto, hace años que ejercen este tipo de estrategias. Son expertos en reclamar que se boicotee o cancele, especialmente en el ámbito universitario, cualquier discurso, debate o argumentario que discuta sus tesis sobre el transgenerismo. Y lo hacen, justamente mediante la ya mencionada falacia ad hominen. Quizá sería, aquí y ahora, buen momento y lugar para recordar que aún no está vigente “el pensamiento único” que, impulsado por estos lobbies, pretende imponer el Proyecto de la conocida como Ley Trans.
- Intereses económicos. Hace tiempo que, debido a la endémica infrafinanciación de las universidades españolas, su libertad para investigar es una utopía. La fórmula que pretendió paliar esa deficiente financiación de la investigación vino de la mano de un artículo de la ley que permitía -a grupos de investigación o a personal investigador individualmente- contratar con empresas, entidades u organizaciones la investigación que podían realizar a instancias de esos entes financiadores. En una palabra, permitió privatizar buena parte de la investigación realizada en las universidades públicas o, al menos, priorizar los intereses investigadores empresariales.
Fue así como determinados lobbies, como el proxeneta o el ya mencionado lobby trans, vieron una excelente oportunidad para legitimar sus posiciones y tesis, colonizando, a mi juicio, la investigación en género y el tipo de resultados que esas investigaciones “debían” aportar y que, a mayor abundamiento, se difundían en nombre del Feminismo académico, consiguiendo así una pátina de legitimidad para actividades que a todas luces carecen de ella. Lo que, por otra parte, constituye una descarada usurpación del Feminismo porque, tanto la agenda queer como la proxeneta o la de la gestación por sustitución (gestación subrogada o vientres de alquiler), son radical y descaradamente contrarias a la agenda feminista.
- Intereses políticos. La otra fuente de financiación de la investigación universitaria procede de la concurrencia competitiva de grupos de investigación o personal investigador individual, al presentar sus proyectos a convocatorias autonómicas, nacionales o internacionales.
Quienes aquí financian son los gobiernos autonómicos, nacionales o internacionales. ¿Qué ocurre? En primer lugar, que la investigación universitaria en género, previamente colonizada por intereses privados como he descrito antes, está condicionada y orientada de entrada a las distintas tesis posmodernas: interseccionalidad, diversidad, legitimación del trabajo sexual y de la gestación subrogada y su altruismo …que son los aspectos en los que han podido obtener financiación privada para investigar.
Pero es que, además, los gobiernos autonómicos, nacionales, europeos… también tienen posiciones políticas que les hacen preferir determinados proyectos en lugar de otros no tan afines a sus posiciones. Así es que, tanto a derecha como a izquierda (aunque por razones bien distintas), apoyan la «ideología queer». Los primeros por considerar que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y todo lo que perjudique al Feminismo y/o a las mujeres, ya les va bien. El colectivo trans cumple con creces ese cometido; además de las simpatías que en la derecha siempre despiertan los hábitos violentos y dominantes hacia las mujeres de los que hacen profusa ostentación muchos transactivistas. Los segundos (la autoidentificada «izquierda política»), porque han interiorizado acríticamente que ese es el auténtico feminismo progresista (perdón, «Feminismos») y todo lo que a él se oponga hay que combatirlo por reaccionario y conservador. Ni siquiera les alertan los usos violentos del transactivismo, su estrategia de hostigamiento y cancelación de cualquier que se oponga a sus tesis, sus creencias acientíficas, su evidente comportamiento sectario…
A lo descrito más arriba hay que añadir que, cuando se inician líneas de investigación en las universidades, las investigadoras o investigadores que lideran proyectos dentro de ellas, suelen vincular al personal docente en formación (becarios y becarias de investigación, doctorandas y doctorandos) a esas líneas. De manera que, tanto si la financiación es privada como si es pública, estamos sesgando hacia la ideología queer el presente -y comprometiendo el futuro- de la investigación universitaria en materia de igualdad entre mujeres y hombres (perdón «en materia de igualdad de «género» al que, obviamente se le da un sentido contrario al que la conferencia de Beijing otorgaba).
Como ese personal investigador, así formado, constituye la cantera del futuro personal docente universitario, si nadie lo remedia, el queerismo se acabará enseñoreando (si no lo ha hecho ya) de las aulas universitarias. Sobre todo si sigue teniendo éxito la estrategia de la cancelación y la censura de cualquier voz discrepante. Y que, lejos de ser rechazada por vulnerar principios básicos de las universidades como la libertad de expresión o la libertad de cátedra ya mencionadas, algunas de estas instituciones están abrazando con especial entusiasmo y vehemencia.
Tampoco es demasiado extraño que algunas universidades reacciones así. Porque, a pesar de lo que se tiende a creer, las instituciones universitarias tienen bien arraigado el origen patriarcal en su cultura institucional. Así las cosas, el Feminismo siempre ha sido un incómodo compañero de viaje. Y por eso no resultan desdeñables propuestas que:
- dividan el Feminismo en trocitos más pequeños para así debilitarlo (que no otra cosa consigue la interseccionalidad).
- devuelvan a las mujeres, especialmente a las pobres, “a su lugar”, dando cobertura y legitimidad a la explotación sexual y reproductiva.
- ensalcen una ideología sectaria, la Trans, cuyos objetivos expresos son borrar el sexo como categoría jurídica y política en beneficio del género, instrumento de opresión patriarcal por excelencia.
- silencien a cualquier mujer que se oponga expresamente a cualquiera de los planteamientos anteriores; y conseguir así el verdadero efecto que se busca: la autocensura del personal académico que no esté de acuerdo.
Y es que en las Universidades hay un miedo real a posicionarse del lado del Feminismo, como no lo ha habido en épocas aparentemente más oscuras y menos democráticas. Miedo a no obtener financiación para investigar, siendo esencial hacerlo para la carrera académica; miedo a recibir la acusación de transfobia, o de ser una persona reaccionaria o conservadora; miedo a ser cancelada o censurada. Así las cosas, es más fácil y cómodo colocarse de perfil para esquivar las balas ¡Qué pronto hemos olvidado una de las sentencias más conocidas de Martin Luther King «Los de nuestra generación tendremos que arrepentirnos, no tan solo de las palabras y las acciones infames de la mala gente, sino también del terrible silencio de la buena gente»!
Aunque es posible que a quienes infunden o no impiden ese miedo les parezca una política acertada esa de censurar, estoy convencida de que se está creando un monstruo difícil de manejar.
En primer lugar, porque fácilmente esa cultura del pensamiento único les puede acabar devorando cuando, quienes piensen distinto, alcancen el poder y lo usen para aplastar a quienes ahora aplastan.
En segundo lugar, porque censurar el pensamiento crítico es hacer inviable el avance de la ciencia y el conocimiento. Matar académicamente a Juana Gallego y a Maden Castillo, por afirmar realidades científicas y defender los derechos de las mujeres, puede parecerle conveniente a un gobierno universitario cortoplacista. Pero ese tipo de actos disminuye drásticamente el valor de su universidad al coartar o negar la necesaria libertad académica y la libre aportación y discusión de ideas.
Sin ese vital oxígeno, aunque crean que matan a una valiente y valiosa profesora y la que se atrevió a defenderla, aunque crean que matan al Feminismo, a quien de verdad están matando es a la Universidad y a la Ciencia. No lo permitamos.
#YoSoyJuanGallego