Me vengo sorprendiendo en los últimos años respecto a la extraña o nula ética que exhibe la izquierda política y social de un modo genérico, aunque no sea un caso español, por más que tengamos nuestras particularidades, sino globalista. La derecha siempre ha tenido una ética muy acomodaticia, ya que van de católicos, pero no de cristianos. Es decir, muy estrictos con el sexo (de los otros) por ejemplo, pero olvidadizos respecto a la pobreza, el perdón o el amor al prójimo que predica el evangelio.
Las religiones han podido fungir durante milenios de base reguladora del comportamiento humano, demasiado errante sin leyes, rayos y truenos, voces y castigos divinos. Los decálogos han servido de guía moral, el miedo ha hecho todo lo demás. Luego vinieron los sacerdotes y fueron acomodando las cosas a sus mentes de mosquito y sus codicias de heliogábalo. Necesitaron demasiada teología para levantar tamaños armatostes de creencias y conductas que acataron millones y millones de personas a lo largo de la historia. Algunas de ellas han interiorizado un espíritu cristiano real que les hace sujetos de una elevada ética, muy de agradecer para la convivencia humana. Otros, los más, sólo obedecen a las curias y a los predicadores de pelajes diversos. Y lo que hoy necesitamos es una base bien fundada de ética civil.
Lo que me tiene más desconcertada es esa nueva ética de partidos y gentes de izquierda. Yo pensaba que, en general, por muy ateos que fueran, conservaban algunos referentes éticos que aglutinaban una cierta reserva moral en Occidente al menos. Pero, de pronto, observo estupefacta que parte de esa gente, la que yo creía “mi gente”, está totalmente pervertida o perdida intelectualmente. Acatan obsecuentes esa funesta Agenda 2030 sin reparar que es la agenda de los grandes conglomerados corporativos e impuesta desde el Foro de Davos; apoyan sin fisuras la posición de EE.UU. y la OTAN en el conflicto de Ucrania y la posible destrucción del mundo o exaltan entusiastas todo lo que tenga que ver con la explotación del cuerpo y el sexo sin matices sin empatía sin responsabilidad sin criterio y sin referentes éticos que, en algún momento, parece que constituían su bagaje. Creo que fue un espejismo y lo que sucedía es que mucha gente teníamos principios y valores que traíamos incorporados desde casa. La mayoría, ya no. Lo que es la explotación de la fuerza de trabajo para el capitalismo equivale hoy a la explotación de los cuerpos y la sexualidad para la izquierda actual. Extraño caso sin duda.
Lo que es la explotación de la fuerza de trabajo para el capitalismo equivale hoy a la explotación de los cuerpos y la sexualidad para la izquierda actual. Extraño caso sin duda.
Buscando una explicación, advierto que una tendencia arraigada en la izquierda era dar al traste con todo un bagaje heredado de la cultura eclesiástica que nos tenía totalmente esclavizados moral y vitalmente a toda una serie de preceptos, castigos miedos y misterios de la fe que nos impedían alcanzar una cierta adultez humana y nos tenían sumidos y aletargados en una hegemonía cultural católica. Un despropósito ya denunciado por Voltaire, precursor de la Revolución Francesa y detractor tanto de las supersticiones católicas como calvinistas. Un viento liberador que ha servido de inspiración para la izquierda liberal y marxista, que han tratado de separar siempre Iglesia y Estado amén de renunciar a vetustas creencias o a incorporar el ateísmo como seña de identidad. Lo que pasa es que ahora, con muy poca formación humanística, los nuevos retoños han tirado al niño con el agua de la bañera y se han olvidado de algo muy valioso porque ya no hay “librepensadores”. Han lanzado por la borda cierta moral sin sentido, pero sin retener valores éticos auténticos. Se han olvidado de que existe una ética civil básica a la que no pueden renunciar.
No hace falta remitirse al cristianismo para encontrar auténticos valores éticos, sino que ya unos siglos antes, cuando la desmembración del Imperio de Alejandro, la pérdida de los valores de la “polys” hundió en una profunda crisis a los antiguos ciudadanos, surgiendo así las escuelas helenísticas de ética, como los cínicos, los hedonistas y los estoicos, cuyo ideal ya no era el filósofo, sino el sabio, es decir, el hombre con una vida coherente respecto a ciertos valores éticos. Unos valores éticos que, en cierta medida, fueron incorporados por el cristianismo primitivo.
Por todo esto, me tiene patidifusa el adoctrinamiento que se está llevando – y se pretende obligatorio – de los niños respecto al sexo, al género fluido de “la copia sin original” y a la transformación peligrosa del género en edades en las que una no puede, literalmente, tomar decisiones irreversibles respecto a determinados tratamientos hormonales, de cirugía o de orientación de vida. Lo malo, lo peor, es que estas prácticas, consentidas por una bobalicona derecha, son entusiásticamente propiciadas por una izquierda desnortada. Creo que se trata de la herencia volteriana y marxista mal entendidas. Piensan que cuanto más sexo, a como dé lugar, mejor van a destruir la herencia católica y pacata que nos ha alimentado y que ello nos llevará a no sé qué liberación personal. Llamar a eso Derechos Humanos es no haber comprendió nada de los derechos ni de lo humano. Quieren hacer pasar a los niños de “objeto de protección” a “sujetos de unos falaces derechos no humanos, sino transhumanos”.
No me extrañarían varias cosas: que los niños y niñas se vean envueltos en la obsesión por un sexo que no comprenden, al igual que se vieron las víctimas de los abusos de los curas pedófilos por la vía de la clandestinidad; que se ponga en marcha un loable retorno a las prácticas del estoicismo como guía ética de nuestra época; que la gente en masa, barruntando un cierto peligro de crisis moral, se lance a votar a la ultraderecha que defiende antiguos valores conservadores y puritanos.
Actualmente, quienes de verdad defienden valores éticos y de libertad, son las mujeres iraníes contra leyes opresivas y misóginas; las mujeres afganas en lucha por sobrevivir como humanas; algunas mujeres africanas en sus campañas contra la ablación.
Actualmente, quienes de verdad defienden valores éticos y de libertad, son las mujeres iraníes contra leyes opresivas y misóginas; las mujeres afganas en lucha por sobrevivir como humanas; algunas mujeres africanas en sus campañas contra la ablación. Y, cómo no, el feminismo radical que se ha puesto al frente de una verdadera re-evolución ética para defender y crear auténticos valores que nos guíen hacia un verdadero humanismo futuro. Nos jugamos todo.