El 8 de marzo de 2023 se “bautizó” en la librería El Buscón, editada por Lector Cómplice, de Lesbia Quintero.
A fines de 2019 leí la primera versión de esta novela de Inés Muñoz Aguirre, que – a pesar de su título– resultó que no era otra novela policial de las varias que ella ha escrito y yo leído, sino una novela histórica, esto es, una versión novelada de un episodio clave en la lucha por la Independencia de Venezuela: la huida, fuga, migración o como quiera llamársele (¿diáspora en el mismo país?) de los caraqueños, desde el 6 de julio de 1814, ante el pánico por el avance de José Tomás Boves hacia la capital con su ejército de negros, mulatos, zambos y pardos que lideraba él, un pulpero de Calabozo, catire de ojos azules, nacido en Asturias. Un ejército de todos contra los mantuanos.
Ese recorrido de familias en carretas tiradas por caballos y criados con mulas cargando equipajes de los señores que se sumaban a una mayoría pobre y a pie, fue arrojando su espantoso saldo de muertes por culebras, fieras, fiebres y más causas, que se trenzaba con nuevos rencores, pero también con nuevos amores e inexplicables desapariciones, como la de la niña Úrsula Anchietta, antepasada de la autora de la que nunca se supo. Inés, lo decía en El Buscón, creció oyendo hablar de esa niña de su familia desaparecida en la marcha a Oriente el año 14.
Un periodista y una imprenta desarmada también están en la novela y, por eso, podemos leer la historia no contada, es decir, lo que nunca diría la historia oficial del gusto de las sociedades bolivarianas de América.
En noviembre del 2019, le escribí a Inés mi opinión y le decía que el personaje más atractivo para mí era, precisamente, ese periodista, que entonces se llamaba Petro pero que ahora tiene otro nombre (seguramente para no remitirnos al actual presidente de Colombia). El oficio de escritor incluido en el texto que se está leyendo o del cineasta en la peli que estamos viendo siempre ha sido fascinante para mí, aunque sea un recurso antiguo.
En El Buscón recordaba Inés que aquél 2019 yo le había advertido que los bolivarianos le caerían encima, porque Bolívar y los patriotas de su novela no son los héroes impolutos que la historia oficial construirá después. Este punto fue destacado por Rafael Arráiz Lucca, diciendo que para algunos anti bolivarianos de hoy — que suelen confundir la gimnasia con la magnesia y no quieren ni oír hablar de Bolívar porque ha sido confiscado por el chavismo hace 25 años– el periodista podría ser considerado un pionero del antibolivarianismo.
Inés disintió de Arráiz: para ella su periodista es uno que trata de entender el desastre que está pasando y en el que está involucrado a la fuerza (él también marcha a Oriente), sin adherirse fanáticamente a uno de los bandos.
Me parece que Inés se identifica con ese periodista y no sólo al crear el personaje, sino en su quehacer cultural actual, pues –como saben muchos que me estén leyendo—el proyecto Pasión País, de Inés Muñoz y Marian Krassner, tiene un objetivo general: informar sobre la movida cultural venezolana en un noticiero diario on line, publicar libros, hacer un programa de radio semanal y montar foros públicos o por zoom sobre diversos temas, así como promover las iniciativas de los y las venezolanas que –como ellas dos– se quedaron en Venezuela para hacer arte, literatura, pequeñas y medianas empresas de todo tipo. Que es lo que hace el periodista de la novela, él marcha con la gente de su ciudad, observando, tomando notas, para que después nosotros leamos su versión.
Boves, sí que fue anti bolivariano
El más famoso antecedente literario del tema es la novela de Francisco Herrera Luque, Boves el Urogallo (1972), una versión del implacable hombre a caballo que provocó aquella huida a Oriente de los caraqueños.
En su día, Herrera Luque fue blanco de la crítica de las sociedades bolivarianas. Imagínense lo que habrá sido para esta gente que al abrir la novela encontraran esta advertencia: “Esta es la historia verídica, fabulada y verosímil de JT Boves (que) entre 1813 y 1814, fue el paladín de la anti república, el destructor afiebrado del orden colonial y el primer caudillo de la democracia en Venezuela” (la última frase la toma de Juan Vicente González). Por eso mi aviso a Inés el año 2019, aunque ahora en 2023 pienso que los nuevos bolivarianos ni siquiera leen.
Al final de la presentación de la novela de Inés en El Buscón una mujer hizo una pregunta que ahora respondo yo. Ella preguntó si esa huida de 1814 es comparable a lo que pasa hoy en el Darién. No son iguales ni las motivaciones ni las condiciones físicas del camino ni la coincidencia de todos los estratos sociales en el camino, como le respondió Arráiz, pero creo que sí hay un dolor común en todos quienes –por las razones que sea– dejan atrás su lugar, los suyos, su lengua, sus intereses. Un dolor proporcional a la edad del que migra: menor en los más jóvenes, mayor a partir de los 40 y dele. Lo constatamos cada día en nuestra familia, nuestros amigos y vecinos y en nuestra clínica.