Hace cosa de dos semanas, fisgoneando por Instagram me enteré de que la segunda temporada de la serie “And just like that” iba a empezar el 22 de junio. Esta serie es la evolución por decirlo de alguna manera, de la archi famosa “Sexo en Nueva York”, (en inglés “Sex and the City”) que debutó en las pantallas estadounidenses allá por 1998. Esa serie, que narraba la vida ficticia de cuatro treintañeras en Manhattan, acabó en 2004 y hace cosa de un par de años, tras el paréntesis solo roto por un par de películas-continuación de la serie, se decidió que era el momento de volver a ver a tres de las protagonistas de la historia, Carrie, Charlotte y Miranda, ahora ya pasando de los 50. Si hace dos décadas y pico la serie era una orgía sexual y sobre todo fashion, esta nueva versión sigue en su línea en lo que concierne a la moda, y ha introducido otros roles, más diversos en cuanto a identidades de género y razas, así reflejando lo que ha cambiado la sociedad estadounidense en estos últimos 25 años. Después de todo, entre los círculos progres a los que esta serie feminista al estilo neoliberal quiere llegar, según parece el sexo ya no es cuestión de biología, sino de sentimientos y, además, cosas impensables en 1998, como el ver un presidente negro en la Casa Blanca, han ocurrido.
Cuando la primera temporada de “And just like that” apareció en nuestras pantallas hace dos años, la vi con mucha curiosidad, porque quería comprobar si la serie podría arreglar lo que parece que es un dilema sin solucionar en la televisión, en particular la estadounidense: la mujer de mediana edad, ese personaje que tantos quebraderos debe causar a guionistas y productores de televisión. En la televisión hay pocos ejemplos de roles protagonizados por mujeres de más de 40 años, y cuando aparecen son estereotipos como la abuelita bondadosa, o la super sexualizada “cougar” (mujer madura obsesionada por ligar con hombres jóvenes). Y esto es así porque vivimos en una sociedad misógina y edadista que rechaza a las mujeres una vez que ya no atraen la mirada masculina, un hecho que se refleja en la cultura general de la que es parte la industria del entretenimiento. Salvo alguna excepción como “Las chicas de oro” allá por los años 80 o más recientemente “Grace and Frankie”, las series de televisión no suelen sacar roles de mujeres de mediana edad que sean complejos e interesantes, y en su lugar recurren a estereotipos manidos. Es como si no se concibiera que, una vez pasada una cierta edad, una mujer pudiera disfrutar de una vida plena alejada de la mirada del hombre, y sin necesitar la aprobación de éste. Las opciones que se nos presenta son las siguientes: O la mujer de mediana edad está persiguiendo sementales para mantener la fantasía de la juventud o ha renunciado al mundo y se dedica a ver la televisión todo el día mientras hace punto en la mecedora.
Es como si no se concibiera que, una vez pasada una cierta edad, una mujer pudiera disfrutar de una vida plena alejada de la mirada del hombre, y sin necesitar la aprobación de éste
¿Cómo habrían evolucionado las protagonistas de “And just like that” de treintañeras a mujeres maduras? ¿Conectarían con su público, ahora ya mucho más maduro a la par que las actrices? El sexo y el buscar pareja eran temas fundamentales en la antigua serie, ¿lo serían ahora también y como se resolverían para este nuevo grupo de mujeres tan despreciado por esa mirada masculina? ¿Trataría la serie el problema del edadismo laboral que merma las oportunidades laborales de tantas mujeres pasados los 45 años, la invisibilidad social?
En líneas generales, todo esto es pedir demasiado. La serie original, “Sex and the city” siempre fue, después de todo, una fantasía, y lo sigue siendo. Mientras el sexo ya no es una parte tan importante de la historia, y aunque, como comento arriba, los productores y guionistas han modernizado la serie y la han hecho más diversa en cuanto a identidades y razas, el tema del edadismo o sus manifestaciones están fuera de la vida de estas señoras que viven a todo lujo en Manhattan, solo ocupando su tiempo en moda, organizaciones de caridad y, si están solteras, buscar pareja. El dinero las mantiene en una burbuja, alejadas de la realidad y de la discriminación laboral. Por un lado, gracias a sus fortunas pueden costearse tratamientos cosméticos para mantener la fantasía de un físico por el que no pasan los años. Como comento en mi libro “La mujer obsoleta”, nadie quiere parecer una mujer de mediana edad, especialmente las mujeres de mediana edad. Por otro lado, el dinero significa no tener que aguantar un trabajo precario ni tener que soportar entrevistas laborales donde una es rechazada por culpa de la edad.
Esta fantasía de consumismo y lujo es muy frecuente en las series de televisión estadounidense, por dos razones. Primeramente, de cara al público internacional en otros países donde estas series se ven, Estados Unidos da una impresión de ser un lugar donde la mayoría de sus habitantes viven en la riqueza material. Esa impresión no refleja la realidad de muchos estadounidenses, por cierto, pero cumple con un cometido muy útil para el capitalismo: el mostrar a protagonistas de películas y series como personas que disfrutan de un estilo de vida al que se puede aspirar, y de acuerdo con la lógica neoliberal, uno al alcance de cualquier persona que este dispuesta a trabajar más. La fantasía de la meritocracia forma parte de la doctrina social con la que crecen tantos ciudadanos y ciudadanas estadounidenses desde la mas tierna edad. Segundo, todo este despliegue de ropa de diseñador, cochazos, maquillaje caro y mansiones no es más que publicidad apenas encubierta, o lo que en inglés se llama “product placement” y es que muchas series y películas, sobre todo aquellas que no van de tramas problemáticas, se han convertido en canales de publicidad, cosa que muchos actores y actrices explotan. Es esta una propuesta curiosa en el caso de “And just like that”, ya que, como identidad, la mujer de mediana edad no es “aspiracional”, esa condición sine-qua-non para que el publico se identifique con las protagonistas de una historia y lo mas importante, compren.
Así que, en general, el sexo está fuera de esta segunda parte de la historia, y la única orgía que se ve en la serie, es de marcas. Como era de suponer, la serie no es crítica con la representación de la mujer de mediana edad y no hace las preguntas importantes. Al fin y al cabo, no es más que evasión y entretenimiento, lujo hecho porno.
No tengo que preocuparme si no me veo reflejada en las vidas de estas mujeres super ricas. Fisgoneando otra vez por Instagram, veo a una influencer joven a la que sigo porque me gustan las cosas que hace con ganchillo. Promocionando sus clases de ganchillo, suelta “cuando tejo, flipan las abuelas”, devolviéndome a la realidad patriarcal tras esta bacanal de lujo que es “And just like that”. Nada ha cambiado después de todo, en esta sociedad que rezuma edadismo, las mujeres de una cierta edad o estamos buscando pareja, o somos unas abuelitas.