El 7 de septiembre Ariadna, menor de 17 años, acudió a comisaría para denunciar que había sufrido una violación. No la creyeron y su agresor salió en libertad. Tres días después, Ariadna se ahorcó.
Tina Alarcón, presidenta de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, se pregunta «en qué cabeza humana cabe que a Ariadna le costase cuatro horas poner la denuncia por violación. O que, pese a que nosotras pedimos intimidad absoluta, en el momento de su declaración hubiera cuatro policías, tres de ellos varones. Eso era impensable hace unos años». Una década atrás en las comisarías se aplicaba correctamente el protocolo de actuación para tratar a las víctimas de este delito. Pero hace unos cuatro o cinco años este trato empezó a deteriorarse y muchas víctimas, especialmente latinoamericanas, comenzaron a ser cuestionadas, interrogadas, presionadas.
Amalia Fernández Doyague, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, llega a hablar incluso de «un retroceso ideológico total y absoluto en la sociedad», salto hacia atrás que, añade, ha sido «muchas veces amparado por políticos de este país». Y pone como ejemplo las declaraciones del alcalde de Valladolid, ese «me da reparo entrar en un ascensor con una mujer por si se arranca el sujetador o la falda».
En 2013, según la última memoria del Ministerio del Interior, se contaron1.298 en España, 18 más que el año anterior. Esta cifra atañe únicamente a «agresiones con penetración», es decir, que no incluye un sinfín de abusos sexuales en los que la mujer no llega a ser penetrada.
El número de denuncias es mucho mayor: 2.859 correspondientes a menores, y 10.621 presentadas por adultas, según la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas. Pero es mucho más lo que se silencia, asegura Tina Alarcón: «Aunque es un delito que no se puede callar nunca, cada vez hay más mujeres que no denuncian. Dicen: ‘Para qué'».
Cultura de la violación. Con este concepto, importado del mundo anglosajón, se define ese conjunto de creencias que justifican la violencia sexual hacia la mujer. Aunque raro es el varón -o incluso la mujer- que reconozca compartir esta cultura (de la misma manera que nadie justifica un asalto con navajas en mitad de la calle), en cuanto empezamos a escarbar aparecen las raíces profundas que todavía hoy alimentan buena parte de dichas creencias.
Se tiende a justificar, o a encontrar menos grave, una violación en la que la mujer iba vestida con ropa supuestamente provocativa, cuando existía un tonteo previo, si ella había accedido a subir a casa del agresor o en caso de que ambos «hayan tenido relaciones sexuales con anterioridad».
Más allá del entorno, ella, como jurista, quiere hacer especial hincapié en esa parte de la instrucción en que «lo primero que se enjuicia es la honestidad de la mujer: cómo iba vestida, a qué hora se produjo la agresión, de dónde venía, a dónde iba, si tenía novio… Son circunstancias ajenas a los hechos que, en ningún caso, deberían aparecer en la instrucción. Pero lo hacen, y son esos mismos factores los que luego aparecen reflejados en los medios de comunicación». Y, aunque reconoce que se han conseguido avances legislativos, matiza que «no se han producido en la mentalidad de los propios legisladores».
Tina Alarcón asevera que «hemos hecho conquistas jurídicas, pero la opinión pública continúa con el mismo criterio de los años 70: se sospecha que la mujer provoca la situación. En Derecho Penal, esa figura de la provocación no existe. Hay que dejar claro que el delito comienza a partir del instante en que una mujer dice que no, sean las circunstancias que sean. Pero muchas adolescentes callan y no denuncian, porque entienden que han estado coqueteando más de la cuenta».
Los prejuicios son los mismos de antaño, pero en los últimos años se está produciendo un nuevo fenómeno: el de la desconfianza en laveracidad de las denuncias.
Según datos del Fiscal General del Estado, se estima que el número de denuncias falsas por violación ronda el 0,01%.
habían grabado mientras mantenía relaciones sexuales con los acusados. La joven ha sido condenada a 10 meses de cárcel y 2.160 euros de multa. Todos los medios de comunicación se han hecho eco de esta historia, pero ¿cuántos de ellos recogen alguna de las violaciones que se denuncian diariamente?
Las recomendaciones
que ha hecho este mismo verano el Ministerio del Interior para prevenir las violaciones parecen como de otro siglo: comprarse un silbato, correr las cortinas de casa, no acercarse a desconocidos…
Carmen Montón, secretaria de Igualdad de la nueva Ejecutiva del PSOE, afirmaba en Twitter que estos consejos son «una forma de meter miedo, culpabilizar a las mujeres y eludir responsabilidades».
Ante esto ¿qué se puede hacer? Las expertas apuestan por la necesidad dedenunciar y apoyar a la mujer en ese difícil momento de la denuncia. Y la importancia de evitar que se acabe culpabilizando a la víctima. También están convencidas de que el cambio pasa por esta máxima: «No eduques a tus hijas para que no las violen; educa a tus hijos para que no nos violen.