En los últimos meses se ha incrementado notablemente el debate sobre la maternidad subrogada. En algún caso, como por ejemplo el de la reciente Proposición No de Ley sobre la materia debatida en la Asamblea de Madrid, ha supuesto una de las primeras oportunidades para que los grupos parlamentarios expresen de forma oficial sus posturas al respecto. Por lo tanto, es previsible que en los próximos cuatro años las Cortes Generales y el Gobierno adopten legislación y políticas públicas al respecto.
El movimiento feminista, o al menos una parte muy mayoritaria del mismo, se ha opuesto firmemente a la gestación subrogada con el argumento de que es una forma de explotación y que las mujeres que la llevan a cabo tienen en realidad poca facultad de elección y están en manos de organizaciones criminales esclavistas que se lucran vendiendo su cuerpo. Estos argumentos, excelentemente desarrollados por plataformas como «No Somos Vasijas», me parecen impecables. Por lo tanto, el objetivo del presente artículo no es el de contribuir al debate sobre la gestación subrogada, sino proponer una estrategia para afrontarlo con mayores garantías de éxito siguiendo ejemplos históricos recientes.
El movimiento feminista ha afrontado o está afrontando con éxito dos importantes debates: el de las supuestas denuncias falsas sobre violencia de género y el de la prostitución. Es conveniente examinarlos por separado para ver qué similitudes tiene cada uno con el de la gestación subrogada y en qué medida pueden servir como ejemplo.
El debate sobre las denuncias falsas sobre violencia de género fue planteado por personas y asociaciones a las que se puede calificar abiertamente de machistas. El objetivo de este movimiento de denuncia, que se apoyaba a sabiendas en falsedades, era el de rebajar o suprimir la legislación y políticas públicas que abordan uno de los principales problemas de nuestras sociedades. La estrategia del feminismo tuvo dos partes: (1) la denuncia de las verdaderas intenciones de los líderes del movimiento, de modo que no pudiesen ganar aliados situándolos fuera de los límites de lo moral y políticamente aceptable y (2) la difusión de los datos reales sobre las denuncias por violencia machista que ilustraban las mencionadas falsedades.
Por su parte, el debate de la prostitución se ha dividido en dos posturas: pro – regulación y pro – abolición. Al contrario que en el primer caso, los defensores del primer modelo no provenían del machismo, sino en muchos casos de posiciones liberales, socialdemócratas o incluso feministas que apostaban por este modelo como una forma de reforzar la autonomía y la seguridad de las mujeres que ejercían la prostitución. Posteriormente, la contundencia de los datos reales sobre la prostitución y la comparación de los resultados de los diferentes modelos han decantado la balanza a favor del abolicionismo. En este caso, la estrategia de debate fue similar en algunos aspectos a la de la violencia de género, pero también distinta en otros aspectos: (1) fue similar en lo relativo a la difusión de información real sobre la prostitución hasta demostrar que se trata de un tipo de esclavismo donde las mujeres que la padecen no tienen la menor libertad de acción y que los modelos regulatorios daban mayor facilidades a las organizaciones criminales que la practican, pero (2) fue distinta en la medida en que se reconocía que los partidarios de la posición contraria tenían una buena intención en el fondo, pero habían escogido una estrategia errónea, por lo que se necesitaba un enfoque eminentemente pedagógico en lugar de la confrontación directa.
En mi opinión, el debate sobre la gestación subrogada tiene más similitudes con el de la prostitución que con el de la violencia de género, por los siguientes motivos.
– Sus defensores no son machistas, sino personas que en su mayoría persiguen objetivos nobles: (1) la autonomía de las mujeres para decidir sobre su cuerpo y (2) el derecho de las personas a tener un hijo biológico pero no pueden conseguirlo por sí mismas.
– Existe una ignorancia general sobre las condiciones de explotación o incluso esclavitud que padecen las mujeres que llevan a cabo la gestación subrogada, porque hasta ahora este debate se ha tratado casi exclusivamente desde el punto de vista de las personas o parejas a la búsqueda de hijos por este medio.
Por lo tanto, parece lógico que se adopte una estrategia similar a la de ese caso: explicar, con datos y evidencias reales, que la libertad de las mujeres no se ve amenazada por la prohibición de la gestación subrogada, sino por su existencia, que abre la puerta a su explotación por esclavistas de países en vías de desarrollo. Una vez que esa realidad sea evidente se podrá lograr que las instituciones y partidos políticos apuesten formalmente por su abolición (es destacable el éxito de esta estrategia en el ámbito de la prostitución, ya que ha logrado que instituciones como el Congreso de los Diputados y partidos como el PSOE e Izquierda Unida defiendan oficialmente la postura abolicionista).
En unos momentos en que la sociedad demanda con más fuerza que nunca políticas basadas en la evidencia, una estrategia de debate que se apoya en la verdad de los datos puede ser la opción más inteligente.