Yo creo -creo de verdad- que los hechos humanos son complejos y que es casi imposible cernerlos y acotarlos. O sea, nunca se puede decir todo, ni agotar ninguna cuestión, ni conocer todos sus ángulos y en todos sus matices. Acepto, pues, la limitación de que, siempre que hablamos, estamos irremediablemente simplificando.
Ahora bien, eso no impide el intento de analizar, deducir, categorizar.
Esta introducción es la tirita que me pongo antes de la herida (sé que voy a despertar muchas iras con lo que sigue).
Pero algunas cosas me causan un asombro tan irritado que no quiero callarlas; estas, por ejemplo:
- Que las musulmanas «progres» (o liberales o como quieran llamarse pues no pretendo ofenderlas con el nombre pero no sé cómo se denominan a sí mismas) se encrespen más contra quienes decimos que el velo es signo patriarcal (igual que los tacones) que con la obligatoriedad de llevarlo. Que gasten más energías en defenderlo que en combatirlo.
- Que ante las barbaries machistas, muchos se precipiten, no a condenarlas contundentemente sino a desviar la cuestión, a decir que no todos los hombres son iguales (¿y quién ha dicho que lo sean?) y a acusar, de paso, a las feministas de obsesas y de odiar a los varones… O sea, que gastan más energías en defenderse ellos que en combatir la barbarie (aunque no lleguen tal lejos como para negarla).
- Que mujeres feministas que reconocen el uso y abuso de nuestro cuerpo por parte del patriarcado, defiendan, sin embargo, la legalización de la prostitución como «mal menor», enviando así un mensaje que refuerza aquello que, en teoría, no aprueban. Que por «socorrer» a unas cuantas nos hundan a todas, sin plantearse de qué otras maneras se pueden ayudar a esas mujeres (digo otras maneras que no sea la de ir en el sentido de la opresión). O sea, que se preocupen de que en casa de la maltratada haya un botiquín adecuado (o un buen servicio de ambulancias cerca) en vez de que al maltratador lo encierren (aunque la maltratada diga que lo quiere y que confía en que él va a cambiar…).
- Que gente “antisistema” que denuncian con ardor el neoliberalismo y la ley del mercado, vean, sin embargo, con total naturalidad que esa misma ley impere con el cuerpo de las mujeres (prostitución y vientres de alquiler). Que defiendan que, en lo relativo a nuestro cuerpo “Desde el momento que alguien quiere vender y alguien quiere comprar ¿quiénes somos l*s demás para impedírselo?”
Nota bene:
Ilustro el artículo con dos modelos de mujer: la Samaritana y Judith. Todo lo que no sea ir a la raíz del patriarcado a cortarle la cabeza (al patriarcado, no a los hombres concretos ¿eh?) es hacer de buena samaritana, o sea, buscar apaños, o, en último extremo, buscar un señor que te haga un mansplaining en toda regla.
Es que una musulmana defendiendo el velamiento de las mujeres y una occidental defendiendo la prostitución son consecuencia del mismo fenómeno. Convence a un colectivo de que sus opresiones no son tales sino producto de su propia «elección» y ya no tienes mucho más que hacer para mantener un sitema de opresión milenario.
Muy bueno tú comentario