El pacto feminista en periodo electoral

Meli Galarza
Meli Galarza
Activista feminista y socialista.
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Con tres siglos de historia a nuestras espaldas, las feministas sabemos mejor que nadie qué implica pactar. Una transformación social de calado contra el patriarcado, como la que llevamos haciendo desde hace más de 300 años sin derramar una sola gota de sangre, solo puede hacerse dialogando, consensuando, pactando. Y debemos seguir haciéndolo de cara al futuro.
Cada batalla ganada nos ha demostrado que no lo hemos tenido nada fácil, así que no hay razón alguna para pensar que el pacto feminista, en periodo electoral, lo vaya a ser. Más aún cuando hay que sumar la mala prensa que tiene la doble militancia feminista y partidaria. Y la tiene tanto en el seno de los partidos, como en el feminismo, aunque en ambos casos con excepciones.
Hubo un tiempo en que los estatutos de mi partido obligaban a militar en sindicatos y movimientos sociales. Se eliminó dicha obligación y, como defensora que soy de la doble militancia, fue un error; error que se torna grave si de lo que hablamos es de feminismo. Que “las feministas somos incómodas hasta para la izquierda” es una frase que digo con frecuencia refiriéndome sobre todo al hecho de que los partidos, todos los partidos, son estructuras patriarcales.
Las feministas del PSOE llevamos ya muchos años pactando con nuestros compañeros y compañeras para ir ganando ese espacio que democráticamente corresponde a las mujeres, por un lado, tanto orgánicamente como en las políticas institucionales,  y a la propia democracia, por otro lado, para ser representativa. Y no me cabe duda de que ha habido errores y equivocaciones. De la misma manera que no la tengo de los errores y equivocaciones de otros partidos.
Ante esta realidad siempre imperfecta, cuento con mis compañeras feministas que no son de la doble militancia: les dejo la siempre ardua tarea de confrontar la realidad política partidista desde una óptica feminista y desde el respeto a nosotras, para así seguir pactando y consensuando. Me reservo el derecho a rebatir, no obstante, aquéllas críticas que hagan a mi partido cuando las considere injustas.
Sin embargo, no cuento ni quiero contar con las feministas de otros partidos en esa crítica, del mismo modo que ellas pueden contar con que públicamente no se la haré. Así, la crítica desde el feminismo a otras fuerzas políticas en materia de igualdad también se la dejo a las compañeras que no son de la doble militancia. Y no es difícil: simplemente no nos pongamos en la tesitura de tener que elegir entre defender el pacto feminista o la militancia de partido porque ahí ya sabemos quién gana: el patriarcado.

Si la sociedad nos observa (que nos observase es en sí mismo un triunfo) a las feministas como “nos peleamos” públicamente, lo interpretarán en términos de “pelea de gatas”, quedando el feminismo aún más en entredicho.

Si la sociedad nos observa (que nos observase es en sí mismo un triunfo) a las feministas como “nos peleamos” públicamente, lo interpretarán en términos de “pelea de gatas”, quedando el feminismo aún más en entredicho. Si quienes nos observan y analizan son nuestros “jefes políticos” nos perciben como lo que somos, mujeres que vindican libertad e igualdad, lo que más tarde podría ir en detrimento de sus propios privilegios, lo que traducen en “te compro las políticas, pero ya me encargo yo de decidir quiénes las defienden”.
Por último,  si son las feministas las que nos ven “peleando”, arremetiendo las unas contra las otras, atacando sin piedad a compañeras feministas de otras fuerzas, dejarán de confiar en nosotras, percibiéndonos casi siempre como “vendidas” a los aparatos. En el caso de que haya feministas de doble militancia que crean que actuar así le da puntos frente al jefe porque así demuestra su hegemonía sobre una parte de la sociedad que pudiera granjear votos, que se vaya olvidando.
Las feministas de la doble militancia en una estrategia claramente feminista, que además fortalezca al partido, nos tenemos que olvidar del tactismo electoral. Por un lado, el tiempo ha demostrado que estas cuestiones, las feministas, no modifican el voto ni de las propias feministas, salvo honrosas excepciones.  Por otro lado, estoy convencida de que es un valor en sí mismo tener un apoyo real, es decir, aquél inspirado en un reconocimiento a una labor, a una dignidad ética con una autóritas reconocida y reconocible por parte del resto de las compañeras.
En concreto y de cara al 26J, como no hay mucho tiempo par, os planteo varias cosas. Y no digo que sean innovadoras, pero ponerlas en práctica ahora mismo, podría salvar el después. Como militante del PSOE y feminista estoy dispuesta a hacer lo siguiente (y es lo que propongo):
1.- Dejemos en manos de las feministas que no son de la doble militancia la crítica a las compañeras feministas de los partidos.
2.- Alcémonos y levantemos la voz defendiendo las políticas de igualdad en nuestros partidos, de nuestros partidos y ante la ciudadanía.
3.- Aprovechemos cada posible “metedura de pata” de otro partido en lo que a políticas de igualdad se refiere para hacer proselitismo de las nuestras.
En contraposición, las feministas que no son militantes deberán reflexionar sobre su papel en el pacto feminista de cara a una incidencia política donde se maneja el poder político: los partidos.  A ellas, desde el respeto y sin ánimo de injerencia malentendida, les propongo otros tres puntos programáticos en nuestro pacto feminista:
1.- Utilizad la red feminista en tiempos electorales para asegurar los puentes que se puedan ver dañados por el patriarcado.
2.- Dirigíos a quienes lideran los partidos para interpelarles sobre las políticas de igualdad y no a las compañeras, aunque sean estas las que hablen en público de esas políticas. Haciéndolo así dejaréis de contribuir al mandato patriarcal interno de los temas de los que nos ocupamos las mujeres.
3.- Apoyad públicamente a quienes defiendan el feminismo dentro de los partidos y el hecho de que así lo hagan.
Quiero pactar con mis compañeras feministas, las que son de la doble militancia y las que no, quiero romper la cadena de pacto patriarcal implícito en la militancia en un partido, pero quiero hacerlo sin abandonar mi partido. No es razonable que se nos pida independencia, altura de miras feminista y poder dentro del partido, todo a la vez, si se es consciente de que es una estructura patriarcal. La utopía realista que representa el feminismo, para que lo sea en la doble militancia y de cara a una incidencia política real, nos requiere a todas en ese pacto.

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Comentarios

  1. No puedo estar más de acuerdo.
    Gracias por tan buenas reflexiones.
    Soy feminista y actualmente sin militancia política, aunque la tuve con anterioridad y me duele mucho haber visto personalmente algunos de los ejemplos que apuntas.
    Gracias de nuevo.

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