- Nos encontramos en un momento de la historia en que los derechos políticos de las mujeres están siendo atacados con nuevas formas de violencia frente a las que debemos unirnos y luchar juntas de nuevo…
En los últimos diez años en América Latina se ha producido un desarrollo normativo tanto a nivel nacional como internacional en la Región sobre el fenómeno que denominan “Acoso y violencia política hacia las mujeres”. Existe una única ley en el mundo, aprobada en Bolivia en el año 2012, que se refiere a esta realidad. Tuvo que ser asesinada la concejala Juana Quispe para que la lucha de la Asociación de Alcaldesas y Concejalas de Bolivia, ACOBOL, que ya llevaban una década denunciando distintos casos de acoso y violencia contra las mujeres políticas, se transformara en ley.
La realidad respecto al desarrollo reglamentario y la aplicación de esta ley a día de hoy es muy negativa, pues pocas mujeres terminan por denunciar ya que todo el sistema se vuelve contra ellas, y los casos como el de Juana Quispe están todavía impunes. En el momento en el que estoy escribiendo este artículo recibo información de compañeras feministas de que hace unas horas ha fallecido la concejala Herminia Mamani, del municipio de Viacha también en Bolivia, que desde hace meses ha estado denunciando acoso político, sufrió un atropello en febrero y su muerte se ha devenido de aquel hecho.
En el momento en el que estoy escribiendo este artículo recibo información de compañeras feministas de que hace unas horas ha fallecido la concejala Herminia Mamani…
Si bien es cierto la muerte de las mujeres de forma violenta por querer ejercer la política es el ejemplo más extremo de ésta, estamos hablando sin duda de una forma más de violencia hacia las mujeres. El fenómeno, denominado con carácter general “violencia política hacia las mujeres”, se encuentra recogido en la ley boliviana, en proyectos de ley como en Perú o Ecuador, en protocolos de actuación impulsados por gobiernos y otras instituciones del Estado como en Méjico o en acuerdos internacionales dentro de la Región, como la Norma Marco para alcanzar la Democracia Paritaria en América latina y el Caribe aprobado en 2015 por el Parlamento Latinoamericano (PARLATINO).
Existen definiciones más o menos amplias del concepto, existen discrepancias sobre su denominación, discrepancias que comparto. Por ello, estimo habría que desechar la nominación de “violencia política” ya que lleva a confusión y desde mi punto de vista no permite poder hablar con carácter global de esta forma de violencia. Por ello al referirme a ella lo haré como “violencia contra las mujeres políticas”.
Contamos con una realidad normativa en América Latina que nace de la existencia de este grave problema; en la actualidad las mujeres en esta Región por querer participar en política, sufren, en muchos casos jugándose la vida, distintas formas de violencia, entre ellas principalmente el acoso. Cuando hablamos de violencia contra las mujeres políticas, estamos hablando de formas de violencia que reciben las mujeres que ejercen la política, o que intentan ejercerla en igualdad de condiciones que los hombres. Estamos hablando de que esta violencia es de género pues se ejerce sobre ellas por ser mujeres y estamos hablando de un agravante, el que esta violencia se ejerce con el fin de conculcar el derecho fundamental de toda la ciudadanía de participar en política.
Las mujeres en esta Región por querer participar en política, sufren, en muchos casos jugándose la vida, distintas formas de violencia.
El binomio mujer y política, al día de hoy, ni en América Latina, ni en ningún otro lugar del mundo es aceptado por el patriarcado. Hemos conseguido llegar a la política, tras la lucha incansable y no violenta de los movimientos feministas. Hemos llegado, pero son muchos los obstáculos para poder hablar de un igualdad sustantiva, de que exista en países como el nuestro, a pesar de las leyes de paridad positiva, una verdadera Democracia Paritaria.
El binomio mujer y política, al día de hoy, ni en América Latina, ni en ningún otro lugar del mundo es aceptado por el patriarcado.
Ante esto, cabe preguntarnos si sólo existe violencia de género hacia las mujeres políticas latinoamericanas pues sólo en algunos países de esta Región existe normativa sobre ella, y también, si estamos ante un fenómeno nuevo o que no lo es tanto, pero que se ha empezado a visibilizar a partir de la obligación de “ubicar” a las mujeres en puestos de elección o gobierno dentro de las instituciones de los distintos sistemas políticos. Mi respuesta a todo esto es muy clara: sí existe una violencia específica contra las mujeres que deciden participar en política, no hay duda de que estamos hablando de una forma de violencia de género y que en ella existe un elemento clave, el poder, que ha supuesto históricamente que estuviera en manos del patriarcado y nuestra aparición, la de las mujeres políticas, supone para los hombres un ataque directo a su status quo.
Existe una violencia específica contra las mujeres que deciden participar en política, no hay duda de que estamos hablando de una forma de violencia de género.
Además, cuando hablamos de violencia hacia las mujeres políticas estamos hablando en la gran mayoría de los casos de violencia simbólica, de acoso sexual, acoso pasivo o institucional y sobretodo de los conocidos como micromachismos, de ahí que no se haya visibilizado como una forma de violencia diferenciada y especial. Ello unido al llamado por Amelia Valcárcel “espejismo de la igualdad” nos hace dudar de poder plantear un nuevo concepto de violencia contra las mujeres y en muchos casos de la existencia de esta.
En las campañas electorales que estamos viviendo en España en estos meses estamos viendo cómo las mujeres y nuestros derechos no son una prioridad en las agendas políticas de los candidatos, ni tampoco de los medios de comunicación. Recordemos los famosos 26 segundos del debate a cuatro de los presidenciables, peor incluso, dentro del ánimo de “arreglarlo” nos encontramos con la retrasmisión del debate de “las mujeres”. La falta de candidatas mujeres a la presidencia del Gobierno, el ser las “intercambiables” en la confección de listas electorales, los datos sobre la tasa de reposición de mujeres en las listas que sigue ganando con creces a la de los hombres o los famosos techos de cristal son el resultado de distintas formas, eso sí, muy sutiles, de violencia contra las mujeres.
Esta se produce principalmente, y ello es muy grave dentro de los propios partidos, donde el acoso pasivo es una realidad naturalizada muy difícil de cambiar, la soledad más absoluta es lo que habitualmente se vienen encontrando las mujeres que deciden denunciar, si a esto le añadimos las luchas de poder y el componente añadido de ser una persona pública, la mezcla es explosiva. El coste de la llamada “pena del telediario”, que se viene utilizando para hacer referencia a casos de imputaciones judiciales, es un elemento siempre presente para las mujeres políticas. Las dudas sobre la veracidad de los hechos, los estereotipos, los excesos de los medios de comunicación que pueden llevar a banalizar una denuncia o los daños a la familia son ejemplos de ese coste a mayores que sufren las mujeres políticas.
Las dudas sobre la veracidad de los hechos, los estereotipos, los excesos de los medios de comunicación que pueden llevar a banalizar una denuncia o los daños a la familia son ejemplos de ese coste a mayores que sufren las mujeres políticas.
La lucha de las mujeres por lograr sus derechos de ciudadanía ha estado siempre marcada por una gran oposición. Las mujeres han sido perseguidas, asesinadas por luchar por la igualdad y por ser ciudadanas con plenos derechos. Esta reacción del patriarcado, que está enraizado en toda la sociedad desde la antigüedad, es el ejemplo más palmario de la discriminación que las mujeres hemos sufrido a lo largo de la historia. La lucha por el derecho al voto supuso un hito en la lucha de las mujeres por sus derechos políticos y fueron muchos los obstáculos a los que tuvieron que hacer frente las sufragistas de todo el mundo. Fueron arrestadas, encarceladas, perseguidas e incluso asesinadas. Nos encontramos en un momento de la historia en que los derechos políticos de las mujeres están siendo atacados con nuevas formas de violencia frente a las que debemos unirnos y luchar juntas de nuevo, no podemos ser sus instrumentos para enfrentarnos a nosotras. Empoderarnos en política no es solamente estar y ostentar un cargo, no es sólo tener poder, es ejercerlo para cambiar las cosas, sobretodo ejercerlo para llegar a la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, empoderarnos para que el feminismo y la sororidad sean la seña de identidad de nuestra democracia.