- A los hombres les molesta que las mujeres feministas denuncien sus privilegios y reclamen sus derechos y libertades.
Hace unos días leyendo el periódico el País, topé con el artículo escrito por Cathy Young bajo el título “Las feministas tratan mal a los hombres”. En mi opinión se trata de uno de los textos más infumables que he leído últimamente. Su autora, clara guardiana del patriarcado, realiza una gran labor de consolidación del machismo, inocentando a los hombres desde un paternalismo demonizador del movimiento feminista (injuria que algo queda).
Según Young, las feministas nos hemos convertido en el duro azote de esos “pobres hombres” víctimas pasivas del sistema, por lo que deduzco que la autora hace responsable exclusivo a ese sistema que obliga a “esos pobres hombres” a discriminarnos, controlarnos, violarnos, explotarnos, prostituirnos, matarnos. Asevera la autora no exenta de cinismo, que hay que acabar con las fisuras entre sexos, obvio aunque no por ello insustancial, pues sabemos que esto no ocurriría si se hubieran acabado con las propias desigualdades de género. También minimiza las causas de la lucha de las mujeres al considerar injusto e ilícito que éstas increpen a los hombres y en consecuencia les hagan sentirse mal. En realidad el mensaje que nos está transmitiendo Young, es que seamos hijas dóciles del patriarcado y por tanto empáticas con nuestros dominadores.
En realidad el mensaje que nos está transmitiendo Young, es que seamos hijas dóciles del patriarcado y por tanto empáticas con nuestros dominadores.
Lo cierto es que si tuviera ocasión de encontrarme con la autora, le exigiría un discurso y un análisis menos tendencioso y el abandono del rol de “mamporrera política” del machismo. También le pediría mayor rigor y algo de memoria histórica, sugiriendo referenciar comparativamente el movimiento feminista y antiesclavista, este último crucial en la consecución de los derechos civiles y sociales de las personas negras (sobre todo de los hombres) y que aglutinó en sus trincheras a personas negras como grupo oprimido y a blancos como grupo opresor. Seguramente Young conoce que aun así, este movimiento no escatimó en críticas contra ese sistema de opresión y sus valedores (generalmente personas blancas) y que no por ello se produjo malestar y deserciones de aquellas personas blancas que luchaban en él. Esto indica sencillamente que tomaron conciencia de las opresiones de esa población negra y optaron por un verdadero compromiso en la lucha por sus derechos sociales.
Por eso francamente, me parece demencial el doble rasero que utiliza Young en su análisis, cuando imputa al feminismo la exclusiva responsabilidad del malestar de los hombres. Es evidente que si fueran igualitarios y estuvieran comprometidos con nuestra lucha, no cabría el mismo ante la denuncia de nuestras opresiones y de aquellos que por acción u omisión las mantienen. Entonces ¿por qué la autora y los hombres no se cuestionan las verdaderas causas de su malestar?. En mi opinión porque no derivan, como alude Young, a ese supuesto maltrato de las feministas hacia los hombres, sino a la escasa conciencia de éstos tienen de nuestras opresiones, a su nulo compromiso con la igualdad y su identificación con un grupo social que ostenta el poder y que se resiste a perder sus privilegios. En definitiva, por entender que nuestras demandas son injustificadas e inmerecidas y nuestras denuncias exageradas o excesivas y a la falsa creencia de considerar nuestras opresiones y sus privilegios asuntos independientes. Y es que si no fuera así, el malestar masculino procedería únicamente de la empatía hacia un grupo social oprimido por el simple hecho de ser mujer, que siendo más del 51% de la población mundial es objeto de violencia y desigualdad.
Me enerva este tipo de artículos de alta toxicidad patriarcal por invisibilizar las verdaderas causas de esa violencia y desigualdad que sufren las mujeres y poner el foco exclusivamente en el malestar de quienes la ejercen.
En conclusión, me enerva este tipo de artículos de alta toxicidad patriarcal por invisibilizar las verdaderas causas de esa violencia y desigualdad que sufren las mujeres y poner el foco exclusivamente en el malestar de quienes la ejercen. También me enerva comprobar el nulo compromiso de los medios de comunicación con nuestra lucha a pesar de conocer que nos va la vida en ello, apostando por publicar artículos que refuerzan el machismo y no aquellos que ayudan a combatirlo.