Que algo suceda con frecuencia y durante mucho tiempo, no significa que sea más importante ni que la gente vaya a hablar más de ello porque pase un día sí y otro no. El problema de una situación que sucede y vuelve a suceder, es que, aunque sea un tema de altísima gravedad (y parte de su gravedad está en el hecho de que sucede y vuelve a suceder), va transmitiendo cierto aire de rutina que, de alguna forma, insensibiliza a nivel general.
Es el caso de los asesinatos machistas y las agresiones sexuales a mujeres de las que seguimos teniendo noticias un día y otro y otro, hasta llegar al punto de que se trata como algo “normalizado”, en lugar de algo “cronificado”. Es decir, que requiere justamente lo contrario: no convertirlo en rutina sino priorizarlo como un problema social de primera magnitud que afecta, nada más y nada menos, que a la mitad de la población. Es decir, a nosotras, las mujeres.
Con el verano se intensifica el goteo de noticias de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas, que en esta época aumentan por motivos secundarios ya muchas veces expuestos y por el mismo motivo principal que provoca los asesinatos en otoño, invierno y primavera: el machismo. Las feministas siempre decimos lo mismo. Si las mujeres que son asesinadas fueran víctimas del terrorismo de ETA, estaríamos hablando en otros términos, y esta “normalización” del goteo de crímenes machistas, tendría otra atención mediática y política.
Se moverían otros canales y otras estrategias para intentar solucionarlo. Pero el gobierno, cuando no ha estado en funciones, y ahora que lo está, sigue sin reconocer la violencia de género como una cuestión de estado. Las mujeres asesinadas, al parecer, no son sus muertas. O ellos creen que no lo son. Porque lo son.
Llega el verano y con él llegan (también) las noticias de agresiones sexuales en fiestas locales. Sobre todo, la que se lleva la palma y el foco mediático desde hace unos años son las que se producen en Sanfermines. Este año, el Ayuntamiento de Pamplona -que sí ha asumido el problema como propio- ha llevado a cabo una campaña de prevención de estas agresiones (Por unas fiestas libres de agresiones sexistas) apoyando una iniciativa que ha sido promovida por el Grupo “Sanfermines en Igualdad” del Consejo Municipal de la Mujer.
Las noticias de estas agresiones vienen en muchas ocasiones acompañadas de imágenes de chicas semi-desnudas a las que una horda de hombres (por llamarles algo), manosean colectiva e impunemente. El tema de las imágenes no es banal. Haciendo una búsqueda sencilla en Google, se puede observar cómo la mayor parte de las imágenes que se encuentran son de chicas que “parece” que están disfrutando el manoseo. Lo que da pie al siempre debate de “claro, hay agresiones, pero es que míralas a ellas cómo provocan, cómo se exponen… Al final, les gusta”.
Esto lo piensan estos chicos/hombres que aprovechan la ocasión para tocar sin ningún pudor, amparados en que, como decía Miguel Lorente, son “muchos y machos”. Pero también lo piensan periodistas como Arcadi Espada, lanzando la clásica crítica de derechas al “buenismo” de las políticas de izquierdas. Para este señor, la campaña de prevención de las agresiones del Ayuntamiento de Pamplona no sirve para nada y para justificar esta reflexión, se apoya en argumentos tan inteligentísimos como que: “El mensaje que debe enviarse a las mujeres en la alta madrugada es aquel que diga al hombre como al toro: o correr o torearlo, aunque sea con un frágil periódico enrollado, que para eso hemos quedado”.
En San Fermines el número de agresiones sexuales producidas este año, por el momento, sigue aumentando. En la primera de la que tuvimos noticia, cinco chicos fueron encarcelados por una violación múltiple a una chica de 19 años a la que además, grabaron en vídeo mientras la agredían. Terrorífico, ¿verdad? Pues arriba las manos, porque además uno de ellos es guardia civil.
Es decir, un chico que ha pasado un sinfín de exámenes psicotécnicos, psicológicos y no sé qué historias más que ha ido superando hasta conseguir entrar en el cuerpo. Supongo (espero) que el ser culpable de una agresión de estas características invalide automáticamente todas las pruebas superadas y lo expulse de las fuerzas de seguridad en las que nunca tuvo que ser admitido.
Otra de las agresiones registradas en Sanfermines ha sido –terrorífica también- “porque un individuo realizó tocamientos a una agente uniformada (de la Policía) cuando se encontraba atendiendo un incidente”. No sé si quiero comentar algo al respecto. Mejor dejo que cada una piense por sí misma, qué tipo de “hombres” (de nuevo, por llamarles algo), agreden a una agente de seguridad mientras está atendiendo a otra persona.
El señor Arcadi Espada lo tendría claro: son hombres que, por su propia naturaleza, y porque además están bebidos y están de fiesta, son incontrolables. La opción que nos queda a las chicas, siguiendo con el símil propuesto por el periodista, sería la de pensar en los hombres en términos taurinos y tener presente aquello que cantaba Camarón de que “confianza en el hombre nunca la tengas”.
Cuidado con los hombres. Cuidado con provocarles, cuidado con los roneos, los tonteos, las risas, lo que se habla y lo que se insinúa. Porque todo es interpretable. Que ya sabe que los toros son más de captar movimientos que de captar indirectas. No piensan, no profundizan ni atienden a matices. No te digo ya cuando les dices “que te he dicho que no” o “¿Me puedes dejar en paz, por favor, que estoy con mis amigas?”. Ni caso. Ellos a lo suyo. Ven que algo se mueve, y ahí van lanzados.
La conclusión de todo esto, señor Espada no deja de ser perversa. Porque si los hombres, como los toros, no pueden controlarse ni asumir que “No es No”, a lo mejor hay que empezar a preguntarse si son válidos para ocupar tantos sillones en la Real Academia, por ejemplo, o tantos escaños en el Parlamento, tantas sillas en los Consejos de Administración o tantas columnas de opinión en periódicos nacionales.