(Beirut) – Muchas trabajadoras domésticas se encuentran atrapadas en condiciones laborales abusivas en Omán mientras su desesperación permanece oculta fuera de la vista pública, denuncia Human Rights Watch en un informe. «Las autoridades omaníes deberían tomar medidas inmediatas para reformar el restrictivo sistema inmigratorio que vincula a las trabajadoras inmigrantes a sus empleadas. Además, deberían proporcionar protecciones jurídicas a las trabajadoras domésticas como las que reciben otros trabajadores, así como investigar todas las situaciones de posible trata de personas, trabajo forzoso y esclavitud», denuncian en el informe.
El análisis, de 68 páginas, “‘I Was Sold’: Abuse and Exploitation of Migrant Domestic Workers in Oman” («Me vendieron: Abuso y explotación de trabajadoras domésticas en Omán”), documenta cómo el sistema de patrocinio (kafala) de trabajadores inmigrantes y la ausencia de protecciones en la legislación laboral exponen a las trabajadoras del hogar inmigrantes al abuso y a la explotación por parte de los empleadores, cuyo consentimiento es necesario para que puedan cambiar de trabajo. Aquellas que logran huir de los abusos – entre ellos, violencia física, abuso sexual, impago de sueldos y excesivas horas de trabajo – cuentan con escasas vías para recibir algún tipo de reparación y pueden incluso afrontar sanciones legales por “fugarse”. Las familias recurren a las trabajadoras del hogar migrantes para cuidar de sus hijos, cocinar y limpiar sus casas. Sin embargo, muchas trabajadoras domésticas inmigrantes, que dependen de sus sueldos para mantener a sus propias familias e hijos, sufren condiciones laborales crueles y explotadoras.
“Las trabajadoras domésticas inmigrantes en Omán están atadas a sus empleadores y son abandonadas a su merced”, dijo Rothna Begum, investigadora sobre derechos de la mujer en Oriente Medio de Human Rights Watch. “Los empleadores pueden obligar a las trabajadoras domésticas a trabajar sin descanso, sueldo o comida, a sabiendas de que pueden ser castigadas si huyen, mientras que los empleadores rara vez son sancionados por abuso”.

“Mamata B.”, una trabajadora doméstica, dijo que en abril de 2015 denunció a la policía que su empleador la había golpeado y que no le había pagado durante dos meses. A pesar de suplicar que no la llevaran de vuelta, la policía llamó a su empleador, que la golpeó “sin piedad” y luego la encerró en una habitación durante ocho días con sólo unos dátiles y agua como sustento. Mamata huyó de nuevo, pero no volvió a la policía.

Se estima que en el sultanato trabajan, al menos, 130.000 empleadas del hogar y posiblemente muchas más. La mayoría proviene de Filipinas, Indonesia, India, Bangladesh, Sri Lanka, Nepal y Etiopía.
Human Rights Watch entrevistó a 59 trabajadoras domésticas inmigrantes en Omán. En algunos casos, describieron abusos que equivalían a trabajo forzoso o trata de personas, a menudo a través de la porosa frontera de Omán con Emiratos Árabes Unidos (EAU). Los empleadores normalmente pagan tasas a las agencias de reclutamiento para contratar los servicios de trabajadoras domésticas, y varias trabajadoras dijeron que sus empleadores les habían dicho que los habían “comprado”. Algunos empleadores exigen que las trabajadoras les reembolsen por las cuotas de reclutamiento a cambio de su “libertad”.
“Asma K.”, de Bangladesh, dijo que fue a EAU para trabajar allí pero que su agente de reclutamiento la “vendió” a un hombre que confiscó su pasaporte y se la llevó a Omán. Allí la obligó a trabajar 21 horas al día para una familia de 15 miembros sin descanso ni días libres; también la privó de comer, la agredió verbal y sexualmente y no le pagó nada.

“Empezaba a trabajar a las 4.30 de la mañana y terminaba a la 1 de la madrugada”, dijo. “No me dejaban sentarme en todo el día. Cuando dije que quería marcharme me dijo: ‘te compré por 1.560 riales (US$4.052) en Dubái. Devuélveme el dinero y entonces podrás irte”.

La mayoría de las trabajadoras aseguró que sus empleadores les confiscaron el pasaporte. Muchas dijeron que sus empleadores no les pagaban sus salarios completos, las obligaban a trabajar jornadas excesivamente largas sin descansos ni días libres, o les denegaban comida y condiciones de vida adecuadas. Algunas incluso denunciaron haber sufrido abusos físicos a manos de sus empleadores y unas cuantas describieron situaciones de abuso sexual.

Una trabajadora doméstica cuida de un niño que juega en el centro comercial Planeta Mágico, ubicado en el centro de la ciudad de Muscat en Omán.
Una trabajadora doméstica cuida de un niño que juega en el centro comercial Planeta Mágico, ubicado en el centro de la ciudad de Muscat en Omán.

La situación es tan grave que algunos países, como Indonesia, han prohibido a sus ciudadanos emigrar a Omán y otros países con antecedentes comparables. Sin embargo, estas prohibiciones no son eficaces y pueden poner a las mujeres en mayor riesgo de ser víctimas de trata o trabajo forzoso, a medida que los reclutadores y ellas mismas tratan de eludir las restricciones. A pesar de que algunos países han aumentado las protecciones para sus ciudadanos que trabajan en el extranjero, otros no protegen de manera integral a sus trabajadoras contra prácticas de reclutamiento engañosas ni proporcionan asistencia adecuada a las ciudadanas que han sufrido abusos en el extranjero.

El restrictivo sistema de kafala en Omán, también utilizado en países vecinos del Golfo, vincula los visados de las trabajadoras domésticas a sus empleadores. De este modo, no pueden trabajar para un nuevo empleador sin el consentimiento del actual, incluso si han completado su contrato o el empleador es abusivo.

El derecho laboral de Omán excluye explícitamente a las trabajadoras domésticas, y las regulaciones emitidas en 2004 sobre trabajadoras del hogar proveen sólo protecciones básicas. En abril de 2016, el diario Times of Oman citó a un funcionario del Ministerio de Trabajo asegurando que Omán considera incluir a las trabajadoras domésticas en sus leyes laborales. El gobierno del país no respondió a las solicitudes de información de Human Rights Watch sobre reformas legislativas u otras medidas para proteger los derechos de las trabajadoras domésticas.
Las trabajadoras domésticas que abandonan las casas de sus empleadores también se arriesgan a que éstos las denuncien como “fugadas”, una infracción administrativa que puede resultar en la deportación y una prohibición de empleo futuro, o incluso en una denuncia penal.
“La policía omaní y otras autoridades deberían proteger a las trabajadoras domésticas y procesar a sus abusadores, en lugar de castigar a las trabajadoras por huir”, señaló Begum. “Omán necesita revisar su legislación y el sistema de kafala  para que sus trabajadoras domésticas reciban las protecciones que necesitan”.

“Aditya F.”, una trabajadora doméstica de 30 años de Java Occidental, Indonesia, huyó de la casa de su empleador después de haber sufrido abusos físicos y verbales, y de que éste la hubiera denunciado por “fugarse”. La policía detuvo a Aditya y la devolvió a su empleador, que la golpeó y le rompió los dientes.